Jorge Olivera Castillo, Sindical Press
LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubaneto.org) - Nada más parecido a un
sainete que el capítulo actual de la revolución cubana. Lejos de un
abandono de las poses cómicas se puede adelantar, sin temor a
equivocaciones, que no habrá permutas genéricas, ni notorias
alteraciones del guión.
La mala noticia es que el elenco asume sus poses hilarantes con pistolas
calibre 45 colgadas de la cintura. No hay crítica que valga, al menos
dentro de los límites en que transcurre la puesta en escena. Más allá,
no importa que se rompa el coro aprobatorio compuesto por los cipayos de
siempre y los miedos con envoltura humana listos a susurrar sus
desaprobaciones pensando en el arma y las intenciones de la compañía
teatral.
Cuba es el predio donde Raúl Castro se presenta como el protagonista de
una presunta obra épica. Es el presidente de la Isla, el hombre en el
que deberían estar condensadas las esencias del poder. Sin embargo, no
es más que una caricatura, obligado a fungir como otro administrador de
los deseos y delirios de su convaleciente hermano.
Es risible y dramático lo que viene ocurriendo en Cuba desde el aparente
traspaso del poder con el cual se pretendió darle visos de orden,
sensatez y autenticidad a algo que no admite la más mínima corrección.
Aquí el verbo enmendar se traduce en derrumbe súbito.
La revolución socialista está basada en una amalgama de anacronismos,
perversiones e incoherencias que, sumados, le dan un carácter con muy
poco en común con lo trascendental y la lógica.
Es un gran disparate que Raúl Castro haga alusión a un determinado
propósito, hipotéticamente emanado de su agenda como estadista, y más
tarde esas palabras sean convertidas en bazofia a través de un
comentario periodístico de Fidel. Para cualquier nación estas
credenciales anulan su fiabilidad y emiten innegables muestras de la
degradación de un gobierno en peligro de descomponerse a partir de la
indefinición de un liderazgo al margen de la sombra del caudillo.
Entablar un proceso negociador bajo estas premisas, sea cual sea el área
escogida, es como transitar por una cuerda floja con la manos atadas a
la espalda. Sería utópico esperar resultados concretos en asuntos
sensibles, si no se sabe quién gobierna en Cuba.
En medio de un ambiente rodeado por la incertidumbre y donde es preciso
ir saltando de la intuición a la cábala para desentrañar de qué lado de
la nomenclatura está el verdadero núcleo de poder, es imposible cifrar
esperanzas en relación a zanjar desacuerdos, pactar soluciones o dar
todo tipo de facilidades a interlocutores emparentados con los muñecones
de los ventrílocuos.
Indudablemente, se sobredimensionó el proceso de sucesión que en la
práctica no ha sido capaz de despejar las nubes grises que se ciernen
sobre el presente y el futuro de Cuba. Las promesas le llevan buena
ventaja a los acontecimientos tangibles, y no creo que haya intención ni
voluntad en cambiar el itinerario de una revolución marcada por el juego
de la retórica, y que su más caro anhelo sigue siendo mantener a flote
sus baúles repletos de tesis obsoletas y montones de desvaríos pintados
de amarillo con la brocha gorda del tiempo.
Veremos cuál será la próxima escena de la comedia. Lo más que puedo
aportar es una media sonrisa y no precisamente de satisfacción. Aunque,
inevitablemente, tan siquiera por un momento, hay que reírse.
Después, pensar en el eterno discurrir de esas letales comicidades con
el deseo de que acabe de llegar el definitivo desenlace.
oliverajorge75@yahoo.com
Cuba: ¿Reír o llorar? (4 May 2009)
No comments:
Post a Comment