Proteccionismo y paranoia
Miguel Iturria Savón
LA HABANA, Cuba - Marzo (www.cubanet.org) - Me comenta un amigo que
actúa en el cabaret Tropicana, que al pianista de su orquesta le trajo
la hija una pianola de París. El artista pasó de la euforia a la
tristeza, pues la aduana del aeropuerto habanero le exige el pago de 400
euros y cientos de pesos cubanos por la estadía del equipo. Si no paga
lo exigido en menos de un mes se lo decomisan a favor del estado.
Nada pudo hacer el abogado de la empresa que controla a la agrupación
del músico. Las normas aduanales apuestan por el despojo de casi todo lo
que llega con nombre y apellidos. Si la muchacha lo hubiera donado a
Tur-Arte no hubiera problema para sacarlo del aeropuerto. En ese caso,
el pianista seguiría sin piano y su hija recibiría en París las gracias
por el donativo.
Casos como este abundan cada día en los aeropuertos de la Isla. Las
arcas de la burocracia son favorecidas por un proteccionismo
dieciochesco. Los objetos deficitarios no llegan a las manos de sus
dueños. La tutela estatal es asfixiante y paranoica. A veces se desplaza
hasta el domicilio de personas que reciben instrumentos, medicinas y
equipos a través de extranjeros.
A un escritor de Matanzas le confiscaron tres bolsos con medicinas. La
aduana no pudo quitárselo al turista en el aeropuerto, pero le informó a
la policía. Dos agentes lo siguieron hasta el domicilio del amigo y
allí, al salir el turista, entraron sin orden de registro y decomisaron
las medicinas entre empujones y amenazas.
Algo peor le sucedió a un intelectual de El Vedado que había recibido
una computadora de viajero. Aprovecharon su partida hacia el interior
del país para entrar en el domicilio y amedrentar a la anciana madre,
quien entregó el equipo sin orden de registro ni papel de decomiso. A
otros escritores y artistas que escriben para publicaciones extranjeras
le han confiscado cámaras, memory flash y hasta libros.
Despojos de este tipo demuestran la conexión entre la aduana y la
policía política. Los agentes siguen a los turistas. Nadie está
completamente seguro ni en los hoteles.
Un cubano no puede adquirir equipos de alta tecnología en el mercado en
divisas. Solo las empresas estatales y extranjeras gozan de esta
prerrogativa. Para recibir y legalizar un piano, un ordenador, una
cámara digital o un fax, es preciso pagar en la aduana y legalizar la
donación en una notaría especializada en asuntos internacionales. El
trámite sólo puede hacerlo un residente extranjero, previa presentación
de sus documentos, la propiedad del equipo y cientos de dólares o euros.
Al impedir la circulación de instrumentos modernos se atrofia el
desarrollo espiritual del país. Las argucias burocráticas son
discriminatorias. El control apunta contra los ciudadanos. La
manipulación estatal puede ser un amuleto de la urgencia para ejercer el
poder, pero los dones del olvido y la omisión sólo favorecen las pócimas
del invento, el desgaste y la corrupción.
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