SOCIEDAD
Vacaciones en La Habana
Shelyn Rojas
LA HABANA, Cuba - Marzo (www.cubanet.org) - En abril, Tino cumplirá 59
años. Desde Venecia, sentado en el banco de un parque, cerca de su
apartamento, mira a los niños jugar y extraña sus parrandas en Cuba.
Tino se divorció hace años. En su país prevalecen otros valores. Debe
mantener una buena imagen y una moral impecable ante sus familiares y la
sociedad. Un amigo le contó que en Cuba las prostitutas son baratas. Con
poco dinero se daría una vida que no imagina. No lo creyó, pero se
arriesgó a la aventura.
En el aeropuerto José Martí, en Ciudad de La Habana, abordó un taxi. Por
el camino observó las calles rotas, sucias. En las esquinas, latones de
basura desbordados. Las personas mal vestidas eran mayoría. El amigo le
había resuelto el lugar donde se hospedaría mientras durara su estancia.
Valía la pena. Los precios de los hoteles no eran para ellos. Eran
simples obreros italianos.
Había comprado alguna ropa y perfumes de mujer rebajados de precio en
una tienda de Venecia. No podían faltar en su bolso las pastillas
mágicas: Viagra. Fue el consejo de su amigo.
En el apartamento lo esperaban con los brazos abiertos. Llegó la noche y
se dirigió a uno de los lugares más céntricos de la ciudad, recomendado
por la mujer que le rentó el cuarto: la heladería Coppelia. Ahí no
corría peligro de ser asaltado como en las calles apartadas de la Habana
Vieja. Era su primera visita a la isla.
La dueña de la casa buscó un vecino que por unas cervezas y poca propina
le enseñaría la ciudad y sus secretos. Al llegar al Coppelia no podía
creer lo que veía. Muchachas de 15 años se le regalaban. Tino se sentía
un marajá.
El cuarto tenía un espejo grande, frente a la cama espaciosa y aire
acondicionado. No sería víctima del verano. Sólo por doce dólares
diarios. Tino vivía los mejores años de su vida. Prefería muchachas
menores de 19 años. Una de las tantas chicas que conoció, Yuneisy,
estaba por cumplir sus 15. Ella quería una fiesta, necesitaba dinero y
alguna que otra pacotilla. Sus padres no podían complacerla. A cambio,
se hacían los de la vista gorda para que ella se encargara de realizar
sus sueños.
Una tarde a Tino se le unieron dos prostitutas. Se armó una pequeña
reyerta que no transcendió. Tino se sintió disputado y halagado. Ellas
llegaron a la conclusión de que en el mismo giro, todo es posible. La
cama era bastante espaciosa, y no había que acostarle un número par.
Al día siguiente, los inspectores de emigración llegaron a la casa.
Tino, declarado ilegal, fue llevado al aeropuerto y montado en un avión
de vuelta a su país.
La familia del apartamento tuvo que pagar una multa de mil 500 dólares.
Siempre le achacan el percance a un chivatazo de los vecinos de los
bajos. Con suerte no le decomisaron la casa. Aún mantienen comunicación
con Tino, que extraña a sus niñas en La Habana.
En un país gobernado por hombres muy viejo que pasaron y olvidaron las
necesidades y deseos de la juventud, historias como estas sobran.
http://www.cubanet.org/CNews/y07/mar07/29a9.htm
Vacaciones en La Habana
Shelyn Rojas
LA HABANA, Cuba - Marzo (www.cubanet.org) - En abril, Tino cumplirá 59
años. Desde Venecia, sentado en el banco de un parque, cerca de su
apartamento, mira a los niños jugar y extraña sus parrandas en Cuba.
Tino se divorció hace años. En su país prevalecen otros valores. Debe
mantener una buena imagen y una moral impecable ante sus familiares y la
sociedad. Un amigo le contó que en Cuba las prostitutas son baratas. Con
poco dinero se daría una vida que no imagina. No lo creyó, pero se
arriesgó a la aventura.
En el aeropuerto José Martí, en Ciudad de La Habana, abordó un taxi. Por
el camino observó las calles rotas, sucias. En las esquinas, latones de
basura desbordados. Las personas mal vestidas eran mayoría. El amigo le
había resuelto el lugar donde se hospedaría mientras durara su estancia.
Valía la pena. Los precios de los hoteles no eran para ellos. Eran
simples obreros italianos.
Había comprado alguna ropa y perfumes de mujer rebajados de precio en
una tienda de Venecia. No podían faltar en su bolso las pastillas
mágicas: Viagra. Fue el consejo de su amigo.
En el apartamento lo esperaban con los brazos abiertos. Llegó la noche y
se dirigió a uno de los lugares más céntricos de la ciudad, recomendado
por la mujer que le rentó el cuarto: la heladería Coppelia. Ahí no
corría peligro de ser asaltado como en las calles apartadas de la Habana
Vieja. Era su primera visita a la isla.
La dueña de la casa buscó un vecino que por unas cervezas y poca propina
le enseñaría la ciudad y sus secretos. Al llegar al Coppelia no podía
creer lo que veía. Muchachas de 15 años se le regalaban. Tino se sentía
un marajá.
El cuarto tenía un espejo grande, frente a la cama espaciosa y aire
acondicionado. No sería víctima del verano. Sólo por doce dólares
diarios. Tino vivía los mejores años de su vida. Prefería muchachas
menores de 19 años. Una de las tantas chicas que conoció, Yuneisy,
estaba por cumplir sus 15. Ella quería una fiesta, necesitaba dinero y
alguna que otra pacotilla. Sus padres no podían complacerla. A cambio,
se hacían los de la vista gorda para que ella se encargara de realizar
sus sueños.
Una tarde a Tino se le unieron dos prostitutas. Se armó una pequeña
reyerta que no transcendió. Tino se sintió disputado y halagado. Ellas
llegaron a la conclusión de que en el mismo giro, todo es posible. La
cama era bastante espaciosa, y no había que acostarle un número par.
Al día siguiente, los inspectores de emigración llegaron a la casa.
Tino, declarado ilegal, fue llevado al aeropuerto y montado en un avión
de vuelta a su país.
La familia del apartamento tuvo que pagar una multa de mil 500 dólares.
Siempre le achacan el percance a un chivatazo de los vecinos de los
bajos. Con suerte no le decomisaron la casa. Aún mantienen comunicación
con Tino, que extraña a sus niñas en La Habana.
En un país gobernado por hombres muy viejo que pasaron y olvidaron las
necesidades y deseos de la juventud, historias como estas sobran.
http://www.cubanet.org/CNews/y07/mar07/29a9.htm
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