Yosvani Anzardo Hernández
30 de abril de 2007
Holguín, Cuba –bitacoracubana- Antonio Fernández es un tipo normal.
Tiene su esposa y un hijo. Es mecánico y un buen trabajador. Aunque el
temor de chocar con las leyes le impide ser temerario. O sea, Antonio es
un buen ciudadano, y por eso pasa hambre junto a su familia, y baja la
cabeza ante su hijo, a los ojos de quien, sólo se atreve reflejarse
cuando está borracho.
Bebe los sábados. El alcohol que venden en los establecimientos
gastronómicos está contaminado. Él lo sabe. Pero no puede comprar otro.
En el trabajo no hay piezas, ni herramientas y pagan poco. Se pasa mucho
trabajo para trabajar.
Antes era ateo. Ahora necesita creer. Pero no sabe en qué. Su consuelo
es que no es el único. Casi todos los que conoce, viven igual, y algunos
hasta peor. Aunque alguien le dijo a su hijo que "el consuelo de muchos
es consuelo de tontos".
Esto le costó al muchacho un castigo. Porque ellos son pobres, pero
duermen "con la conciencia tranquila". ¡Bueno!, en el caso de Antonio,
cuando duerme. Padece de insomnio.
Dice él, que su esposa y su hijo no lo comprenden. Que peor es estar
preso y que él es un revolucionario.
–Recomemierda –lo llama la mujer, por no hacer trabajos particulares
como todo el mundo–. Porque esta es una sociedad cleptócrata –Ella no
sabe lo que la palabra significa, pero pronunciándola se siente rebelde,
pues la oyó decir bajito en la panadería, cuando alguien decía que en
Cuba todos roban.
La esposa lo quiere y siente lástima por él. Sobretodo cuando arma un
escándalo y grita que él es quien manda en su casa. Da un portazo y sale
para la calle. Luego regresa y come lo que encuentra en las ollas sin
preguntar de dónde salió.
Cree que todo el mundo es de la seguridad y que este es el mejor aparato
represivo del mundo. Aunque además de temor, ya también siente
desprecio. Sobre todo desde que escucha mentiras y represiones demasiado
cercanas como para ser ignoradas. Ya no lo respeta, y esto es irreversible.
En el barrio, casi todo el mundo piensa lo mismo. Pero también casi todo
el mundo piensa, que debemos salvar nuestro nacionalismo. A veces no sé
a que se refieren.
Un sábado, Antonio no encontró a nadie que pudiera prestarle 10 pesos y
50 centavos para comprar los 15 huevos que le tocaban. Y que salvaría
ese y algunos días más de la inanición.
El grito ahogado de la esposa de Antonio, le indicó a su hijo, que los
casos de intento suicida de los padres de sus amigos, también era el
suyo. Pero a diferencia de sus amigos, ahora era huérfano de padre.
En la escuela lo mirarán con cierta lástima. Pero durará poco tiempo. Se
siente culpable por no haber podido ayudar más, y la vez que le robó un
peso para comprar pastica de maní y no le brindó a nadie. Y por no
haberle dicho nunca lo mucho que lo quería.
Tal vez Antonio lo sabía. Y sólo pretendió llamar la atención para que
no le exigieran, con la mirada, lo que las palabras callan. Y la vida se
le fue de las manos. De cualquier forma no dejó nota.
La gente dice que es increíble que lo haya hecho sólo por 10.50. Que es
menos de cincuenta centavos dólar. Aunque también exactamente el doble
de lo que algunos ganan en un día de trabajo. –si me lo hubiese pedido a
mí, yo se los hubiera pedido a otro para prestárselo a él –dicen algunos.
Y es cierto, si esto fuera posible, tal vez hubieran salvado a Antonio
ese sábado. Sin darse cuenta de que moría todos los días. Quién lo
hubiese salvado el resto de los sábados.
Qué o quién ahorcó a Antonio, esta vez no lo voy a decir. Pero que mi
silencio te condene.
Agencia de prensa Jóvenes sin Censura (El gobierno cubano le niega a
esta agencia su reconocimiento legal).
http://www.bitacoracubana.com/desdecuba/portada2.php?id=4630
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