De Castro malo a Chávez peor
Odelin Alfonso Torna
LA HABANA, Cuba - Marzo (www.cubanet.org) - Lázaro Lemus vive en 
Mantilla, en el municipio capitalino Arroyo Naranjo. Sueña con 
administrar el ganado y las plantaciones de su cuñada Berta, en la 
Republica Bolivariana de Venezuela. El ex marido de Berta murió. La 
finca quedó prácticamente abandonada, sin empleados y en peligro de ser 
nacionalizada.
A Lazarito se le oye decir por el barrio que tomará las riendas del 
negocio, a pedido de su cuñada venezolana. Todo fue concebido desde muy 
lejos y por teléfono.
Su optimismo lo hace confiar ciegamente en los vínculos de solidaridad 
entre Cuba y Venezuela, al punto de conseguir el visado sin 
contratiempos. Ya escogió, por fotos, el mejor de los caballos para sus 
recorridos por las tierras prometidas.
"Quédate, muchacho, esto se está acabando y allá empieza ahora", le dice 
el viejo Esteban, jaraneando.
Lázaro no quiere saber que la revolución bolivariana importó su proyecto 
socialista de la cátedra del totalitarismo cubano, y que reproduce los 
programas sociales exclusivos de Fidel Castro. Para ello, "a lo Chávez", 
el gobierno venezolano interviene paulatinamente las propiedades de los 
sectores oligárquicos del país.
"Lázaro, allá el socialismo va a millón. Yo creo, que tú lo que quieres 
es un pulóver rojo", le señala Esteban.
Lázaro es un guajiro que profesa el evangelio. Siempre se le ve con el 
Nuevo Testamento bajo el brazo. Conoce todas las formas de trabajar la 
tierra en convenio con el estado cubano, sin resultado alguno. Dejó 
atrás veinte cordeles de tierra, propiedad de su padre, en el reparto 
"Las Papas", Consolación del Sur, provincia Pinar del Río.
Lázaro cultivaba arroz con su padre y sus dos hermanos mayores. En 
Vuelta Abajo se recogía la cosecha del grano dos veces al año. El estado 
cubano les pagaba a los Lemus 70 centavos por cada quintal de arroz. 
Cada cosecha le reportaba a la familia Lemus un aproximado de cuarenta 
quintales que se repartían a partes iguales. El gobierno de la provincia 
les exigía cinco quintales de arroz. El resto quedaba para ellos, pero 
no podían venderlo por cuenta propia.
Todos los gastos corrían por la familia Lemus: la urea, las semillas y 
el petróleo para su turbina criolla de regadío. Hasta un impuesto de 
trescientos pesos por cosecha se les cobraba a los agricultores por el 
agua de un riachuelo que cruzaba por el poblado "Las Papas".
Con el inicio del período especial y la crisis por la caída del bloque 
socialista, la libra de arroz llegó a costar cincuenta pesos. Lázaro y 
sus hermanos se las arreglaban para trasladar los sacos de arroz hasta 
la capital, pese al asedio y los decomisos de la policía.
Lázaro no aguanta un minuto más en Cuba. Es sordo a las advertencias. 
Prefiere asumir las cooperativas de producción agropecuaria en su 
versión bolivariana. Si es posible, se sumará a la misiones Robinsón, 
Revolución Energética, Campo Adentro, o a la última, la misión Negra 
Hipólita. Dice que estará mejor en Venezuela, que los petrodólares 
respaldan cualquier programa que se le ocurra al cacique Chávez y su 
elenco de alcahuetes.
La agricultura y la ganadería venezolana sufren los embates de la 
Reforma Agraria, escritura que colectiviza la tierra, ahora bajo puño y 
letra de los chavistas. Cada maniobra política, con el tiempo, será un 
instrumento desechable. Las misiones y sus eslóganes intervienen como el 
suplemento necesario de crisis pasadas. Su futuro será, sin dudas, la 
copia del fracaso cubano.
Venezuela vive en "alerta naranja", la amenaza sultánica es 
irreversible. Es el proyecto de un líder que no escatima en aniquilar y 
ofender al neoliberalismo y sus promotores.
El presidente reelecto Hugo Chávez diseminó por el territorio 
bolivariano al "agente rojo". No es un agente encubierto, nada de eso, 
es una pandemia política con factura militar que exhibe y proclama el 
carácter socialista de la nación. Yo diría, a manera de diagnóstico, que 
es una bacteria extraída de los laboratorios cubanos en fase de 
depauperación.
No cabe duda que Lázaro está contagiado con el "agente rojo". De hecho 
le afecta, como a todos, la influenza de los racionamientos, la fiebre 
mediática en los retazos seleccionados de Tele Sur o las esquizofrénicas 
crisis que nos perturban a diario.
Mi amigo Lázaro tiene 40 años, todos vividos bajo el Comandante en Jefe. 
Si se aventura a irse, dejará medio presidente, por uno y medio, entero 
y acabado de salir del cascarón, que es peor. Tiene más bríos.
Las advertencias nunca están de más, a los amigos hay que guiarlos por 
el buen camino. Me dolería mucho que llegue a convertirse en un 
misionero de Chávez y que lleve, bajo la axila, la Constitución 
Bolivariana (el Evangelio según Chávez) en lugar del Nuevo Testamento.
Si llegase a pisar tierra venezolana será otro el grillete. Con finca y 
ganado, pero tan esclavizado como otrora en "Las Papas".
odelinalfonso@yahoo.com
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