Las cataratas cubanas
Antonio Torres Justo, BISL
LA HABANA, Cuba - Noviembre (www.cubanet.org) - No exhibe Cuba, en su luenga y estrecha geografía ninguna catarata imponente ni importante, lo que hubiera podido incluirse entre sus muchas desgracias. Contamos, sí, con uno que otro chorro de agua cristalina que se desploma, con desgano, desde cualquier pequeña altura y en la temporada de seca se asemeja al desperdicio de alguna cañería rota.
Pero cubanos y cubanas con ese padecer de la vista que conocemos como cataratas, que al inicio te opacan el ver, con celaje de neblina londinense y al final, como a Homero, te dejan ciego, tenemos algunos tantos, aunque las estadísticas no las conozco y no quiero pecar de infundioso. Y de vuelta a Homero, como extranjero su mal se hubiera remediado en Cuba, si de cataratas se tratara y siempre que reconociera que la treta del Caballo de Troya no fue del astuto Ulises.
Por ahí se cuenta de una cubana -a la que imagino una madura y carnosa mulata criolla- que colocó en la fachada de su casa un letrero que decía: "Se Permuta para Venezuela". Las permutas en Cuba, esto de mudarse de este barrio para aquel otro, conlleva tal cantidad de papeleo y autorizaciones, cuños y firmas, gastos y regalías, que atemorizan al más valiente. Suponer los trámites necesarios para realizarla con destino a Venezuela, es como adentrarse en el camino de la enajenación. Ya esto nos impone del enorme estado de desesperación de esta cubana.
Enseguida trataron de averiguar si la cubana era más chavista que castrista -pecado capital en la doctrina oficial- o una fanática superlativa del joropo venezolano o si lo que buscaba era emigrar con el cuento de la permuta.
Pero no, nada de eso. Según el rumor, el irrefrenable deseo de permutar para Venezuela lo motivaba un problema de salud. Desde hacía tiempo padecía de cataratas y había perdido buena parte de la visión.
Dicen que la señora comentaba que llevaba dos años a la espera de poder operarse, y que escuchaba por la TV (que verla le es muy trabajoso) que llegan y llegan venezolanos, y hasta esquimales, y los operan como quien dice de un día para otro.
Se cuenta también que en unos días la operaron y se eliminó el desconcertante letrero y ahora la cubana incluye a los sentidos del gusto y del olfato al poder ver -que vista hace fe- el chocolatín y todo lo demás.
Si la anécdota es real o ficticia no me parece lo importante. Lo que desconcierta es la moraleja de este lleva y trae solidario que denominan Operación Milagro a la par que como cubano, nacido y criado en Cuba, con libreta de abastecimientos, carné de identidad, guardias obreras y cederistas, hasta donaciones de sangre inclusive, pasas más trabajo que Ulises para regresar a Itaca y esperar por un verdadero milagro para que te operen las cataratas, porque lo que tienes por delante de extranjeros, sin contar los socios de los socios, es mucho.
Es injustificable que el paternalista estado socialista, que constitucionalmente se programa garante del derecho de sus ciudadanos a la atención y protección de la salud, la brinde tan limitada, restringida, reducida, porque antes tiene que atender a extranjeros. Ni con lo más selecto de la dialéctica y las condiciones objetivas y subjetivas, de la que tanto gustan los marxistas, lo pueden justificar, a no ser que se reconozca que toda esta preocupación por el prójimo -forasteros en particular- su salud y sus dolencias es parte del diseño de política exterior de apoyo a semejantes ideológicos.
La solidaridad es humanidad, generosidad, filantropía cuando es sincera y espontánea, si es el disfraz de móviles turbios, es sencilla "sordidaridad".
No comments:
Post a Comment