Por el camino del odio y la confrontación
Oscar Espinosa Chepe
LA HABANA, Cuba - Noviembre (www.cubanet.org) - Al conocerse la respetuosa oferta norteamericana de enviar a Cuba un equipo de especialistas de la Oficina de Asistencia para Desastres en el Exterior con vistas a evaluar los daños causados por el huracán Wilma y cuantificar la necesidad de un eventual suministro de ayuda humanitaria, sin que mediara una solicitud oficial, la noticia fue recibida favorablemente por la población, en especial por los damnificados.
Sorprendentemente, en contra de la práctica habitual y con desacostumbrada rapidez, las autoridades cubanas comunicaron que no había objeción a la visita de los especialistas. Esto llenó de esperanza a muchas personas que abogan por el mejoramiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos.
Sin embargo, algunos analistas -optimistas bien informados- desde un principio dudaron de que tal misión pudiera venir a La Habana, y mucho menos que se llegara a materializar el envío de la ayuda humanitaria de nuestros vecinos, destinada a aliviar el sufrimiento de los damnificados, tal como es normal en caso de desastres en el mundo entero.
Estos analistas, buenos conocedores de la mentalidad del sector más recalcitrante del gobierno -que dice la primera y la última palabra sobre todos los asuntos en Cuba- acertaron con sus evaluaciones, pues la iniciativa norteamericana ha sido truncada.
Para impedir la visita de los expertos y la posible ayuda humanitaria, que perfectamente pudiera haber sido distribuida por la prestigiosa organización internacional Caritas, las autoridades cubanas inventaron la necesidad de sostener conversaciones sobre una hipotética cooperación para enfrentar los desastres naturales provocados por los huracanes en el área del Caribe. Tal condicionamiento fue rechazado por Estados Unidos, con la consecuencia señalada.
La cooperación internacional dirigida a encontrar fórmulas para la recuperación de los desastres ocasionados por los huracanes resulta muy útil, pero a discutir esos temas se dedican la Organización de Naciones Unidas y otros organismos regionales, que de forma multilateral los analizan periódicamente y establecen fondos para esos fines. Ahora se trata de evaluar los daños causados en Cuba por el huracán Wilma: cuantificar las casas destruidas o dañadas, las pérdidas de ropa, colchones, muebles, equipos electrónicos y otros útiles y enseres domésticos, así como los perjuicios causados a la infraestructura de las zonas afectadas del país para determinar la ayuda humanitaria a entregar.
El totalitarismo cubano, por su naturaleza opresiva, en modo alguno puede permitir esto. Mucho menos en un momento cuando se encuentra embarcado en una campaña represiva y de reforzamiento del control económico y político sobre la sociedad cubana. Poco importa que muchos cubanos pudieran beneficiarse de la ayuda. Al sector "duro" no le interesa solamente el poder, sino el poder y el control absolutos sobre los ciudadanos. No importan los sufrimientos de los compatriotas, si la obsesión de mando puede satisfacerse.
La existencia del famoso "bloqueo" es cada día más difícil de defender ante el hecho de la continua llegada a Cuba de alimentos procedentes de Estados Unidos. En 2005 la compra de estos artículos estará en un entorno cercano a los 500 millones de dólares, habiéndose convertido Cuba en uno de los principales clientes de las empresas norteamericanas especializadas en este rubro. Más difícil de explicar son los mil millones de dólares anuales estimados por CEPAL provenientes fundamentalmente de Estados Unidos por concepto de remesas familiares, una verdadera subvención procedente del territorio "enemigo".
Por eso, la posibilidad de la ayuda humanitaria sería demasiado para los propósitos hegemónicos del totalitarismo, que siente perder su mejor coartada y, como se ha dicho, "...necesita del bloqueo para esta generación y la generación futura..."
Resulta evidente que si no existiera el pretexto del embargo y la hostilidad con Estados Unidos, ¿a quién culpar por la desastrosa situación de la nación? ¿Cómo justificar la creciente y desmedida represión contra el pueblo?
El totalitarismo cubano está bien preparado para la beligerancia, y teme la normalización de las relaciones con Estados Unidos. Es consciente de que en un clima político donde prime la racionalidad, su existencia está amenazada. Por consiguiente, promueve el odio y el rencor entre los cubanos, y opta por alentar la confrontación en la arena internacional.
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