SALUD PUBLICA
En la espera letal
Shelyn Rojas
LA HABANA, Cuba - Agosto (www.cubanet.org) - Lázaro Ferry era un negro 
gangulero querido por todos sus ahijados. Tenía 39 años. Esperaba los 17 
de diciembre para festejar su cumpleaños y la víspera de San Lázaro. 
Aprovechaba ese día para dar de comer la sangre de los animales 
sacrificados a las prendas que trabajaba.
Una mañana, amaneció quejándose de dolores en la parte baja de la 
espalda. El dolor era tan agudo que apenas podía caminar. Le costaba 
trabajo respirar.
Ese día, a pesar de sus dolencias, fue a trabajar. Era el encargado de 
repartir la comida en varios pisos del hospital Hermanos Amejeiras. 
Pensó que allí estaría protegido si se agravaba.
Se equivocó. Sus compañeros de trabajo no le prestaron atención a lo que 
le sucedía. Quizás por la tensión laboral.
Al día siguiente, el dolor era más intenso. Casi sin poder caminar, 
decidió dirigirse hacia la posta médica que le pertenecía en su 
localidad. Estaba cerrada.
La mayoría de las postas médicas y hospitales en el país se encuentran 
en esta situación desde que comenzó la trata de médicos. Doctores y 
enfermeros cubanos han sido enviados a Venezuela, Bolivia y otros países 
a prestar servicios en aras de la propaganda política.
Después de caminar varias cuadras, encontró un doctor en una posta (a 
varios kilómetros de su hogar), que estaba atendiendo pacientes. El 
doctor, al verlo en estado crítico, lo remitió urgente hacia el 
policlínico más cercano.
Cuando llegó al policlínico, le explicaron que allí no lo podían 
atender, porque no le pertenecía esa zona. Reglamentos.
A unas seis cuadras queda el policlínico de 30 de Noviembre. En ése era 
en el que debían prestarles los auxilios.
A Lázaro no le quedó otra alternativa que arrastrarse hasta el 
policlínico que le correspondía.
El doctor de turno que lo reconoció le ordenó unos análisis. El 
resultado de los análisis fue hepatitis e infección en los riñones.
Regresó a su casa con un tratamiento. Acudió a sus ahijados más 
allegados, Viviana y Juanito el mecánico. Viviana decidió quedarse con 
él esa noche, por si empeoraba.
Amaneció. Al mediodía, cuando su ahijada le estaba dando el almuerzo, 
Lázaro escupió un buche de sangre. Viviana se asustó. Llamó por teléfono 
a su hermano de religión Juanito. Este estaba trabajando en el taller. 
Ante la noticia pidió permiso y sin cambiarse de ropa fue para casa de 
su padrino. Directo para el hospital Miguel Enrique, la antigua Benéfica 
ubicada en Ciudad Habana.
Después de una larga espera en una cola interminable para ser atendido, 
el doctor que lo reconoció lo envió al laboratorio para hacerle análisis 
de urgencia.
El enfermero del laboratorio no se encontraba. Viviana dejó sentado a su 
padrino al lado de la puerta del laboratorio.
Asustados, los dos ahijados se dirigieron a información para localizar 
al enfermero.
La recepcionista levantó su mirada y de forma déspota les respondió: "El 
muchacho del laboratorio no está", y continuó sumergida en papeles.
Juanito le pidió de favor que lo tratara de localizar por el audio. Le 
explicó que era un caso de urgencia.
Esta vez, la recepcionista, disgustada, se levantó y groseramente les 
respondió, con la mirada fija en el overol sucio de grasa del atribulado 
mecánico, que como se visten las personas así eran atendidas.
El enfermero no apareció. La recepcionista retornó a su posición 
habitual entre los papeles, sólo interrumpida por alguna que otra 
llamada telefónica.
El 19 de julio, Lázaro el gangulero, sentado en el banco del 
laboratorio, esperando que le hicieran su análisis, ahogado en llantos 
por el dolor, falleció.
Shelyn2005@hotmail.com
http://www.cubanet.org/CNews/y06/ago06/31a9.htm
 
 
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