Las estadísticas hunden el "legado" de Fidel Castro
LA HABANA.- La vida le está jugando una mala pasada a Fidel Castro.
El hombre que en octubre de 1962 puso durante 13 días al mundo al borde 
de una conflagración atómica; el joven abogado que en el verano de 1953 
planificó un asalto al mayor bastión militar de Santiago de Cuba, con 
"soldados amateurs" equipados con fusiles de cazar torcazas; el 
guerrillero que con 81 figurantes derrotó al ejército del dictador 
Fulgencio Batista, que por cien lo superaba en cantidad y calidad de 
armamento, ha caído finalmente víctima de las estadísticas.
CUBA | 27 de octubre de 2014
LA HABANA.- IVÁN GARCÍA
Especial DLA
La vida le está jugando una mala pasada a Fidel Castro
El hombre que en octubre de 1962 puso durante 13 días al mundo al borde 
de una conflagración atómica; el joven abogado que en el verano de 1953 
planificó un asalto al mayor bastión militar de Santiago de Cuba, con 
"soldados amateurs" equipados con fusiles de cazar torcazas; el 
guerrillero que con 81 figurantes derrotó al ejército del dictador 
Fulgencio Batista, que por cien lo superaba en cantidad y calidad de 
armamento, ha caído finalmente víctima de las estadísticas.
A sus 88 años, los magros números del Producto Interno Bruto del país y 
en general las cifras en rojo de la economía cubana lo señalan como el 
gran culpable del desastre en la isla.
Castro pudo burlar la muerte en disímiles ocasiones. Fue un poco el 
resultado de la suerte, un poco la generosidad de tipos como el teniente 
Sarría, quien lo detuvo mientras dormía en un pequeño monte tras el 
fracaso del asalto al Cuartel Moncada en 1953.
Ya en el poder, con su impresionante cuerpo de seguridad -1.500 hombres 
que le cuidaban las espaldas y protegían sus  propiedades a lo largo de 
todo el archipiélago-, afirmaba haber abortado más de 600 planes de 
magnicidios. En uno de ellos, en Santiago de Chile, en 1972, estuvo a 
tiro. Un fusil empotrado dentro de una cámara de televisión pudo haber 
terminado con su vida, pero finalmente nadie apretó el gatillo.
Como cualquier ególatra incorregible, Castro ha esbozado una historia a 
su gusto y semejanza. En las escuelas cubanas se estudia más al 
"comandante invicto" que a Jesucristo.Todavía lo siguen vendiendo como 
el hombre perfecto. Un visionario. Un artista de la guerra. El padrecito 
de la patria. Sus partidarios se rasgan las vestiduras por él. Quienes 
lo veneran destacan sus logros. Pero los números y la realidad  desnudan 
ese mito.
El mérito de Fidel Castro fue poner a Cuba en los cintillos 
internacionales. Para bien o para mal. Su "cruzada antimperialista" 
encontró el pretexto perfecto en la doctrina marxista. Cuando se estudie 
a fondo la Guerra Fría, no se puede soslayar su figura.
Más allá de pedirle al premier soviético Nikita Kruschov que presionara 
el botón nuclear, fue un frenético adalid de la subversión en América 
Latina, las luchas anticoloniales en África y la guerra civil en Angola 
y Etiopía.
No tuvo amigos, sólo intereses. Infunde más temor que lealtad a los que 
le rodean. A sus mejores socios, Nelson Mandela y Gabriel García 
Márquez, ya Dios se los llevó.
Nació en el país equivocado. Si hubiese sido británico, alemán o 
estadounidense, el mundo hubiera retrocedido a la edad de piedra. Por 
suerte nació en Birán, en el oriente de la isla, alejado de los centros 
del poder mundial.
Fue una pesadilla para los opositores cubanos. Como arma de contención, 
a destajo utilizó la cárcel y el paredón.Masificó la educación con un 
suplemento brutal de adoctrinamiento ideológico. Era más fácil ser 
ingeniero que carpintero. Con el diluvio de rublos y petróleo llegados 
desde el Kremlin, montó un sistema de salud pública que se convirtió en 
la joya de su corona.
Al contrario de otros autócratas, no erigió edificios imponentes, 
ciudades magníficas o carreteras soberbias. No. Se le daba mejor 
construir mausoleos y plazas que le permitieran discursear en todas las 
provincias.
También diseñó una vaca, la F-1, que pretendía ser campeona mundial en 
producción lechera y carne. Fanfarrones como Castro hay pocos. Prometió 
que para 1980 La Habana tendría mejor nivel de vida que Nueva York. 
Sobrarían las naranjas, los plátanos y la malanga.
Los cubanos se asquearían con la producción desaforada de carne, leche, 
quesos, pescados y mariscos. Cuba sería la puerta del paraíso. No habría 
dinero. La isla se convertiría en un vergel donde el hombre nuevo 
retozaría en sus playas, luego de haberle vaciado un cargador de AK-47 a 
soldados imperialistas en cualquier rincón del planeta donde osaran 
poner sus botas.
Hasta 1990, un segmento elevado de la población creyó en el "máximo 
líder". Ensimismada, la gente escuchaba sus balandronadas. Se vivía con 
lo justo, a la espera del comunismo que, según decía, estaba al doblar 
de la esquina.
Pero el mar de felicidad prometido por el comandante no llegó. De otras 
latitudes sólo llegaban noticias inquietantes. El 9 de noviembre de 
1989, el Muro de Berlín se vino abajo.Los "hermanos del campo 
socialista" se liberaron del imperialismo soviético. El propio imperio 
ruso se despedazó. La ideología comunista dijo adiós.
Castro no supo -o no quiso- apostar por el cambio. Tuvo la oportunidad 
de oro de liderar reformas y llevar a Cuba a una etapa de modernidad y 
democracia. No estaba por la faena.
Desde hace 25 años, todo va en reverso. Los números no mienten. Las 
producciones, industriales o agropecuarias, han decrecido. En los 
campos, más vacas mueren de hambre que en los mataderos del Estado.
Las presas, carreteras y hospitales edificados por Castro se caen a 
pedazos por falta de mantenimiento. Los ciudadanos que antaño le 
aplaudían, huyen en balsas de goma, intentando alcanzar las costas de la 
Florida.
Con sus achaques a cuestas, el viejo guerrillero aún convive con sus 
delirios de grandeza, su manía de predicador y la convicción de ser un 
profeta. Augura guerras apocalípticas y el fin del capitalismo moderno.
Ocho años después de haber cedido por enfermedad el poder a su hermano 
Raúl, es un eco lejano entre la gente de a pie. Lo mismo ocurre con su 
revolución. Todos la dan por muerta. Sólo esperan el veredicto final. Y 
si algo saben los cubanos es esperar.
Source: Las estadísticas hunden el "legado" de Fidel Castro :: Diario 
las Americas :: Cuba - 
http://www.diariolasamericas.com/4847_cuba/2764529_las-estadisticas-hunden-el-legado-de-fidel-castro.html
 
 
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