Gobernabilidad
Aleaga Pesant
LA HABANA, Cuba - Marzo (www.cubanet.org) - La nación tiende a un
proceso de implosión social, al estilo haitiano, debido a los altos
niveles de miseria, marginalidad social, ausencia de estado de derecho y
el desarrollo de la violencia gubernamental a través de las brigadas de
respuesta rápida, a lo que se agrega cientos de presos políticos y
cientos de miles de reos comunes. Por esto, los gobernantes cubanos
interesados en la modernización, deben coincidir en la importancia de la
gradualidad y la construcción para avanzar a la línea de arrancada.
Es lamentable que bajo este manto de necesidades, las fuerzas
conservadoras comunistas y sus cuerpos de seguridad cierren los ojos a
los nuevos tiempos que se aproximan, y sean incapaces de mantener una
línea de acción que se aleje de la represión a la que someten
diariamente a los líderes de la sociedad civil y a los periodistas
independientes. Un ejemplo fehaciente de su imprudencia es el recién
concluido ejercicio de seguridad Caguairán, injustificado en su
dimensión, costos, y ajeno a la realidad del mundo exterior.
En las maniobras se movilizaron miles de hombres y recursos, del
ejército, la reserva, la policía y los diferentes cuerpos de seguridad.
El objetivo, como siempre, prepararse para aniquilar una hipotética
intervención norteamericana y controlar a los demócratas dentro de la isla.
La sociedad cubana rechaza este tipo de reacciones por parte del estado
y clama urgentemente por las transformaciones necesarias para
desplegarse en toda su estatura. Sin embargo, apuesta a que todo el
proceso de modernización debe pasar previamente por un ajuste de
gobernabilidad, para que la historia nacional no se vuelva a descarrilar.
El ejemplo más fehaciente de esta actitud fue la respuesta de los
opositores en general, luego del 31 de julio de 2006, un momento de alta
incertidumbre, inestabilidad y nerviosismo. Su diseño fue bajar el
perfil para ampliar el horizonte. Ellos, alejados de las ingenuas
provocaciones que tantas víctimas cobran y tantos huesos pudren en las
cárceles criollas, decidieron hace mucho tiempo construir armónicamente
y sin sobresaltos la estrategia de la tolerancia y la paz. Se
distanciaron una vez más de los agoreros que desde el exterior (y a
salvo de la represión) piden inmaduramente que la población salga a la
calle.
Un calmante para la justificada impaciencia de los demócratas cubanos
del exterior pudiera ser estudiar los modelos de transición a la
democracia de España y Chile. Esto ejemplos permitirían comprender la
medida de tiempo y el camino a recorrer.
En España, luego de la muerte de Franco (1975), se debió esperar dos
años para el reconocimiento de la totalidad de los partidos democráticos
(1977) y otro año (1978) para la celebración de elecciones democráticas;
y hasta 1982 para la victoria de las fuerzas opositoras. Momento en que
el Partido Socialista Obrero Español asumió la presidencia del gobierno.
En el intermedio estuvo el asesinato de abogados laboralistas y guardias
civiles, las bombas y los asesinatos llevados a cabo por los GRAPO y la
ETA; además del golpe de estado del 23 de febrero.
En Chile, la dictadura militar que gobernaba desde 1973, se arriesgó a
celebrar un plebiscito en 1980, que ganó y le permitió gobernar los
convulsos años 80 del siglo XX. Esa década fue marcada por atentados;
lucha violenta de la izquierda guerrera, como el Frente Patriótico
Manuel Rodríguez (FPMR), armado, entrenado y financiado por el gobierno
de Cuba; asesinatos selectivos por parte de las fuerzas de seguridad e
intensas movilizaciones sociales.
Aun así, en 1988 se realizó un nuevo plebiscito. Por un estrecho margen,
las fuerzas democráticas lograron definir la tendencia que un año
después lograría el gobierno en una coalición de fuerzas (socialistas,
liberales y demócratas cristianos) identificada como Concertación.
El análisis racional de ambas transiciones nos lleva a la conclusión de
la importancia de la gobernabilidad para que las huestes que controlan
el poder cedan gradualmente su espacio y permitan la incorporación de
sus reformistas (primero) y los demócratas (después), al proceso de toma
de decisiones.
En ambos países y otros muchos como Polonia, Corea y Brasil, la
capacidad de los demócratas y reformistas para dar seguridades de
gobernabilidad y estabilidad al gobierno ortodoxo y totalitario,
permitieron que cedieran gradualmente sus parcelas de poder a favor de
la liberalización.
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