Baños públicos (I)
Oscar Mario González
LA HABANA, septiembre (www.cubanet.org) - Humanamente hablando, no 
existe en la sociedad humana, por razones obvias, ningún servicio urbano 
que supere en importancia a los baños públicos.
En Cuba, luego de la ofensiva revolucionaria de 1968, que dio al traste 
con todo vestigio de comercio privado, el asunto de hacer las 
necesidades fisiológicas fuera del hogar, se convirtió en un tormento; 
en una verdadera odisea.
Paradójicamente los jerarcas de la nueva sociedad marxista tan proclives 
a desdeñar los recatos, calificándolos de melindres burgueses, han 
ignorado algo tan natural como las exigencias del metabolismo humano. 
Nunca se han preocupado por ofrecer a la población un mínimo de 
comodidad para evacuar los desechos de la digestión.
En la anterior sociedad de consumo el asunto estaba resuelto de manera 
espontánea, por la presencia de una red de pequeños comercios dedicados 
a la gastronomía y dotados de baños públicos como requisito para atraer 
al cliente. Fondas, restaurantes y cafeterías eran los lugares 
encargados de resolver tan elemental necesidad.
En esta sociedad de miseria, paranoía y chivatería, el problema se torna 
insoluble. Francamente hablando, salir a la calle implica dejar en la 
casa todas las exigencias orgánicas. Hay que salir comido, bebido y 
evacuado.
Pudiera pensarse que la solución está en la abundancia de locales 
destinados al burocratismo socialista (oficinas de empresas, sindicatos, 
comités de defensa, etc.), pero no es así. Cuando Ud. solicita el uso 
del baño le responden, generalmente, que está roto o que no hay agua. 
Realmente temen que se les pueda "pegar algo malo", que lo dejen sucio o 
que se roben los herrajes.
Como resultado de la falta de baños la gente se ve obligada a hacer "la 
gracia" en cualquier lugar, pues cuando la carga dice "allá voy" no hay 
nada ni nadie que la detenga.
Los lugares más frecuentados por la gente en "apuros" son las ruinas de 
los edificios derrumbados, algo relativamente abundante en Ciudad 
Habana. Tales sitios son verdaderos retretes al aire libre.
Pero también puede ser una guagua, un parque, el espacio entre dos 
latones de basura, en fin, cualquier recoveco donde quepa el cuerpo 
humano. El horario nocturno con la complicidad de las sombras siempre 
viene en ayuda del hombre "necesitado".
Algunos edificios famosos y hasta aristocráticos de La Habana de 
siempre, han devenido urinarios públicos. Este es el caso del flamante 
Centro Asturiano, situado frente al Parque Central y al costado de la 
Manzana de Gómez, o el edificio del cuchillo de Toyo, en la intersección 
de las calzadas de Luyanó y 10 de Octubre, desde donde Fulgencio Batista 
partió el 4 de septiembre para encabezar la revuelta de los sargentos, 
que a los cuatro días lo convirtió en coronel y en el hombre más 
poderoso de la república.
 
 
No comments:
Post a Comment