'Scanning' a Cuba
OSCAR PEÑA
Se están explorando y estudiando por países aliados todos los escenarios
y posibles vertientes de apertura y cambios de la sociedad cubana y
entre cubanos se hacen muchas conjeturas. Compartiré mis proyecciones,
que no son siempre deseos, ni lo óptimo. Se trata de una mirada objetiva
a la realidad. Es sólo mi opinión.
Nuevamente vuelvo a afirmar que sucesión en Cuba es punto de inicio de tran-
sición a los cambios. El conocimiento del terreno cubano, el sentido
común y la patología y lecciones que vivieron los antiguos países
comunistas del este de Europa con modelos dictatoriales similares al
nuestro nos proyectan la hoja clínica de Cuba: en las estructuras de
muchos años de poder y control absoluto no hay derrumbes súbitos, sino
cambios graduales a partir de la muerte y sucesión del Stalin (léase el
poderoso extremista con las riendas) del país en cuestión.
No conozco a Raúl Castro, nunca lo he visto delante de mí. Formo parte
de esa inmensa mayoría del pueblo cubano que ha tenido, o tiene, la
ligera percepción --quizás inducida-- de que es un cubano antipático,
gris y más malo que Fidel Castro. Sin embargo, aun con poses de dureza,
lentitud, plattismo, retórica revolucionaria, y muy limitado por estar
respirando el hermano, se infirió de su toma de posesión en Camagüey que
sabe que la sociedad cubana ha cambiado y que es inevitable que cambien
ellos. Estoy seguro de que Raúl Castro no es un santo ni el fraile
Bartolomé de las Casas defendiendo cubanos, ni será ya en su existencia
un demócrata suizo, pero aun siendo un segundo timonel con compromisos
familiares, lealtades y cierto dogmatismo, no se puede ocultar que hoy
parece ser un militar con olfato para saber que malas y malas acciones
crean más y más descontento y desengaño nacional. No creo que estemos
sólo ante un cambio de foto del marco. Vislumbro --forma parte de la
naturaleza humana-- que Raúl Castro quiere dejar implantadas sus marcas
nacionales en la nueva historia de Cuba como el primer facilitador del
cambio. Parece saber que ser reformista hoy en Cuba es hacer algo
fascinante ante el pueblo.
Existen unos meteorólogos políticos cubanos que no dan nunca en la diana
y están al volvernos locos con sus fallidos pronósticos. Nos han
proyectado que a la muerte de Fidel Castro más de medio millón se
tirarán de cabeza al mar viniendo para Estados Unidos. Bien podía el
gobernante cubano o alguien a nombre de él enviarles una nota de
agradecimiento porque afirmar ese hecho es valorar que el dictador es
mejor que lo que viene. También me da mucha pena con los que piensan que
al anuncio de la muerte de Fidel Castro en Cuba se van a dar
levantamientos y que los que ostentan el poder hoy van a salir huyendo a
otros países. No será así. En el molde de los países totalitarios son
los propios sucesores los protagonistas iniciales del cambio. Ellos
tienen el poder y control de la sociedad y aprovechan con inteligencia y
prudencia la oportunidad que les brinda el momento para apuntarse los
méritos del cambio que todos desean. Y reciben muestras de
agradecimiento y apoyo de la población. Después viene todo lo demás por
gravedad. Y sobre que va a suceder en Cuba como en agosto de 1933 o
enero de 1959, tampoco será así. Vaticinar eso es desconocer a fondo lo
que ha sido una dictadura extremadamente larga y paternalista como la
cubana; y con una población que percibe que también arrastra y tiene
altas cuentas de culpas. La pena es general y de todas las generaciones.
Ojalá sepamos los cubanos también enterrar en el ataúd de Fidel Castro
nuestras faltas. Errar es de humanos, perseverar en el error no. Hoy en
la isla el pueblo quiere cambios sin sangre y sin desordenes. Todos
deseamos tener una evolución sin caos.
Cuando se muera Fidel Castro, con excepción de la semanal oficial de
duelo en cadena nacional, el gigantesco y largo velorio por provincias y
el solemne entierro en el mausoleo de la Plaza, o en la comandancia de
la Plata en la Sierra Maestra, el Cacahual o Santa Ifigenia, no sucederá
más. Es un capítulo que hasta la actual dirección del país quiere
cerrar. Para ellos en un estorbo nacional y para el pueblo hace rato
está virtualmente muerto. Prevalece la indiferencia. Fue el propio Fidel
Castro quien sepultó su mito con el largo tiempo que ha estado en el
poder absoluto. Fue pírrico. Su enfermizo ego lo traicionó. No supo
separarse a tiempo y ya hoy los cubanos le facturan todos los graves
errores, caprichos, crímenes y estancamiento de Cuba. Es admirado de
lejos por algunos extranjeros, no en Cuba.
En estos precisos momentos la comunidad internacional no debe revisar ni
cambiar su política de no créditos al régimen cubano. Los extranjeros no
son el problema, ni el freno de la apertura de Cuba. Es el régimen el
que tiene que dar primero auténticos pasos y cambiar. La comunidad
internacional, después. Cuba está en momentos cruciales y depende su
futuro de lo que hagan sus hijos. Debían los sucesores, el exilio, la
disidencia y otras partes representativas del pueblo estar dispuestas a
iniciar una mesa nacional de apertura. Saber hacer un pacto nacional de
compromisos entre las partes sería saber amar a Cuba.
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