2007-03-29.
Juan Carlos Linares Balmaseda, Periodista Independiente
28 de marzo de 2007. La Habana – Serían las tres de la tarde cuando
franqueé la puerta acristalada. Esta es una residencia con climatización
central en sus dos plantas, edificada a mediados del siglo pasado en el
selecto barrio Miramar. Ahí, en avenida 3ra y 6ta, radica la casa matriz
de TRANSCARD, una agencia financiera cubano-canadiense asociada al
consorcio estatal FINCIMEX.
Esperé mi turno sentado. Hasta que una linda joven funcionaria me llamó
a su despacho. Me senté frente a ella y así le entré al asunto:
"Señorita, el depositario mío en los Estados Unidos me comunicó que mi
nombre consta en una lista confeccionada por el gobierno de Cuba, donde
se le notifica la prohibición para transferirme dinero".
Percibí que la frente de mi oyente se había arrugado más de lo normal.
Ya no me miraba con ojos de querubín, era estrictamente con geta
burocrática. Pidió mi tarjeta magnética. Sus manos teclearon el código
en el computador situado frente sí, y al instante ratificó: "Con su
cuenta no hay problema. Eso debe ser que allá no saben realizar la
transacción".
Hice por objetar su juicio, y ella llamó al próximo de la cola. Más, una
itinerante reflexión se me descongelaba en el cerebro: Si soy miembro de
TRANSCARD desde el año 2000, y mensualmente cobraba por mi trabajo de
corresponsal mediante dicha cuenta, ¿cómo puede ser que allá no sepan
realizar la transacción? Intuí que para sacar la verdad por ese cuello
de botella necesitaba la ayuda de manos "tecleadoras" más poderosas.
Entonces pedí ir con la gerencia de Remesas. Así pude subir hasta la
planta superior y presentarme a una señora de mediana edad, con rango de
jefa y nombre, Cecilia. "Dame tu tarjeta", pide amablemente la jefa.
Tecleó mi código, fijó la vista en la pantalla del computador, inclinó
la cabeza hacia un lado, sutilmente oprimió los labios, y al fin soltó:
"Te están imponiendo la Instrucción 40 del Banco Central de Cuba. Debes
ir allá para resolver tu problema económico".
De súbito pensé en argumentarle que hace más de tres meses una veintena
de colegas míos -corresponsales independientes- corren la misma suerte.
Y me lo reservé, pues yo ahí de pié, ni sé porqué el vocablo "económico"
descongeló un intrascendente recuerdo mío, que me remontó a otra tarde
cuando por casualidad, y con tan solo un refresco entre tripas, encontré
una moneda de cinco centavos pegada a un contén de la calle, y también
por casualidad, un poco más adelante paró un metro-bus (camello), y
abrió sus tres puertas, y lo abordé no por casualidad, sino porque me
adelantaría como tres kilómetros en el trayecto a mi casa, y cuando
saqué la billetera solo contaba con 15 centavos, y el conductor era un
intransigente, y es cuando otro recuerdo se me descongela de la memoria:
la moneda encontrada un rato antes, y pude pagar el pasaje y caminar
menos. Desde entonces, tengo la manía de recoger cualquier centavo
perdido que se me atraviese en mi camino de andariego.
Al día siguiente, el viernes 16 de febrero, me fui a las oficinas del
Banco Central de Cuba, en calle Cuba esquina Lamparilla, en la Habana
Vieja. Allí me subieron al despacho del licenciado Humberto Guerra
Pérez-Cuba, un asesor legal de esta institución financiera estatal. En
su oficina, también en un segundo piso, me invita a sentarme y me
confiesa desconocer la Instrucción 40. Me pide mi tarjeta y gira en la
silla a un costado donde tenía situado un computador. Teclea. Leo sobre
el buró un pensamiento de José Martí: "Solo obedeciendo estrictamente a
la justicia se honra a la patria". Le hace fotocopia a los 16 dígitos
del código de mi tarjeta. Lee un corto informe redactado por él y me
pregunta: "¿quieres agregar algún otro interés personal?". Casi al
unísono con mi contesta que salía, mis manos que entraban en los
bolsillos, ya remendados por mi esposa en donde mismo las llaves pinchan
la tela y el menudo agranda el roto, y apretando el peso y pico que me
quedaba balbucee: "Interés económico".
Quedamos en que yo lo llamaría al teléfono suyo en una semana y en que
él me informaría sobre la reclamación mía.
El jueves 22 lo llamé. Me dice: "el responsable de la aplicación de la
medida es el Comité de Política Monetaria del Banco Central de Cuba. Su
queja fue elevada. Debes esperar un termino de 60 días".
Una semana después de eso, un colega me avisa de que le habían
comunicado oficialmente desde TRANSCARD que esta agencia había
clausurado y de que debía solicitar una nueva tarjeta magnética en
FINCIMEX. Acudo a TRANSCARD al lunes siguiente, no obstante lo que a mi
me notifican es que TRANSCARD había finiquitado el contrato, únicamente,
con los envíos de Estados Unidos.
Y mientras la espera va y los dos meses vienen, me siguen,
repulsivamente, descongelándoseme las dudas y humedeciéndome las
entendederas; por ejemplo, ¿Qué es la Instrucción 40? ¿Por qué TRANSCARD
no nos lo notificó nunca? ¿La susodicha lista habrá sido tecleada por la
Seguridad del Estado? ¿Y mi dinerito?...
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