Juan Carlos Linares Balmaseda
27 de abril de 2007
La Habana – bitacoracubana - Antes, cuando la época del capitalismo en
Cuba habían muchos dueños. Fueron tiempos, de 1902 a 1959, en que comer
carne a diario no era un privilegio de rico. Ahora, en época fidelista,
cuando supuestamente figura un solo dueño, "el pueblo", poner fibra
animal sobre la mesa una vez por semana cuesta una fortuna.
Hoy en día ¡CARNE DE RES! es un músculo para respetar y temer. Respetar
por el nivel nutritivo que posee y temer porque echan hasta diez años en
prisión al que capturen con ella y un tribunal sentencie que las libras
del oro rojo son fruto del sacrificio ilegal.
Esta fibra, que antes denominaban ganado vacuno, ahora con el fidelismo
la tildan de "robada y sin vacunar", cotizándose en el sibilino mercado
negro capitalino a un precio que oscila entre los 120 y los 140 pesos
(moneda nacional) el kilogramo, y cuando aparece.
Un truco campesino que mantiene vivo el sabor de la carne de res en el
paladar, es el de esperar a que un bovino -que cada día son menos- se
sitúe a pastorear en medio de la línea por iniciativa del dueño unos
segundos antes de que cruce el tren. Segundos después, el maquinista y
el dueño estarán compartiéndose el cuadrúpedo botín.
Otra manera de probarla, es que un coterráneo carnicero salga al camino
a atentar contra una vaquita o un torito.
Mas a pesar de toda restricción, la carne de res continúa siendo una
dieta sagrada para los cubanos, y su mercadotecnia ilegal se realiza
pregonando al oído de los vecinos confiables: "¡tengo de la buena!", ya
sea bistec, picadillo o tripa.
Otra fibra incomible, consecuencia del respeto y el temor que inspira
conseguirla, es la de langosta. Su nombre está sustituido por el popular
seudónimo de "come y calla", pues cuando la comes debes callártelo. Como
medida de protección adicional algunos autóctonos paranoicos envuelven
los carapachos en un periódico y los arrojan lejos de casa.
La peligrosidad de la "come calla" está sustentada más bien en dos
factores: que la policía echa años por comercializarla ilegalmente, y
que un golpe proteico mal dado por este marisco, recto al estómago de un
cubano hambreado de por años, puede que haga mayor estragos digestivos
que un coletazo de una ballena.
Langosta es una palabra debidamente utilizada en el argot erótico. El
nombre verdadero de este crustáceo puede emplearse legítimamente, a
viceversa de en la cocina, en un entorno de galantería masculina
dirigida a la coquetería de una joven con cuerpo de Criollita, las que
el caricaturista Wilson dibujaba con estrechas cinturas y abultados
glúteos: "¡Mami, eres toda una langostica!". Ese es un piropo de primera.
La carne de langosta se cotiza en el mercado negro a dos pesos
convertible por cada libra o el equivalente en moneda nacional de 50
pesos. Generalmente llega a su destino, la mesa, resultado del robo en
los centros de procesamientos estatales o porque un pescador furtivo se
adelanta a los pescadores de las cooperativas estatales. Saborearla en
un restaurante estatal -propiedad del pueblo pero exclusivo para
turistas extranjeros- ¡ni hablar de precio!
¡Tasajo de caballo!, vaya concepto que no se lee ni en las cartas de los
restaurantes. Calló en veda casi desde que "El Caballo", (el Equino
Comandante en Jefe), tumbó al indio Batista finalizando la década de los
cincuenta en el siglo pasado y extendió los límites de la caballeriza
paterna en Birán a los contornos del archipiélago cubano. De ahí a esta
fecha la carne de caballo ha sido únicamente para El Caballo, los
cuatreros de la nomenclatura y algún que otro por cuenta propia.
Otro antojo peligrosísimo será el de mascar un retazo de la exquisita
carne de venado.
Unos gramos de la susodicha en el bolsillo pondrían a cualquier
compatriota la carne de gallina. Esa carne va hacia la rancia
nomenclatura sin hacer escalas.
Las camadas de esos animales habitan en criaderos de zonas ecológicas, y
al cazador furtivo que capturen sacrificándolos comete doble sacrilegio:
quebrantar la Ley y robarle al comandante.
El venado ha sido relegado, incluso, de la paisajística contemporánea
nacional, trascendiendo a secas por sus cuernos tal cual atributo de
adulterio a la cubana.
Numerosas son las variedades de "carnes de verdad" -cotidianas antes-
que desaparecieron de la comida tradicional a lo largo del periodo
fidelista: la de conejo, el bacalao, los camarones, los ostiones, la de
pavo, y decenas de embutidos, pescados, aves...
Vea usted, si es cierto lo que inculcan en las escuelas fidelistas
(todas las que existen), de que antes -con el capitalismo- muchos dueños
mataban a este pueblo de hambre, ahora -con el fidelismo- un solo dueño
nos diseca el estómago y el alma.
http://www.bitacoracubana.com/desdecuba/portada2.php?id=4611
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