2007-10-27
Por Carlos Manuel Estefanía.
Director de CubaNuestra
A los cubanos se les habla, en los medios o desde las cátedras, mucho de 
la tradición de corrupción nacional, del latrocinio, la prevaricación y 
del resto de los males que hundieron la República. En general se les 
trata de la corrupción del pasado o la que pueda practicarse entre los 
exiliados. Ciertamente, se reconoce la presencia de casos "aislados" de 
esos males en el presente, los que se explican como rezagos de antaño, o 
males menores provocados por la reciente apertura al turismo y la 
inversión extranjera, y que nada tienen que ver con la naturaleza de una 
revolución tan puritana, como en principios, se presentó la cubana.
La verdad es que esos males,  de los que ya se debatía, acaloradamente 
en la prensa colonial. Emergen inevitablemente allí donde una burocracia 
mal controlada admistra la riqueza pública, como ocurría entonces. Pero 
en Cuba, la burocracia ha crecido como nunca antes en su historia, 
actuando hoy con un nivel de opacidad, desconocido, incluso en los 
tiempos del dominio de España, al menos en las últimas décadas, donde 
los periódicos y los partidos permitidos condenaron permanentemente ese 
flagelo.
  La corrupción de Cuba pues nació en la colonia y sobrevivió la 
república y pervive en el modelo imperante, supuestamente socialista, en 
una sociedad que, aunque la combate con leyes mucho mas severas, por 
ejemplo aplicando la pena de muerte, como en el caso Ochoa, no está en 
condiciones de reflexionar libremente sobre ella.  Quienes si pueden 
hacer esto,  son los investigadores Sergio Díaz y Jorge Pérez-López, 
autores del libro Corruption in Cuba. Castro and Beyond, University of 
Texas Press, 2006. Una obra útil para todos aún cuando se escribe desde 
la perspectiva, a todas luces ideológizada, de que Cuba se encuentra en 
tránsito hacia una sociedad con economía de Mercado, como aconteció en 
el resto de los países socialistas.
Basándose no solo en declaraciones de desertores o de enemigos políticos 
del sistema, sino en lo que la misma prensa o voceros oficiales dice 
sobre los casos de corrupción en la isla, estos investigadores han 
podido elaborar un texto bastante acertado en el cuadro que nos dibuja 
de la sociedad cubana.  Los estudiosos no tienen reparos en abordar las 
raíces presocialistas de la corrupción  cubana, además de se atreverse a 
pronosticar lo que acontecerá con este fenómeno en un futuro postsocialista.
Leyéndolo, aquel que se interese por conocer mejor la sociedad cubana 
aprenderá como se estructura y cono funciona en cada campo,  por ejemplo 
el de lo militar, la salud, o los medios de comunicación la corrupción. 
Quedando demostrado así, que, aunque sea a distancia, cuando se posee un 
buen instrumental de análisis, la corrupción cubana puede ser estudiada, 
si se sabe procesar el material informativo que sobre ella existe.
Si el lector se opone al régimen cubano encontrará en este libro 
material de sobra tanto para su lucha propagandística, como para diseñar 
una política que frene la corrupción que vendrá en caso de que él y los 
suyos  lograran desmanterlar el comunismo cubano. Por el contrario si es 
un socialista, conocerá de los modos en que sistemáticamente son 
violadas las leyes socialistas por las que, supuestamente, se rige el 
sistema cubano, tendrá un instrumento de primera mano para luchar contra 
estas violaciones, y por tanto, enfrentar la corrupción que tarde o 
temprano, como reconocen los propios líderes cubanos, puede dar al 
traste con el sistema imperante en la isla, del mismo modo que lo hizo 
con el modelo económico y social precedente.
  Es como quiera que se mire, y aunque no se parta de la filosofía de 
los autores, un  libro necesario.
 
 
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