Luis Cino
LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - En el filme El Cuerno de la 
Abundancia, el malo de la película de Juan Carlos Tabío resulta ser el 
más viejo de los Castiñeira. Por  culpa de su "intransigencia 
revolucionaria", su familia pasa hambre, la casa se les cae encima y los 
nietos andan con los zapatos rotos. El viejo, encarnado por el actor 
Enrique Molina, se niega de plano a tolerar que sus parientes incurran 
en ilegalidades y culpa de todas las dificultades  al "imperialismo 
yanqui y la mafia de Miami". En los cines, el público se burla, lo 
abuchea y se regocija con sus desgracias.
El viejo Castiñeira es el más reciente villano de las telenovelas y las 
películas cubanas. Reinier, Julito el pescador y El hombre de Maisinicú, 
es probable que luego del desmerengamiento, resultaran personajes 
antipáticamente grotescos en estos tiempos de desilusión y estupor.
Antes del Período Especial, hubiera sido impensable que se convirtieran 
en el hazmerreír popular. Durante décadas, los malos de hoy, con varios 
años de menos y mucho fervor de más, fueron los idealizados héroes del 
realismo socialista. Los reflejaban en filmes y seriales televisivos en 
temeraria lucha contra los agentes de la CIA, los alzados del Escambray 
o los semi-caníbales "wachas" angolanos. En piezas teatrales, acometían 
obras de choque y planes quinquenales, sobre cumplían las metas y 
construían la nueva sociedad, enfrentados a los rezagos del pasado y los 
vestigios de la moral burguesa.
A los atorrantes de carne y hueso, los  sufrimos casi sin chistar 
durante demasiado tiempo. En el caso de los menores de 50 años, desde 
que nacimos. Los hemos tenido que soportar en la escuela, el servicio 
militar, los trabajos, el barrio, en la propia casa. Nos organizaron la 
vida de un modo perfectamente insoportable desde sus oficinas con 
retratos del Máximo Líder y murales con consignas que hablan de muerte.
Hoy nos acechan parapetados en los Comités de Defensa de la Revolución, 
la Asociación de Combatientes y las brigadas de respuesta rápida. Nos 
vigilan, prestos a chivatear, desde su banqueta de custodios, al lado 
del portón de la fábrica o el almacén.
Guardan diplomas y medallas de las zafras del pueblo y la emulación 
socialista. Pelearon en Girón o las guerras africanas. Vistieron de 
milicianos y juraron estar dispuestos a morir si se producía el 
holocausto nuclear en octubre de 1962. Sirvieron como guarapitos 
auxiliares de la PNR. Todavía visten con orgullo las ajadas piezas que 
conservan del uniforme verde olivo. O algún pulóver rojo con la leyenda 
Comandante en Jefe, ¡ordene!
Con aires de conspiradores reciben orientaciones ultra secretas del 
núcleo del Partido, la Seguridad del Estado o el jefe del sector de la 
policía. Sus armas son el teléfono, papel y lápiz o un palo. Sus 
misiones son evitar que le roben al Estado, espiar a los desafectos, 
participar en mítines de repudio y salir al paso a los rumores 
propalados por los enemigos, que son todos los que no acatan a pie 
juntillas el pensamiento único tal como aparece en las páginas del 
periódico Granma.
Son lastimosos ancianos, que a pesar de sus sueños agrietados, como 
último servicio a los jefes, velan celosos por la legalidad socialista a 
costa de negarnos el futuro, matarnos de hambre y condenarnos a vivir 
como las cucarachas. Los patéticos viejos guardianes de la revolución, 
como la noche de ronda Agustín Lara, hacen daño, dan pena. Sólo que en 
su caso, acabamos por reír.
Cuba: Los nuevos malos (5 May 2009)
No comments:
Post a Comment