2007-04-26.
Jose Vilasuso
(A partir de 1989 no tengo noticias sobre Tribunales del pueblo en
Europa del Este.) Material corregido y aumentado.
Disidente Universal. Hace algun tiempo bajo el título de La Izquierda
Punto Cero, Giancarlo Bosseti, subdirector de LA' UNITA, recopiló una
selección de materiales calzando firmas del nervio de Ralph Dahrendorf,
Giovanna Zincone, Salvatore Veca, Steven Lukes y otros publicistas dando
comienzo a un debate quemante, a campo abierto entre las ideas del día,
y que dado su intrincado contexto literario para el atento observador
permanecen vivos, coleando y retroalimentándose cual motivo de seria
meditación y cuidadoso desentrañamiento.
Partiendo de las tendencias contestatarias u opositoras del sistema
establecido, pluralista, y sin que sobreentendidos y secuelas impliquen
excesivas demostraciones ni compromisos, la pregunta inicial se cae de
su peso. ¿Ha perdido la izquierda su función? No fue Bosseti el primero
que se lo formuló, en manera alguna. Pero Giancalo Bosetti no cayó en
simplificaciones ni emotividades banderizantes; de ahí la permanencia de
su afinado discurso para quienes resguardan su cabeza con fines algo más
variados y altruistas que ponerse un sombrero.
Todo antagonismo doctrinario, aún en sus manifestaciones más radicales,
es como la adrenalina de la democracia. Es su componente utilitario de
uso imprescindible. Desde el momento que la concurrencia al debate
abierto de cualquier ideario interesante resulte suprimida o
menoscabada, la libertad se priva de vigorosas, pujantes fibras, y
comienza el camino de su decadencia. Tarde o temprano correrá la suerte
del comunismo y otros totalitarismos que se alejan del diario vivir
contemporáneo, y a lo sumo quedan rezagados y sin saber qué son, ni qué
hacer.
Ahora bien la mayor ofuscación de determinadas fuerzas políticas
pulverizadas tras los cambios de 1989 y 1991, se afinca en no comprender
que pese a toda renuencia, ellos continúan vivos, son parte constitutiva
del sistema vencedor. Esto no debe parecernos extraño ni tomarnos de
sorpresa. Que sepamos en Europa del Este o Nicaragua nadie ha propuesto
purgas o tribunales del pueblo al estilo La Cabaña en 1959.
Sin embargo, a cierta izquierda (por llamarla de alguna manera) le ha
quedado un trauma. Varios de sus sicofantes no saben qué dirección tomar
y sueñan con morir luchando a bayonetazos con un enemigo imaginario.
¿Estarán esperando a Godot? O tal vez aún no se han tropezado con Gulliver.
Surge entonces el atrincheramiento sicológico y por consiguiente su
desintegración letal. Nada se puede hacer a su favor porque ya viene la
invasión y les resulta imposible razonar de otra guisa. La agresividad
defensiva se convirtió en faena justificativa de su militancia. Primero
atizan el fuego y entonces pueden justificar sus temores. Pero no;
siempre será inoperante catapultear la catilinaria sobre un discrepante
que te escucha sereno y con rostro despejado.
Antes de calar la bayoneta se debe asegurar que valga la pena empuñarla.
Porque sería preferible intercambiar pareceres, con los nervios
aquietados, y del intercambio ha de salir el acercamiento; los rostros
no son tan diferentes. Las entidades, digamos mejor los partidos y
grupos sociales que resienten los vuelcos finiseculares, sólo podrán
proseguir su trayectoria en el contexto ideológico en la medida que se
ubiquen dentro del ruedo bogante; el tren debe cogerse en su estacion
correspondiente.
Para ello no se les exige dejación alguna de sus programas e ideas. Es
más sus militancias les otorgan la carta de ciudadanía en el crisol
brillante y brillando al aire libre. Lo interesante consiste exactamente
en que piensan distinto. Todo es cuestión de mayoría de edad, madurez.
Cuando el mundo moderno ha logrado consenso tal, a nadie puede
considerársele equivocado a título de nuevo Robinson Crusoe.
Observaba Karl Popper que Karl Marx por su conocimiento "radicalizado"
-entre comillas la adición- de la historia, creyó comprender fuerzas
desconocidas cuya dirección determinaba los destinos de la humanidad.
Pero hoy creamos la historia que el conocido judío -dado su mesianismo
epocal- no pudo predecir, pero de haberla vivido seguramente se le
hubiesen bajado los humos.
(Tal vez ya se hubiera afeitado con algún producto perfumado adquirible
en cualquier supermercado.) No pocos de sus discípulos han comprobado
que el futuro es impredecible y el destino se lo sabe trazar cada cual;
de lo contrario continuarán por el camino de servidumbre. La Revolución
de Terciopelo rompe con aquellos esquemas grandielocuentes, aquellas
barricadas no tan cómicas por lo trágicas y no tan trágicas por lo
cómicas, de manera irrecusable; sin embargo y a su pesar aun hay quien
por espasmo cierra los ojos, y por la acera de enfrente nos pasa sin mirar.
¿Noam Chomsky tal vez? No; no hay teoría omnicomprensiva ni nadie tiene
respuesta para todo. Tampoco existen los malos de la película sin pizca
de acierto. De modo equivalente Sabeloto es tan poco entretenido como
Sardanápalo. No pretendamos ser dioses no precisamente del Olimpo. Al
César lo que es del César, punto.
El desapasionamiento nos embalsaría por canales viables, navegables que
contradicen esa idiosincracia caribeña, emocional y efusiva en grado
superlativo. Ahí se interpone una alambrada de púas insalvable para los
certeros analistas en estudio y quizás hasta parcial explicación de la
verborrea latinoamericana en general.
En Cuba, por ejemplo, si bien hay motivos sobrados para una
refrigeración del clima predominante en las últimas cuatro décadas; los
dirigentes de cuello, corbata, y guayabera con lacito, que pronto
regirán nuestros destinos patrios, no podrán prevalecer si carecen de un
mínimo de aquel carisma que inmortalizó a los Eduardo Chibás, Ramón Grau
San Martin o Carlos Prío Socarrás.
Los fogosos discursos del primero, chistes del segundo y el tercero con
sus muecas, fueron destellos espejeantes de un sano criollismo, fueron
hombres con defectos y virtudes imprescindibles en todo medio humano.
Caramba es hora de interesarnos por descubrir personalidades con
vocación de normalidad, personas capaces de quitarse el sombrero y
sentarse en un café para conversar amigablemente con el vecino que ocupa
la mesa contigua.
Autopsiando ahora a los llamados intelectuales de izquierda, se pregunta
Richard Rorty. ¿Qué gran pesar esconden tras la conclusión de que los
sistemas democráticos y de bienestar, con sus contradicciones e
injusticias, son lo mejor a que la humanidad puede tender? ¿Será
verdaderamente la permanencia de la pobreza y desigualdad la causa del
dolor?
O más bien el bochorno porque ciertas teorías quedaron sepultadas entre
los escombros del Gulag? Cualquiera que sea la "escogencia," lo que se
impone es la variedad retórica y superación de traumas. Richard Rorty
propone ponerse al día con otra semántica a utilizar. Términos como
avidez y egoísmo insertados en lugar de ideología burguesa, pongamos por
caso. Sustituir la crítica de las instituciones libertarias por el
señalamiento de sus malos usos. Privilegiar un vocabulario veraz en vez
de diatribas y denuestos. Reconocer el poder de convencimiento inherente
a las razones por encima del trapo sucio. Leerse un artículo
periodístico con filo rubricado por Jorge Manach en lugar de poner una
bomba. Acostumbrarnos a trazar políticas propias y no subordinarlas a lo
que haga Estados Unidos. Antes que diseñar modelos alternativos de
proyectos que presuman la aparición del hombre nuevo socialista; primero
es preferible que charlemos amenamente sobre el Cromañón, el yeti o
Tarzán de los monos. Estos al menos han logrado desarrollar mejor el
sentido del humor.
Mejorar lo existente es más factible que la consigna de tierra arrasada
para empezar en cero. Vamos, no seamos tan exagerados. No se debe barrer
con los parlamentos, estaciones de T.V, partidos políticos, iglesias,
sindicatos, escuelas, etc.. Ya se hizo en Cuba ¿y qué mejoró? Los
hombres tenemos derecho a pensar. En cuestiones de lenguaje la
revolución sólo debe de perder su r inicial para proseguir su rumbo como
parte del decursar temporal con razonables posibilidades de construir
algo útil y sin necesidad de esos instrumentos gruesos como el paredón
de fusilamiento, las cárceles por motivos políticos, y sus carceleros
tan admirados por monseñor, reverendo, reverendísimo padre Ernesto
Cardenal y su no menos ilustre segundo apellido Q.D.G. y tatatá.
La frase de Charles Foulcault "Lanzar una flecha en el corazón del
presente," es desestimada por Jurgen Habermas aduciendo que el presente
es la materia prima para construir un mundo mejor. Lo que se tiene, se
tiene y no se suelta. La autorregulación de la economía de mercado debe
permanecer intacta pues es la fórmula para crear riqueza. No se trata
tanto de figurar sociedades ideales que nos colman de ilusiones
frágiles, como viabilizar las que funcionen. Hay formas de coordinar la
inversión privada con regulaciones pragmáticas del estado.
La República Checa practica la participación obrera en los beneficios de
la empresa. En Panamá y Honduras los experimentos de pequeñas empresas
regidos principalmente por mujeres poco tienen que envidiarle a los de
Pakistán. El espíritu libre tiene por delante un ceremil de
factibilidades halagüeñas que ya debían recibir un mínimo de publicidad
en provecho de la opinión pública mundial.
De ahí que la idea social demócrata se ha afianzado en aquellos países,
mientras cierto socialismo se contempla como contrario a la libre
iniciativa y proclive a la imposición estatal; asunto harto conocido. El
nuevo paquete legislativo del coronel Chávez no resiste análisis serio
alguno; aunque sería interesante saber qué opina al respecto don Gabriel
García Márquez merecidísimo premio Nobel de Literatura.
Frederick Hayek, quizás el teórico de mayor valimiento en el tema,
sostiene sus bases con los zapatos en la tierra y afincados pulgada a
pulgada. Perseguimos objetivos menos ambiciosos; armémonos de paciencia
y avanzaremos con mayor celeridad que a impulsos de aquella confianza
saturada de presunción oída en 1960.
"Produciremos mayonesa, pollos por millones, manteca de cerdo para
abastecer a todo el tercer mundo, produciremos más leche que Holanda,
más queso que Dinamarca, tendremos mejores salarios que en los Estados
Unidos, Fidel." "Cada cubano tendrá un carrito, una casa y diez mil
pesos en el banco, Che." Sin comentario.
Cada descubrimiento científico conduce a nuevos espacios por explorar y
adentrándose en el futuro se gana terreno a pastos. La libertad es
imprescindible para abrir lugar a lo impronosticable. Hay que correr
albures y riesgos; probar el temple, experimentar, aprender de los
fracasos. La casualidad debe afrontarse, no por loca -nada resulta
improvisado en el devenir de la naturaleza, ciencia, Dios- sólo que
obedece a una lógica trascendente y desconocida por nosotros. Cosas que
traspasan nuestro ámbito, nuestro presente, y que al final del camino se
encontrarán. De ahí que la investigación debe de ser permanente y sin
cortapisas; es un trabajo más. Otro tanto el diálogo. En última
instancia nada es tan cierto en el porvenir como sus probabilidades y
posibilidades.
El camino está expedito a todas las odiseas del conocimiento, al debate,
y la experimentación que abren puertas agigantadamente con los nuevos
descubrimientos en economía, historia, sociología, fisica, ecológicos e
industriales como Etanol.
La izquierda es parte de esa acumulación de enigmas que abrazamos
confiados. No lo olviden. Sólo un humilde consejo, quítense el uniforme
militar y por favor aprendan a sonreír.
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