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Sunday, September 16, 2007

Tania Díaz Castro, poeta y mujer única

Publicado el domingo 16 de septiembre del 2007

Tania Díaz Castro, poeta y mujer única
BELKIS CUZA MALE
Especial/El Nuevo Herald

Para escribir sobre ella, he vuelto a leer sus poemas, los de ahora y
los de antes. Los que ha ido sembrando en el camino de su accidentada
vida. No puedo ubicarla ni aquí ni allá, porque ha cambiado de casa como
de vestidos. Pero tengo sus fotos, y sus textos, que a veces me llegan
como chispas de luz quemándose en la hoguera. En esa hoguera que se ha
llamado la revolución cubana, y que a ella en particular le ha costado
casi la vida. Dos años de cárcel no son poca cosa en una prisión cubana,
y para colmo de males, el descrédito y las calumnias que la dictadura no
se ha cansado de propagar contra ella.

Estoy hablando de esa excelente periodista y poeta llamada Tania Díaz
Castro --nacida en 1939 en Camajuaní, en la antigua provincia cubana de
Las Villas--, de quien el destino (o el karma) nos hizo amigas. ¿Que
cuándo la conocí? ¿Cómo recordarlo, si parecería que nos hemos visto
toda una vida?

De su labor como periodista conservo la imagen de la época en que
trabajaba en la revista Bohemia, en los años sesenta y pico y setenta,
hasta que se fue de allí o la echaron. También de su vida de poeta tengo
innumerables recuerdos, cuando solía reunirnos en algunos de esos
apartamentos en los que vivió en La Habana, y donde disfrutábamos del
esplendor de ''los manjares'' que entonces eran imposibles de soñar, si
no hubiera sido por el amigo Kano, el japonés amable y generoso que
traía junto con los víveres la amistad. Era la época en que Tania había
sufrido una agradable metamorfosis: su espíritu se trasformó como por
obra y magia de la cultura japonesa. Había regresado de un rápido viaje
al Japón, a donde fue a residir con aquel otro japonés, a quien apenas
recuerdo y con el que estuvo casada un año.

Fue una época maravillosa para ella, en la que Tania se despojó de lo
superfluo, y dejó su apartamento en el hueso: puros libros y algunos
cuadros y mucho ambiente japonés por todos los rincones, lo que equivale
a decir, blancura, simplicidad y extrema limpieza y nada de
abigarramiento. La sencillez del alma. A esa pureza se afilió Tania
entonces, y leyó toda la literatura japonesa que pudo y nos hizo también
leerla a nosotros, sus amigos, pues su entusiasmo desbordaba las tardes
de tertulia habanera en su apartamento. Esa influencia japonesa dejó una
impronta eterna en su poesía.

Atrás quedaban la Tania que aullaba como loba herida en ese ya clásico
libro que es Todos me van a tener que oír, y que Linden Lane Press
publicó en 1989 --en edición que reproducía la original habanera de
1970, ahora con traducción al inglés de los poetas Carolina Hospital y
Pablo Medina--, a raíz de los sucesos que la llevaron a la cárcel en
Cuba entre 1988-89, acusada de ''insultar y desobedecer a las
autoridades'', aunque en realidad se le condenó por su activismo en pro
de los derechos humanos.

Tras salir de la cárcel, Tania funda, junto a Ricardo Bofill, el Partido
de los Derechos Humanos, y en marzo de 1990 es arrestada y acusada de
nuevo, junto con otros miembros del partido, de ''rebelión''. En julio
de ese mismo año, y tras presiones de la Seguridad del Estado, es
obligada a declarar en la televisión en contra de ella misma y de otros.
Por supuesto, ya hemos vivido demasiado el totalitarismo marxista y sus
prácticas de procesos judiciales idénticos, como los terribles
''procesos de Moscú'', para que alguien pudiera dudar de que aquellas
farsas eran calcos monstruosos.

Mientras giran las hojas del arce, publicado por la Unión de Escritores
y Artistas de Cuba en 1998, es sin duda un libro único en la literatura
cubana, pues desde las ''japonerías'' de Julián del Casal, ningún
escritor cubano se había asomado a la cultura nipona. Este es también un
libro de ruptura en la obra de Tania, al abordar una poesía realmente
tocada por la sencillez y el susurro de lo japonés, y que nos sumerge de
principio a fin en el paisaje humano de su experiencia en ese país.

Al final de los 34 poemas del libro uno

desearía no regresar de este viaje sentimental que compartimos con la
autora mientras disfrutamos de su lectura.

Han pasado los años, y Tania sigue allá, esperando, me dice. Está sola
en La Habana, sus hijos todos se han marchado. Sigue ro-

deada de sus queridos perritos, de sus cosas, de sus recuerdos. Ha
permutado de vivienda sabrá Dios cuántas veces, y hasta ha tenido el
privilegio espiritual de habitar por un tiempo el caserón de Mercita
Borrero y el pintor Loy, allá en la calle de San Francisco. Sigue
haciendo gran periodismo independiente para la agencia Cubanet de Miami,
y no me canso de admirarla. Alamar, donde ahora reside, no es su paisaje
natural. Yo la ubico en plena Habana, agitada, valiente, lenguaraz,
poniendo los puntos sobre las íes, tirando a la basura las experiencias
amargas de la vida.

Imposible no llorar con algunos de sus poemas. O debe ser porque he
compartido con ella esas mismas experiencias, familias, amigos, seres
inolvidables como Mercita Borrero y la memoria de Juana, poeta y pintora
del alma, que también propició nuestra amistad.

Años en los que Tania Díaz Castro era la poeta que lo arriesgaba todo
por amor, en los que quemaba pronto las etapas y abría una nueva página
de su destino personal. Años en los que La Habana iba desapareciendo
lentamente y ella iba reconstruyéndola con su sagaz y valiente prosa
periodística. Años en que no ha dejado de amar y de escribir, y de soñar
con el renacer de la isla.

¡Qué extraño que las editoriales españolas no publiquen la obra de esta
excelente poeta, ahora que están de moda los escritores que viven en la
isla! Allí está ella, en medio del oleaje sin fin de esta isla que
parecería devorar los sueños de sus habitantes. Pero no el de Tania Díaz
Castro.•

BelkisBell@Aol.com

http://www.elnuevoherald.com/151/story/90886.html

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