La Corrupción en Cuba
2005-11-08
La cubana es una sociedad totalmente corrupta. Para justificar tan dura pero real conclusión, no es necesario sumergirse en los tratados de Mises, Friedman o Mesa Lago. Basta respirar, mirar, vivir la realidad de la isla.
Allá por los noventa, en medio del llamado Período Especial, oí por vez primera un comentario acerca de la venta de medicamentos a través del mercado subterráneo (bolsa negra). Aquello me impactó de tal forma que, aún hoy, despojado de las vendas que cubrían mis ojos, me parece imposible que sucediera lo que de inmediato consideré la mayor degradación de nuestra sociedad.
Pregunto, ¿quién puede hoy, pasados tres lustros de la caída del comunismo y de los subsidios de la extinta URSS, en medio de una crisis generalizada, alzar su mano y apuntar con índice acusador a corruptos o a disidentes, a los que roban como único medio para subsistir? Obviamente, nadie.
La corrupción en Cuba es una cadena creciente a la que se le van sumando día a día los eslabones que la aprisionan, que la asfixian. Es una carrera de relevos en la que, el que sustituye, está condenado a sucumbir en el mismo error.
Lo reconocen los mismos instructores de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR). Uno de ellos, en medio de una entrevista, me comentó haber trabajado numerosos casos de corrupción. Le cuestioné qué pasaría con los que sustituyeron a los encartados. El oficial me respondió, que cuando se enriquecieran, serían procesados de igual forma, en un juego de palabras que no supo o no pudo evitar. Una abrumadora objetivi dad que desmitifica la viabilidad del régimen castrista y del sistema socialista.
El gobierno cubano está enfrascado por éstos día en una "batalla contra la corrupción", obedeciendo a lo que podríamos definir como pensamiento crítico circunstancial, una nueva versión de la Rectificación de Errores. Ha reemplazado a los empleados de las gasolineras con trabajadores sociales, está realizando auditorías y se comenta que, desde el este del país, traerán personal para sustituir directivos, en franco órden cíclico.
Rodarán cabezas, pero la historia se repetirá mientras sea una sola la pensante. La corrupción en Cuba alcanza a militantes del Partido Comunista, ministros, consejales y directores de empresas. Está palpable aún el ejemplo de la destitución sin comentarios del presidente del Instituto de Deportes, Educación Física y Recreación, Humberto Rodríguez. Y a quién no lo ha hecho, se le puede cuestionar, al menos, por omisión.
Razón -no escuchada por los que desgobiernan Cuba- tuvo José Martí, quien sobre la corrupción opinó que, "así como es gloria acumularla (la riqueza) con el trabajo franco y brioso, así es prueba palpable de incapacidad y desvergüenza, y delito merecedor de pena escrita, el fomentar por métodos violentos o escondidos, que deshonran al que los emplea, y corrompen la nación en que se practican".
La Habana, 7 de noviembre del 2005.
http://www.presslingua.com/web/article.asp?artID=3598
2005-11-08
La cubana es una sociedad totalmente corrupta. Para justificar tan dura pero real conclusión, no es necesario sumergirse en los tratados de Mises, Friedman o Mesa Lago. Basta respirar, mirar, vivir la realidad de la isla.
Allá por los noventa, en medio del llamado Período Especial, oí por vez primera un comentario acerca de la venta de medicamentos a través del mercado subterráneo (bolsa negra). Aquello me impactó de tal forma que, aún hoy, despojado de las vendas que cubrían mis ojos, me parece imposible que sucediera lo que de inmediato consideré la mayor degradación de nuestra sociedad.
Pregunto, ¿quién puede hoy, pasados tres lustros de la caída del comunismo y de los subsidios de la extinta URSS, en medio de una crisis generalizada, alzar su mano y apuntar con índice acusador a corruptos o a disidentes, a los que roban como único medio para subsistir? Obviamente, nadie.
La corrupción en Cuba es una cadena creciente a la que se le van sumando día a día los eslabones que la aprisionan, que la asfixian. Es una carrera de relevos en la que, el que sustituye, está condenado a sucumbir en el mismo error.
Lo reconocen los mismos instructores de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR). Uno de ellos, en medio de una entrevista, me comentó haber trabajado numerosos casos de corrupción. Le cuestioné qué pasaría con los que sustituyeron a los encartados. El oficial me respondió, que cuando se enriquecieran, serían procesados de igual forma, en un juego de palabras que no supo o no pudo evitar. Una abrumadora objetivi dad que desmitifica la viabilidad del régimen castrista y del sistema socialista.
El gobierno cubano está enfrascado por éstos día en una "batalla contra la corrupción", obedeciendo a lo que podríamos definir como pensamiento crítico circunstancial, una nueva versión de la Rectificación de Errores. Ha reemplazado a los empleados de las gasolineras con trabajadores sociales, está realizando auditorías y se comenta que, desde el este del país, traerán personal para sustituir directivos, en franco órden cíclico.
Rodarán cabezas, pero la historia se repetirá mientras sea una sola la pensante. La corrupción en Cuba alcanza a militantes del Partido Comunista, ministros, consejales y directores de empresas. Está palpable aún el ejemplo de la destitución sin comentarios del presidente del Instituto de Deportes, Educación Física y Recreación, Humberto Rodríguez. Y a quién no lo ha hecho, se le puede cuestionar, al menos, por omisión.
Razón -no escuchada por los que desgobiernan Cuba- tuvo José Martí, quien sobre la corrupción opinó que, "así como es gloria acumularla (la riqueza) con el trabajo franco y brioso, así es prueba palpable de incapacidad y desvergüenza, y delito merecedor de pena escrita, el fomentar por métodos violentos o escondidos, que deshonran al que los emplea, y corrompen la nación en que se practican".
La Habana, 7 de noviembre del 2005.
http://www.presslingua.com/web/article.asp?artID=3598
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