Jueves, 29 de Diciembre de 2011 12:51
Luis Cino Álvarez
Arroyo Naranjo, La Habana, 29 de diciembre de 2011 (PD) El anuncio del 
indulto de 2 900 presos, hecho el 23 de diciembre por el general Raúl 
Castro ante la Asamblea Nacional del Poder Popular, pudiera ser un buen 
motivo para el optimismo. Después de todo, es la primera vez en 53 años 
de dictadura, que hay un indulto propiamente dicho. Anteriormente, 
cuando se han producido excarcelaciones de prisioneros políticos, casi 
siempre con destierro, ha sido como gestos para complacer a determinadas 
personalidades internacionales o meros cambalaches, en momentos de 
apuros, por ventajas políticas o comerciales.
No obstante, me resisto al optimismo. ¿Qué pasó con la tan esperada 
reforma de las leyes migratorias? Habida cuenta del dudoso pragmatismo 
de la era raulista, las cucharetas de los retranqueros y la lentitud en 
el paso en cambiar "todo lo que debe ser cambiado", tendremos que 
esperar, no se sabe cuánto, por las modificaciones que "serán 
introducidas paulatinamente". Mientras tanto, a más de 40 000 exiliados 
les seguirá vetado el visitar su patria, sólo por oponerse al régimen, 
la inmensa mayoría de un modo absolutamente pacífico.
¿Por qué considerar maravilla el indulto a personas que en su mayoría 
estaban en la cárcel por motivos que en ninguna otra parte del mundo 
serían delitos? En todo caso, los que realmente delinquieron, lo 
hicieron por culpa de un sistema fracasado que obliga a violentar 
cotidianamente su peculiar legalidad para poder sobrevivir en medio de 
tantas carencias y prohibiciones.
Más que hablar de "la generosidad de la revolución", que todos sabemos 
que sólo existe en los discursos, sería mejor descriminalizar la 
disensión y modificar el anacrónico código penal cubano con figuras de 
delito tan fascistoides como la peligrosidad social pre-delictiva. De lo 
contrario, las más de 200 cárceles que existen en Cuba y que ahora se 
descongestionan, muy pronto se volverán a llenar.
De hecho, no habrá que esperar mucho para que se llenen. El 
general-presidente anuncia que la batida contra los corruptos seguirá y 
que esta vez sí va en serio. Ojala caigan en el jamo los que 
verdaderamente deben caer, porque somos muchos los que olemos las purgas 
en el ambiente. Si a eso se une el incremento de las desigualdades 
sociales y el consiguiente auge delictivo que ya vemos, el reemplazo de 
los 2 900 indultados podemos darlo por seguro. Y no será nada alentador 
tener que esperar otro medio siglo más por el próximo indulto.
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