El útimo gran negocio de Fidel Castro
Obligó al pueblo a comprar una montaña de equipos de mala calidad y a la 
vez se aseguró de mantenerlo en la pobreza y atado al Estado mediante 
deudas insalvables.
jueves, octubre 30, 2014 |  Ernesto Pérez Chang	
LA HABANA, Cuba -Ha transcurrido una década desde que Fidel Castro, bajo 
la idea de una supuesta "revolución energética", forzó a millones de 
personas a endeudarse con la compra de equipos eléctricos de mala 
calidad que había adquirido en China y Rusia a precios irrisorios pero 
que luego fueron comercializados en cifras astronómicas, con respecto a 
los bajísimos salarios y pensiones que ganan los cubanos.
Algunos municipios, sobre todo aquellos donde viven los sectores más 
pobres, como Arroyo Naranjo, fueron seleccionados como zonas de 
"experimentación" porque, si las medidas de ahorro resultaban efectivas 
allí, más tarde serían implementadas en el resto del país, sin embargo, 
tales acciones escondían una estrategia política maquiavélica, como se 
infiere de los desastrosos resultados.
Fue en el año 2004 que comenzó el plan de sustitución de equipos 
eléctricos de uso por otros nuevos supuestamente más ahorrativos pero 
que han demostrado ser tan altos consumidores de electricidad como los 
anteriores, enviados a los hornos de la Antillana de Acero y exportados 
como chatarra.
Aunque el negocio era redondo, el ciudadano jamás fue resarcido por los 
equipos que entregaba y, para colmo de males, junto con los nuevos 
aparatos de pésima calidad, solo recibía un manojo de compromisos de 
pago que, en ocasiones, excedían casi doscientas veces los ingresos 
mensuales, como le sucedió a Hilda Rosa Puig, vecina del poblado 
capitalino de la Güinera, que nos cuenta cómo su madre murió sin llegar 
a saldar la deuda con el banco y que, a causa de los descuentos, estuvo 
más de cinco años recibiendo solo 10 pesos de un ingreso mensual de 64 
que cobraba por la jubilación.
Hilda ha heredado los despiadados desembolsos por unos equipos que ya ni 
recuerda porque, al no alcanzarle el dinero, ni ha podido reparar 
aquellos que se han roto y hasta debió vender el televisor para comprar 
alimentos y medicinas cuando la madre enfermó de cáncer. Me dice que se 
siente estafada y que si hubiera tenido el valor necesario no habría 
cambiado sus equipos por los otros que no servían: "no quería hacerlo 
pero, de cierto modo, nos obligaron a firmar".
Las personas, además de entregar sus refrigeradores y televisores en 
buen estado de funcionamiento, debían renunciar a cocinar con gas 
licuado, más ventajoso en un país periódicamente afectado por ciclones y 
con un suministro de electricidad nada estable. A cambio, el gobierno 
les exigía adquirir una simple hornilla eléctrica y una serie de 
cacharros que, por lo regular, sumaban una deuda cuya cifra mínima 
sobrepasaba los 11 000 pesos, sin contar los incrementos en los gastos 
de electricidad que trajo consigo la disposición.
Volantes distribuidos por el Partido conminando a aceptar el Pacto 
social (foto del autor)
Hogares que hasta esa fecha solo gastaban de 5 a 10 pesos por el consumo 
eléctrico mensual, comenzaron a destinar a esos fines más de la mitad 
del salario que, en estos momentos apenas les alcanza para comer, por lo 
que se han visto obligados a buscar nuevas formas de ingreso para lograr 
llegar a fin de mes, como es el caso de la propia Hilda que, además de 
trabajar limpiando pisos en un hospital, por las noches cuida enfermos o 
hace alguna labor de costura para los vecinos.
Esgrimiendo el mismo discurso entusiasta que siempre usa para disimular 
el callejón sin salida que ha ido creando con el desastroso y antojadizo 
manejo de la economía, el gobierno hizo creer a los ciudadanos que 
aquella "revolución" sería un estímulo que supondría un mejoramiento de 
las condiciones de vida, además que los acuerdos con los bancos se 
ajustarían a los bolsillos de los trabajadores. Todos fueron forzados a 
aceptar lo que en el momento fue conocido como "pacto social" y que, a 
las claras, se revela como un desfalco masivo, a juzgar por la dura 
realidad que viven hoy miles de familias que, transcurridos diez años, 
aún no logran liquidar las deudas, a pesar de que esos equipos que 
adquirieron en el 2004 hace mucho terminaron su período de vida útil.
El llamado "pacto social", divulgado en volantes impresos por el 
Partido, en principio era un llamamiento político que "convidaba" a 
someterse a tal ensayo pero, teniendo en cuenta el número de personas 
que se negaba a aceptarlo o a continuar en él, a los pocos meses, sin 
esperar los resultados de la prueba ni atender las quejas de las 
familias "bajo experimento", fue transformado en un recurso legal 
impuesto a casi todo el país no solo como consecuencia de la presión por 
los acuerdos comerciales que el gobierno debía cumplir con las empresas 
extranjeras que suministraban los equipos, sino además porque guardaban 
bajo la manga la implementación de un sórdido instrumento de control 
sobre los ingresos de los más pobres, conducidos a un círculo vicioso, 
entre las deudas y los gastos.
Acosados por los llamados "trabajadores sociales" que tocaban a las 
puertas de las casas a cualquier hora para obligar a pagar, chantajeados 
con cartas de denuncia del CDR (Comité de Defensa de la Revolución) a 
los centros de trabajo para afectarles los empleos y congelarles los 
salarios o con negarles la salida del país a aquellos que estaban en 
trámites de viaje, quienes se negaron a pagar las deudas adquiridas por 
imposición terminaron acudiendo al banco para acatar los llamados 
"compromisos de pagos".
Para el gobierno había sido un negocio redondo: a la vez que enmascaraba 
la medida de elevar los precios del gas licuado (que ahora vende a 
precio de oro a esos mismos a quienes se los quitó), obligaba al pueblo 
a comprar una montaña de equipos de mala calidad y a la vez se aseguraba 
de que millones de personas se mantuvieran durante años en los límites 
de la pobreza y atadas al Estado mediante deudas insalvables, un método 
de dominio que siempre le ha sido muy efectivo para ejercer el control 
sobre las multitudes.
Source: El útimo gran negocio de Fidel Castro | Cubanet - 
http://www.cubanet.org/destacados/el-utimo-gran-negocio-de-fidel-castro/
 
 
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