Baños públicos (II parte y final)
Oscar Mario González
LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - Las escaleras de entrada
de los edificios vecinales son frecuentemente utilizadas como baños
públicos.
De aquí las discusiones entre vecinos cuando aparece una "sorpresa" en
medio del escalón. A esa hora nadie quiere limpiarla, pero la mayoría de
las veces el apartamento más cercano al "percance" asume la tarea, con
toda la carga de disgusto imaginable.
Ese es el caso de Rodolfito, que varias veces se encontró con la
"novedad" a la entrada del apartamento. Juró que si un día sorprendía a
un descarado en el hecho le iba a partir la cabeza. Una noche se le
presentó la ocasión al sorprender a un viejo en plena faena. El hombre,
con cara de carnero degollado y voz temblorosa, le dijo:
-Hijo, yo no soy un descarado como crees. Vengo de Manzanillo y llevo
dos horas buscando donde hacerlo. Haz lo que quieras, pero yo no aguanto
más.
Rodolfito, conmovido, lejos de agredirlo, lo invitó a para y le brindó
una taza de café con lecho y pan con mayonesa de soya. Iniciaron así una
amistad que perduró hasta que el más joven abandonó el país, luego de
sacarse la lotería de visas.
En honor a la imparcialidad se impone decir que el gobierno ha
construido algunos baños público, pero son muy escasos.
Ofrecen su servicio al precio de 20 centavos y, de usted solicitarlo, le
ofrecen la mitad de una página de los periódicos Granma, Juventud
Rebelde y Trabajadores. Tal amabilidad no es gratis, pero tampoco tiene
precio fijo. Habitualmente se dan otros 20 centavos, aunque lo elegante
es dejarle un peso al empleado.
Entre los baños públicos más famosos pudieran citarse el que está en el
parque del Quijote de J y 23 en el Vedado, a una cuadra de la heladería
Coppelia, y el de San Rafael e Industria, en el corazón del boulevard.
En los hospitales y otros lugares públicos hay baños donde el pago de
los 20 centavos se torna obligatorio. El asunto se ha criticado, pero
los jefes de las entidades se hacen de la vista gorda. Un empleado al
frente, parece ser la única forma de garantizar la limpieza, y el
hombre, por supuesto, necesita recompensa monetaria.
En fin, esta problemática viene afectando al hombre común desde hace
cuarenta años. Puede decirse, sin temor a equivocación, que todos hemos
sufrido apuros y "percances" alguna que otra vez. El tema, no obstante,
carece de la debida difusión, tal vez por parecer vulgar o atentatorio
al pudor.
Por eso Clotilde, casi con un siglo de vida encima, libre de apariencias
y formalismos, y sin ningún pelo en la lengua, le dijo al trabajador
social que tocó a su puerta para lavarle el cerebro con toda aquella
verborrea de "batalla de ideas", "cinco héroes" y "perfeccionamiento
empresarial".
-Mire, joven, deje esa cháchara, que yo he conocido muchos gobiernos en
esta Isla y ninguno ha sido peor que este; porque al cabo de medio siglo
en el poder no ha sido capaz de ofrecerle al cristiano un lugar decente
donde se pueda mear como Dios manda.
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