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Tuesday, October 23, 2007

Señales de cambio

POLITICA
Señales de cambio

Miguel Itturia Savón

LA HABANA, octubre (www.cubanet.org) - Al reflexionar sobre las
expectativas de cambio que genera la muerte inminente de nuestro
caudillo, Rafael Rojas dice que Cuba es hoy "una comunidad indecible,
irrepresentable e inconfesable, a la espera de su desintegración final,
de su parálisis, de su nada". El ensayista infiere una posible
democratización del país, previa movilización de "legiones espirituales
contra la impolítica de la muerte".

Aunque comparto tan sugestiva hipótesis, no creo que el compás de espera
frene las acciones políticas del exilio y de la disidencia interna. La
parálisis no es total. El régimen militar se aferra a la nostalgia
revolucionaria y a los rituales del poder, pero no puede auto
transformarse. La gente está cansada de discursos, desfiles, promesas y
medidas arbitrarias. Las señales indican que los actores del cambio se
mueven detrás del escenario.

Por un lado, el régimen se descompone junto a sus símbolos y sus
entidades inoperantes, pero la élite finge no enterarse. Mantienen la
cultura del engaño mediante el arsenal de promesas, augurios y juegos de
estrategias para crear expectativas y ganar tiempo. Conservan la
represión y buscan legitimidad externa mientras evitan negociaciones,
denigran a la oposición pacífica y rehuyen sus propuestas. Sólo
reconocen al monstruo de la corrupción y al fantasma de la indisciplina
social y laboral, que acredita la pérdida de valores y el triunfo del
individualismo sobre el colectivismo impuesto.

Con ese propósito, el grupo más conservador de la nomenclatura erige al
líder moribundo en muralla contra los cambios. Las reflexiones del
comandante son parte del espectáculo mediático. Los regaños desde la
penumbra sirven de trinchera a los talibanes contra la propia clase
dominante, y como columna de humo para posponer la solución de los
problemas esenciales del país.

Por otra parte, ha crecido la oposición contestataria, pero aún es débil
frente a la burocracia anclada en la deforme estructura estatal. No se
proyecta una ruptura violenta. La gente es muy pobre para actuar en
política, aunque puede estallar espontáneamente ante el deterioro de los
servicios básicos, la posposición de sus necesidades y las torpezas
administrativas.

Todavía no es visible la mutación, pero la realidad es elocuente: crecen
la economía marginal, la prostitución, los suicidios, el alcoholismo y
la violación de las normas burocráticas. La propaganda ha dejado de ser
parte esencial de la vida de las personas. Los cubanos ya no escuchamos
las profecías de los ángeles de nuestra infancia, cuyo discurso jurídico
colinda con la guaracha cotidiana. Los jóvenes prefieren el regatón, el
rap y el hip hop. La nueva trova pertenece al escenario de los rituales
y la nostalgia.

En el ámbito real, la entelequia revolucionaria reta al vandalismo. La
economía formal -estatal y centralizada- naufraga ante el capitalismo de
estado (divisa) y la economía marginal. La doble moneda acentúa el
choque entre estos modelos, mientras los empleados actúan por su libre
albedrío en espera de la liberación de las fuerzas productivas.

Aparentemente nada cambia. La parálisis es innegable. Los esquemas del
régimen bloquean las reformas. El sucesor intenta retener el poder y
entretenernos con expectativas y críticas formales, pero la estrategia
de supervivencia tropieza con la indiferencia y el desmontaje real de
los servicios gratuitos que aseguraban la dependencia del estado.

Hasta ahora la isla no se mueve dentro de la órbita interna, pero hay
señales de cambio que pueden desbordar los diques del castrismo y
favorecer la transición a la democracia. Pienso, por ejemplo, en la
pérdida del orgullo nacional, la desconfianza en el modelo totalitario y
en el agotamiento de un régimen que conduce al éxodo anual de miles de
cubanos, quienes ven en lo extranjero un patrón más sólido. Es notable,
además, el rechazo a las medidas y leyes que afectan a los ciudadanos y
revelan la pérdida de la iniciativa gubernamental.

A las conductas "impropias" que violentan las normas conformistas, se
añade el resurgimiento paulatino de la fe católica y otras
denominaciones religiosas que sacuden los cimientos del adoctrinamiento
marxista, sin afectar aún el dominio del partido único.

Recordemos sucesos espontáneos como el "maleconazo", el éxodo másico de
1994 y las recientes sublevaciones de soldados en la cárcel de Manguito
(Santiago de Cuba), y en la unidad de tanques de Managua (La Habana).
Tales sucesos y los llamados a la renovación por parte de la disidencia
interna (Concilio, Proyecto Varela, La Patria es de todos) confirman el
disentimiento y la crisis de legitimidad del régimen.

Hasta el tirano comprende el amperaje del desastre. "Los cambios
vienen", dice desde su lecho, aunque todo se mueve tras los telones del
miedo y el fantasma del enemigo. Hay señales de cambio que contradicen
el menú oficial. Habrá sorpresas y sobresaltos. No avanzamos hacia la
nada. La tragedia no es castigo, sino desafío. Todo dependerá de
nuestros actos, no de los designios de la muerte del dictador.

http://www.cubanet.org/CNews/y07/oct07/23a8.htm

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