Viernes, Diciembre 30, 2011 | Por Ernesto Santana Zaldívar
LA HABANA, Cuba, diciembre, www.cubanet.org -Su fama como mecánico 
quizás se extiende más allá del barrio habanero de El Vedado. Porque lo 
cierto es que siempre tiene varios autos dentro y fuera de su taller, 
esperando por su trabajo. Así que sobran quienes buscan a Rufino el 
mecánico, el tipo que arregla cualquier cacharro, que siempre está 
manchado de grasa, desde temprano en la mañana hasta el anochecer. El 
mago que echa a andar cualquier antiguo automóvil que otros mecánicos 
dan por imposible.
Y no sólo porque lo diga él, que habla todo el tiempo con su vozarrón 
bien articulado e indetenible, sin dejar de trabajar.
Su especialidad son los viejos autos norteamericanos, y eso es evidente 
viendo los que hay a su alrededor. Pero no siempre fue así. Su interés 
por la mecánica automotriz comenzó a los nueve años y ya a los dieciséis 
trabajaba en el Ministerio de Industrias, que dirigía el Che Guevara, 
pero además estudió mecánica en un curso por correspondencia de la 
National School. Luego trabajó en otros lugares, incluyendo la fábrica 
de ómnibus Girón, hasta que perdió el puesto, cuando esta fábrica cerró, 
al principio del Período Especial.
Entonces decidió dedicarse al trabajo por cuenta propia. Una resolución 
crucial y de duras consecuencias, pues durante muchos años ha tenido que 
sufrir la falta de ventajas con que el Estado ha tratado a este tipo de 
trabajador, así como la imposibilidad de comprar herramientas y otros 
artículos necesarios para su labor. Por no hablar de los impuestos abusivos.
Sin embargo, en los últimos meses, esa situación asfixiante para los 
trabajadores por cuenta propia se ha aliviado un poco en comparación con 
los años anteriores, aunque todavía sufren desventajas.
Pese a todo, Rufino confiesa un amor incondicional por su oficio, en las 
buenas y en las malas. Y ostenta el orgullo indiscutible de que, gracias 
a la inventiva de mecánicos como él, el terrible problema del transporte 
de pasajeros en el país no es más grave aún. Además, admira mucho "los 
viejos autos americanos", cuya tradición no se perdió ni siquiera 
durante el auge del campo socialista.
"La importancia de estos carros" –dice, mostrando un Plymouth del año 53 
que ahora le ocupa-, "se debe a su fuerza, a una tecnología muy duradera 
y simple, y a una estructura que puede ser transformada. Son tanques de 
guerra".
El auto en cuestión se hallaba desahuciado, y él, después de mucho 
esfuerzo, adaptando o elaborando piezas, lo ha convertido en un buen 
automóvil. De hecho, el sesenta por ciento de la carrocería ha sido 
construida por el propio Rufino, manteniendo fielmente la forma original.
Pero el empeño, el conocimiento y las habilidades no significan mucho 
sin herramientas, y para conseguirlas muchas veces hay que inventarlas, 
partiendo de lo que se tenga a mano, después de recoger en los basureros 
cosas con alguna utilidad, aprovechando cualquier desecho, cualquier 
pedazo, lo más inimaginable, porque no hay otra manera.
El mago mecánico muestra cómo almacena piezas y herramientas, y restos 
de ellas, en un aparente caos sobre el suelo del portal de su casa. Mil 
y un pedazos de hierros oxidados, viejos y que uno diría inservibles. 
"Todo esto me sirve", dice Rufino, "con esto echo a andar eso"; y señala 
los dos automóviles que hay dentro de su taller. "Siempre hay una 
solución. No hay un carro que yo no ponga a rodar", asegura.
Rufino tiene ya más de sesenta años, pero tiene la esperanza de que, 
como dice, "cuando no pueda trabajar más por mí mismo, dirigiré a otros, 
porque he tenido muchos discípulos que incluso se han abierto camino en 
otros países". De todas maneras considera que siempre se puede seguir 
aprendiendo y que, por el momento, espera seguir haciendo lo que hace, 
sobre todo si tiene como ayudante a algún mecánico experimentado y con 
inventiva.
Son muchos los discípulos suyos que se han abierto paso en el 
extranjero. Rufino confiesa, sin remordimientos y sin un dejo de 
amargura: "Si me hubiera ido a otro país, creo que hubiera podido 
alcanzar una vida mejor, con más seguridad". "Pero entonces dejarías de 
ser el mago del Vedado", le digo yo.
http://www.cubanet.org/articulos/el-viejo-mago-que-hace-andar-viejos-carros/
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