2007-03-31.
José Vilasuso
Pero desde su morada eterna Mahatma Ganhdi y Madre Teresa las
contemplan orgullosos.
Luego que Las Damas de Blanco recibieron el Premio Sájarov otorgado por
el Parlamento Europeo, la actualidad informativa presenta una ácida
jugosidad que se catea hasta en redacciones y agencias comunicativas del
mundo libre, donde unos cuantos ejecutivos se engullen la noticia feliz
por no quedar otro remedio y es imposible tapar el sol con el dedo gordo
del pie derecho. Pero se la engullen, no la tragan.
La iniciativa de estas mujeres no se ha divulgado en su debida cuantía y
regularidad. No por carencia de suministro, impacto noticioso y peso
ético. Sino por plañidos de trasnochada jaez desconcertada ante la
belleza, donaire y garbo de tan vibrante galanura. Culpables directos
del imperdonable engavetamiento resultan la incapacidad colosal y el
temor putifárico galopantes para hacerse eco de material alguno que se
aparte de cánones informativos que cayeron al latón de la basura tras el
derrumbe del Muro de Berlín.
Antes que la Revolución de Terciopelo barriera suave y convincentemente,
sin una gota de sangre, con los excesos y reacción de las dictaduras
marxistas leninistas. Ya sabíamos de la vesania estaliniana, crueldad de
Mao Ze Dong, reportes llegaban de los juicios de Praga, la represión
húngara, el Gulag. Pero hasta entonces, - por sobrarnos los pertrechos
de razones - concedemos el beneficio de la duda. Si bien constituye un
absurdo retroceso histórico y proceder avieso que aun en pleno sigloXXI
un par de bonzos uniformados (uno en cama y por control remoto) sean
capaces de controlar a buena tajada de la informática civilista y echar
a vuelo un viejo caso judicial ya juzgado, y barbado o Barbados, para
distraer como cortina de humo la atención internacional del problema que
honestamente se debe encarar a todos los vientos y revientos. La
situación de los Derechos Humanos en Cuba y Venezuela, encarnados y
expuestos a todas las latitudes por Las Damas de Blanco sin otras armas
que su originalidad, valor y gracejo femenino.
Ocultar lo inocultable es el fiasco imperdonable de la sociedad libre de
nuestros días. Ese silencio es una resultante; no causante de la
ausencia de líderes en el mundo libre. Se ha hecho mutis hipócrita y a
labios mordidos referente a la tragedia de unos cincuenta millones de
seres humanos, no importa el bando; cubanos, venezolanos, bolivianos, y
en salmuera ecuatorianos, punto. Atendiendo a la ventolera que se les
sople a través de Prensa Latina, Telesur y por supuesto la diplomacia
con la pistola al cinto extensiva a todo rincón del planeta. Basta un
comunicado bajo tales rúbricas y canales uniformes para trazar
políticas, líneas editoriales, cuchicheos y bailar El Zapatero no cubano
con tumbadora y gaita hasta en Salamanca, sin la anuencia de fray Luis
de León ni don Miguel de Unamuno.
Todo triunfalismo arrastra la irresponsabilidad y el desentendimiento de
desproporcionadas parcelas de los deberes más ineludibles. Se sustenta
de esta suerte un poder desconflautante por la primacía de su
mediocridad y adocenamiento contumaz. En esta vida feble que llevamos
los supuestos dirigentes parecen entretenerse mirando los toros desde la
barrera, o más bien pienso que no existen. Más acertado es llamarlos
encargados de los puestos. No otra es la razón que ha provocado el
sonrojo que ahora se palpa al colocar sobre el tapete la noticia fresca
publicada en los portales contestatarios -para mi sorpresa por C.N.N.
-de las cubanitas recorriendo las calles de La Habana en el cuarto
aniversario de la Primavera Negra y desafiando a las brigadas de
respuesta rápida, e influir poderosamente en el incontable número de
militantes que día a día desertan del marxismo leninismo.
Haría falta un recuento estadístico de los rostros fuera de sí, pasmados
desde Harvard -pasando por Galiano y San Rafael- hasta La Guaira y
Patagonia ante este acontecimiento renovador, único.
Sin embargo, los tiempos avanzan a pesar de las retrancas impuestas por
el conformismo y apocamiento predominantes por ejemplo en las cumbres
Hispanoamericanas y grandes medios internacionales de habla inglesa. A
la sombra de su sombrilla los ideales de Las Damas de Blanco colocan la
pincelada de honorabilidad y madrigales con finura de faldas, tanto por
lindas damitas zandungueras como venerables doñas que peinan canas
blancas. Ellas no escriben palabrotas en cartelones públicos, ni
insultan, acusan o destellan llamaradas de ira por sus pupilas
transparentes. Desecharon la revancha como instrumento de trabajo.
Comprenden el perdón. No pueden desear a otro su dolor; pues sería
igualarse en la adversidad. En su lugar prodigan genialidad suplicando
sin histerismos la libertad de sus maridos, hermanos, padres, hijos, o
tal vez el querido ¿por qué no?
Otra cuestión engavetada en esa gran informática internacional son las
penas draconianas -el acoso y calvario sufrido para que las dejen verlos
-catapulteadas sobre los familiares de los encarcelados, obedeciendo a
un sólo delito. Discrepar. Discrepar es derecho humano irrenunciable de
derechos y zurdos. La democracia desde Atenas arrastra el legado moral
de defender este basamento de manera irreversible; lo contrario se llama
claudicación. El derecho a discrepar es la división blindada más temida
por Chávez y Castro, porque en su seno la verdad se fortalece, ya que la
verdad requiere el reto de las engañifas, su estimulante por excelencia.
Y los cerca de cuatrocientos presos políticos de Cuba ¿qué?
Me pregunto indignado porque aun a estas horas unos cuantos políticos,
intelectuales y artistas no parecen comprender que las campañas honradas
no obedecen a ideologías, sino a la verdad y su justicia. El abuso es
abuso sin importar quien lo cometa. Aparte de ¿quien es capaz de tirar
la primera piedra? La víctima es víctima sin alegar su verdugo. El
dictador es dictador empece a su emblema.
Si las Damas de Blanco ofrecieran su testimonio universal desde
Guatemala, o Argentina seguramente que en las grandes agencias
noticiosas internacionales se estarían desgarrado los camisones y
despojado de chalecos y cuello duro no pocos de sus máximos potentados.
Pero por vericuetos bifrontes y diferidas veracidades la gente que
piensa se siente reconfortada al resplandor de este galardón diferente,
esas caminatas que excepcionan la podredumbre y vacío reinante.
Millones de almas no de cántaro se solazan con sabrosos comentarios al
compartir merecimientos de tal belleza, elegancia y caro perfume. Sin
contar los campechanos vecinos de Vieja Linda, Madruga, La Plaza Simón
Bolívar en Caracas, El Chacao, El Chacaito, El Silencio, la calle
Enramada en Santiago de Cuba, o El Paseo del Prado tanto de de La
Habana como Madrid. En los cinco continentes se están abriendo los ojos
y los oídos penetrando profundamente al drama de nuestras repúblicas
sudorosas.
Surge una oposición impensada como no ha sido capaz de vertebrar nadie a
partir de 1989 hasta el momento. Muchos estaban en el pueblo y no veían
las casas. Nadie escuchaba. Y es que para prodigar ideas nuevas no
importa el género ni el ramo, pero es imprescindible adelantarse a la
perspectiva del siglo. Tirar la honda tras la valla. Un lúgubre cúmulo
de factores tenían que converger para abrir un horizonte tan vasto,
renovado y reluciente.
De no existir el hermetismo gubernamental, paradójicamente los cerebros
libres no se hubieran exprimido hasta entresacarse la idea de esas
mujeres pacíficas; derramando alegría, esperanza y fe, endulcurando la
existencia y respirando el aire puro de los jardines y parques de la
Quinta Avenida. Para luego dejarnos chiquiticos al soltarles las palomas
en las caras impersonales de Seguridad del Estado cubano
Imposible. Esa estrategia eficaz y delicada para proclamar la verdad de
Cuba al mundo no se nos ocurrió a los exilados, ni la podíamos concebir
porque paradójicamente gozamos de libertad. Aquí hacemos y decimos lo
que nos plazca, todo se hace viable y al no vernos forzados a exprimir
los cerebros, se cae bajo cánones trillados. La rutina en todo su
blandenguismo.
Nadie estira la mirada para ponerse a tono; nuestra lasitud nos inhibe
al paso de la vanguardia por el patriotismo. He ahí el contraste con las
distinguidas cubanitas de las catorce provincias. Su larga jornada abre
unas rutas imposibles de rastrear por las alpargatas de ningún Zapatero
no criollo. Son rutas rumbo a un futuro que se abre de arrobamiento, de
respeto y deja ver la mezquindad no ya solo del gobierno
cubano-venezolano; sino del mundo occidental embebido en el hedonismo,
la frivolidad, guerras estúpidas, y fabricando iconos armados como el
Che Guevara, artífice de esa represión encarada por las Damas de Blanco.
Su desfile silencioso pone en jaque vocingleríos sensacionalistas y
eyaculaciones frustradas. Reforzado por el verbo elocuente de su
portavoz doña Laura Pollán, la dulzura de Gisela Delgado, la pluma de
Miriam Leyva, y las lágrimas de gozo derramadas en presidio por las
víctimas al enterarse del Premio Sájarov.
El silencio de esas criollas émulas de Marta Abreu o Mariana Grajales
habla en lenguaje desusado por el capitalismo en la época de las
comunicaciones. Es el idioma de los hechos que da por tierra con
ditirambos, denuestos y órdenes militares. Son clarinadas de cordura y
fraternidad conquistando oleadas de simpatía, y proclamando lo primero:
la raíz familiar; el vínculo primigenio que debemos nutrir y proteger;
de lo contrario la sociedad se nos disuelve, para convertirnos ¿en qué?
¿De quién seremos hijos cuando esos principios dejen de prevalecer?
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