POR ÓSCAR ESPINOSA, ECONOMISTA Y PERIODISTA
Con el ascenso de Raúl Castro a la presidencia de los consejos de estado 
y de ministros, comenzó la eliminación de prohibiciones absurdas, un 
proceso que podría constituir la antesala de mayores transformaciones.
El nuevo presidente hereda una economía destruida, con graves problemas 
sociales, políticos, demográficos y medioambientales, enmarcados en una 
crisis aparentemente interminable y un proceso de involución al que no 
escapan valores espirituales, ni avances logrados en la salud, la 
educación y la seguridad social.
Al pragmático Raúl Castro, no le queda otra opción que brindar alivio y 
esperanzas a la población, mediante objetivos sólo alcanzables con 
reformas fundamentalmente económicas, que inevitablemente tendrán 
efectos políticos y sociales. La experiencia muestra que los cambios 
generan la necesidad de nuevos cambios.
Por primera vez son vendidos ordenadores y otros equipos electrónicos; 
se facilita el acceso a la telefonía móvil; se permite el hospedaje en 
hoteles y la renta de automóviles, y se han abierto tiendas 
especializadas en implementos agrícolas. Todo pagado en pesos 
convertibles (CUC), divisa que no posee gran parte de la población; 
problema sin solución a corto plazo, pues depende de transformaciones 
más profundas indispensables para aumentar la eficiencia laboral, y 
consecuentemente el salario real.
Además se normaliza la posesión legal de viviendas de miles de 
ciudadanos, que eran medios básicos de organismos del Estado; se 
eliminan las restricciones para que los trabajadores reciban los 
salarios en función de su aporte laboral, sin limitaciones 
cuantitativas; se habla, sin suficientes detalles, sobre la entrega 
masiva de tierras para cultivar en usufructo, así como el traslado a 
nivel municipal de las decisiones en el sector agropecuario.
Aunque nada muestra una voluntad de cambios políticos, puede observarse 
interés por crear una mejor imagen al régimen dentro y fuera de Cuba. 
Así, disminuyó relativamente la propaganda política y los actos masivos 
son menos y más breves. La televisión tiene una carga ideológica 
inferior, sin los largos discursos que interrumpían la programación.
Días después de asumir Raúl Castro, se firmaron los Pactos 
Internacionales de Derechos Civiles y Políticos, y Económicos, Sociales 
y Culturales, que deberán ser ratificados por la Asamblea Nacional y 
cumplidos, algo dudoso para muchas personas.
En cuanto al respeto a los derechos humanos no ha habido avances 
significativos. La represión se mantiene y todo el andamiaje está listo 
para ser utilizado. Los presos políticos liberados, por lo regular, han 
cumplido sus penas, y de los 75 llevados a prisión en marzo de 2003, 55 
permanecen encarcelados en condiciones infrahumanas, con la 
contradicción de que las máximas autoridades al reconocer los graves 
problemas existentes, coinciden con los planteamientos que llevaron a 
prisión a estos prisioneros de conciencia.
Hay elementos indicativos de que el Gobierno trata de abrirse al mundo y 
reducir la dependencia de Venezuela. Las visitas del presidente Lula da 
Silva, los acuerdos económicos con Angola y los gestos amistosos hacia 
México y otros países así lo indican. Incluso el presidente cubano ha 
manifestado el deseo de mejorar las relaciones con Estados Unidos 
después de las elecciones de noviembre próximo.
Las tareas que deberá realizar el general Raúl Castro son muy 
complicadas, máxime cuando existen sectores en el partido y el gobierno 
opuestos a los cambios. Pero la dinámica hacía la apertura es 
inevitable. No comprenderlo podría empujar al país a la inestabilidad 
con consecuencias imprevisibles.
http://www.abc.es/20080427/internacional-iberoamerica/reformas-cubana_200804270247.html
 
 
No comments:
Post a Comment