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Friday, April 04, 2008

El nuevo hombre ilustrado

Crónicas
El nuevo hombre ilustrado

¿Podrían tantos millones de cubanos estar equivocados?

Rafael Alcides, La Habana

viernes 4 de abril de 2008 6:00:00

Ilustraba un cuarentón a unos muchachos universitarios, en su condición
de hombre de mundo, de gente que ha vivido. Su método era socrático.
¿Sería concebible un ruso de invierno, de esos parecidos a un oso, con
gorro peludo y orejeras, tomando el sol en una playa cubana en el mes de
julio? ¿Por qué? Muy bien, muy bien.

Cambiemos el escenario, les decía otra vez. A uno de los muchachos le
diagnostican severas deficiencias del corazón, o quien dice del corazón,
podría decir diabetes. Son padecimientos que conllevan severas
limitaciones en la alimentación y en todo lo demás. No cumplirlos le
ocasionaría la muerte. ¿Conducta a seguir?

Ahora al muchacho le cortan una pierna. Aunque sin elegancia, con
muletas o con una prótesis, volvería a caminar. ¿Conducta a seguir?

Mas la suerte no ha sido tan mala. Tiene un corazón de bestia, la
diabetes es para él sólo una palabra y sus piernas le acompañarán hasta
el final. Pero han pasado los años, el muchacho es ahora un doctor gordo
que acaba de ver convertido en chatarra el automóvil en que se hiciera
viejo. Una rastra se lo hizo leña. ¿Qué hacer en ese escenario del
porvenir? ¿Aprender a caminar de nuevo? ¿Comprarse una bicicleta?
¿Reaprender a envejecer esperando una guagua?

Creía el nuevo hombre ilustrado que los muchachos responderían con
cordura, obedientes, de verse ante una de estas posibles realidades.
¿Por qué? Exactamente. El más gordito del grupo (el que se parecía a
Platón, observó), dijo bien. Porque la realidad no pregunta, la realidad
exige.

La bisolución

Pero, ¿está la realidad del hombre determinada solamente por el azar y
el posible trastorno del cuerpo? ¿Y la ley? ¿Dónde dejaban la ley?

Expresión de su circunstancia, las leyes pueden ser más o menos
benignas. Las que se hicieron para los judíos, en épocas de Hitler, eran
muy estrictas, pero había que cumplirlas. Frente a la Casa Blanca, se
han visto latinos exigiendo la libertad de los "cinco héroes cubanos
prisioneros del imperio" y la policía no los ha golpeado. ¿Por qué?
Porque como parte de su comedia democrática, en el país de los malos
protestar es una de las libertades públicas. Es decir, que policías y
manifestantes actúan dentro de la ley.

En Cuba, en cambio, por ostensibles razones patrióticas, es ilegal salir
a la calle a exigir la libertad de este preso o del otro. Háganlo las
Damas de Blanco o los de los llamados derechos humanos, es ilegal la
manifestación política disidente. Y acaso no falte entre estos
desobedientes, que de todos modos salen a manifestarse, el que no puede
ver la sal ni de lejos, porque es cardiópata, o no debería acercarse al
azúcar porque es diabético. Es decir, el que le hace caso al médico
pero, curiosamente, no obedece la ley. ¿Por qué?

Estos mismos jóvenes que el hombre ilustrado tenía delante: mírelos ahí,
torturados por una pregunta que jamás podrían responder. Francamente, a
un judío de los de antes le sacarían la carcajada.

Raúl Castro, en Camagüey, el año pasado, mandó a hablar, y durante meses
la gente habló hasta por los codos. No hubo en la Isla plazoleta que no
conociera la queja, la denuncia, incluso la cólera del que durante mucho
tiempo estuvo aguardando la oportunidad de poder al fin despetroncarse
diciendo cuanto tenía adentro (o bueno, casi todo). Aunque ya sin los
aires de corneta tocando a degüello que tuviera aquella exhortación, el
pasado 24 de febrero, al tomar posesión de su cargo como presidente de
la república, democráticamente Raúl volvió a consagrar el derecho a
hablar, y aun a discrepar, siempre que la discrepancia persiguiera un
propósito "sano", sin detenerse sin embargo a explicar, decían los
muchachos, cuándo no era sano y quién lo decidía.

De momento, no discrepen. Y mirar hacia el pasado: que es donde siempre
han estado escrito los avisos del porvenir.

En 1961, Fidel utilizó una primera variante (luego famosa) de este mismo
enigma recuperado por Raúl el 24. En aquella oportunidad, al dar a
conocer a los intelectuales los nuevos límites para la creación
artística y literaria, el entonces Comandante en Jefe los resumió así:
"dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada". Fue un
enigma que dividió a los creadores. Los que lo aceptaron se quedaron en
el país y muchos de ellos están convertidos en próceres de la nación.
Los que no, hicieron sus maletas y se fueron a deambular por el mundo.

Tengan, pues, en el proceder de aquellos intelectuales de 1961, los
muchachos que todavía no han adivinado al Raúl del 24 de febrero, no la
respuesta pero sí la bisolución para su preocupación de ahora, les decía
el nuevo hombre ilustrado.

Él, por su parte, jamás había tenido problemas con la ley. No había
discrepado jamás. En esa delicada materia había sido siempre tan
razonable como el diabético o el cardiópata con su médico, o como el que
se vio de pronto sin piernas o sin automóvil. Lo cual no quería decir
que tal vez no tenga o no haya tenido opiniones. Tal vez, precisó, tal
vez nada más: no decía que las tenga o las haya tenido.

Y definitivo, viendo la extraña cara puesta por aquellos muchachos que
no parecían dispuestos a ser sus discípulos, los exhortó a ser hombres
nuevos. Esta filosofía que les enseñaba había permitido al grueso de los
cubanos en estos casi últimos 50 años ser felices, en algunos casos, y
en los demás, sobrevivir. ¿Podrían tantos millones de cubanos estar
equivocados?, preguntó airado.

http://www.cubaencuentro.com/es/encuentro-en-la-red/cuba/articulos/el-nuevo-hombre-ilustrado/(gnews)/1207281600

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