La bicicleta y el cuadro
ALEJANDRO ARMENGOL
Una desventaja que arrastramos quienes desde el exilio escribimos sobre 
Cuba es el desconocimiento, total o parcial, no sólo de muchos hechos en 
la isla, sino de las características actuales de la sociedad cubana. 
Aquí en Miami esto se agrava por una visión del país fundamentada a 
partir de lo ocurrido en la década de los sesenta. De forma consciente o 
inconsciente, la nación que subyace en artículos, comentarios radiales y 
televisivos, y hasta anécdotas, tiene una fecha para maldecir, 1961, año 
de la fracasada invasión de Bahía de Cochinos, y una época para 
bendecir: la anterior a la llegada de Fidel Castro al poder, el 1 de 
enero de 1959.
El problema con este enfoque es que resulta falso. No existen ni la Cuba 
anterior a Fidel Castro ni la que éste intentó crear. La realidad es 
otra: el país del que se lee y se oye en esta ciudad tuvo sus orígenes 
en la década de 1990, cuando muchos de los que hoy tratamos de analizar 
lo que ocurre en la isla hacía rato no vivíamos allí.
Cuba in the Special Period (Culture and Ideology in the 1990s), editado 
por la doctora Ariana Hernández-Reguant, busca llenar ese vacío. 
Hernández-Reguant es antropóloga cultural y profesora de medios masivos 
de comunicación en la Universidad de California en San Diego, así como 
autora de trabajos académicos y artículos periodísticos sobre la música, 
los medios masivos de comunicación y los intelectuales en Cuba. Española 
de nacimiento, vivió en la isla durante el llamado ``Período Especial''.
La obra recoge contribuciones de antropólogos, escritores, musicólogos, 
críticos de arte y cinematográficos, quienes analizan el desarrollo de 
la producción cultural en la isla durante el período que se inicia tras 
la desaparición de la Unión Soviética y las reformas económicas 
establecidas en la década de 1990. Aunque el desarrollo cultural durante 
ese momento clave para entender la Cuba de hoy es el objetivo del libro, 
la introducción --escrita por Hernández-Reguant-- tiene un alcance mayor 
y ofrece criterios e información para responder algunas de las preguntas 
que se formula cualquiera que se enfrenta a ese momento de confusión y 
espera, cuando la vaticinada transición no llegó, pero tampoco el 
gobierno de La Habana logró revertir todos los cambios, improvisados 
como una tabla de salvación, y restablecer el ancien regime socialista.
El socialismo cubano dejó de ser un proyecto holístico, donde cualquier 
imperfección se explicaba --o justificaba-- con una visión de conjunto, 
para convertirse en un modelo social identificado por poco más que un 
grupo de derechos sociales básicos, como la educación y la salud 
pública, proporcionados más mal o más bien por el Estado, pero donde la 
satisfacción de un conjunto creciente de necesidades individuales, desde 
la alimentación y la ropa hasta la recreación, quedaba en manos de la 
suerte o el destino de cada individuo.
Por otra parte, todas las proyecciones teleológicas resultaron fallidas. 
Más que una línea recta, ascendente o descendente, el transcurrir de la 
sociedad cubana a partir de abril de 1991 ha estado formado por 
trayectorias interrumpidas, vías quebradas, dudas y continuidades. Al 
tiempo que el socialismo ha dejado de ser un presente eterno en la isla, 
tampoco podemos hablar de un hiato dentro de un capitalismo de larga 
duración, según el término acuñado por el historiador Fernand Braudel.
La realidad cubana se sitúa entonces dentro del ámbito de lo que se 
define como un ''socialismo tardío'' --quizá sería mejor hablar de 
rezagos socialistas-- y una sociedad donde el concepto de 
''post-modernidad'' se acoge por defecto y no por exceso.
El postmodernismo cubano --sería arriesgado hablar de post-socialismo-- 
se define no por la existencia de una sociedad postindustrial, sino 
precisamente por su ausencia. Paradójicamente, la importancia que 
adquieren durante el Período Especial las imágenes de ruina y 
decadencia, junto con el renacimiento de lo que podría considerarse 
''música de ayer'', pasan a ser interpretadas como ejemplo de 
autenticidad y resistencia, no como muestras del fracaso del socialismo. 
Esta lectura es asumida no sólo por el discurso oficial de la isla, o 
por las declaraciones de algunos de sus voceros, sino también por los 
medios de prensa y las industrias editorial y cinematográfica 
internacionales: el fenómeno Buena Vista Social Club, los numerosos 
libros con fotografías de La Habana y otras partes de Cuba y la 
infinidad de artículos aparecidos en publicaciones periódicas como 
National Geographic y Cigar Aficionado, señala Hernández-Reguant. Los 
viejos automóviles, las tradiciones del pasado, el entramado urbano de 
una ciudad en ruina exhibidos no como ejemplos de una época capitalista 
ya desaparecida, sino como ejemplos de supervivencia precisamente 
gracias a la ausencia del capitalismo.
En esta lectura postmodernista de Cuba, donde la publicidad aparece 
junto al cartel político en cualquier vidriera de un establecimiento 
habanero, el Período Especial en su momento cumbre de decadencia y 
miseria fue una especie de República de Weimar, a la inversa en cuanto a 
riqueza y nivel de vida, pero no por ello ausente de una cultura que 
hasta cierto punto puede considerarse propia. No por gusto Cuba in the 
Special Period realiza un análisis multidisciplinario del florecimiento 
de diversas expresiones de la llamada ''cultura popular'', al estilo del 
que hizo en su tiempo Siegfried Kracauer sobre la república alemana de 
corta duración. Y al igual que Kracauer, Hernández-Reguant y los autores 
de este libro consideran más importante analizar las expresiones que a 
primera vista se consideran superficiales o menos importantes que los 
discursos y las valoraciones sobre sí misma que una época produce: la 
santería, el rap y la nostalgia rusa, entre otros. Para conocer esa 
época donde la bicicleta y el cuadro coincidieron con desesperación y 
voluntad para sobrevivir, Cuba in the Special Period es una referencia 
indispensable.
 
 
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