Revaloración o crisis
NICOLAS PEREZ DIEZ ARGÜELLES
Cada día veo más lejos la libertad de Cuba. Y hay razones para ello.
Confundir con una apertura la venta al pueblo en tiendas diplomáticas
por dólares, de ollas eléctricas y microwaves es un espejismo como
cuando contemplamos en el desierto donde sólo hay arena, oasis llenos de
lagunas azules, palmeras de dátiles y odaliscas.
Y es que los deseos de ver libre a nuestra patria nos hace distorsionar
la realidad con una intención impecable, pero con pésimos resultados
políticos porque subestimamos a un enemigo formidable que, para
neutralizarlo, tenemos que planificar a largo plazo (este exilio sufre
de inmediatez táctica); hay que romper viejos dogmas y buscar nuevos y
atrevidos caminos y, finalmente, tenemos que terminar de entender que
los Estados Unidos son un generoso aliado, pero que responde a los
intereses de 350 millones de norteamericanos, no a los de un millón de
exiliados cubanos. Llevar sentados en el regazo del Tío Sam, escuchando
sus cuentos, las últimas cinco décadas ha sido un error de consecuencias
irreparables. Hemos carecido de imaginación para dar dos pasos lejos del
padrastro y brillar con luz propia, y por eso hemos perdido güiro,
calabaza y miel.
Fidel sigue en el poder en la isla, su renuncia es un cuento. Pero eso y
la carabina de Ambrosio es lo mismo. Aun con esta situación ambigua
debemos aceptar que en nuestras propias narices se ha desarrollado una
sucesión exitosa, a la cual ni este exilio ni la disidencia hemos podido
ni siquiera arañar.
Las últimas visitas importantes al país han hecho caso omiso de una
golpeada disidencia. El cardenal Tarcicio Bertone ha visitado La Habana
y salido de allí convertido en un empleado de relaciones públicas de
quinta clase del castrismo, tratando de terciar en las diferencias
Cuba-EEUU. Y el delegado de la Unión Europea ya ni intenta disimular,
por pudor, la poca importancia que Europa le presta a la oposición interna.
El valor político del exilio ante el mundo es aún más bajo. En las
cancillerías latinoamericanas nuestra influencia es de menos cero. E
incluso el famoso cabildeo de este exilio en Washington ha colapsado
ante una nueva corriente en Miami donde perdió su omnipotencia el voto
republicano y se divide con el demócrata. Hoy es matemáticamente
imposible, como en los viejos tiempos, que seamos el factor de triunfo
en una elección por la presidencia de los Estados Unidos. Y obrar en
contacto con la realidad, y advirtiendo el poco favor que nos hacemos
siendo sargentos políticos de demócratas o republicanos, nos ha costado
perder peso político ante nuestros aliados yanquis. Porque ya no les
servimos a sus más caros intereses.
Tengo un gran amigo que me dice Cándido el optimista. Y es cierto. Todas
las mañanas abro El Nuevo Herald con la esperanza ingenua de encontrar
un cintillo favorable a la libertad de Cuba, pero de un tiempo a esta
parte no veo un solo pájaro sobre las aguas que me indique que hay cerca
tierra firme.
¿Qué podemos hacer?... No sé, a veces pienso que nada. Otras, que
debemos revisar unas estrategias que llevamos aplicando hace 50 años sin
ningún tipo de resultado práctico.
Al comienzo del ''plan de trabajo forzado'' en Isla de Pinos, un
admirado amigo, José Antonio Martínez Mariño, hoy fallecido, escribió un
artículo en una de nuestras revistas de prisión confeccionadas a mano
que tituló Revaloración o crisis, y su tema era bien sencillo: o el
presidio cambiaba su estrategia contra el castrismo o permaneceríamos en
la cárcel hasta el día que a Fidel Castro le diese la realísima gana, y
así fue. Hoy el cuartito esta igualito, pero para el exilio, que o se
revalora o entra en una crisis final. Y para mayor desgracia no tenemos
ni una cuchillita de afeitar para iniciar una lucha armada y al búnker
castrista le interesa tres pepinos iniciar un diálogo de paz con
nosotros. Es decir, si bien es cierto que hay que insistir para salvar
''la honrilla'', como me decía Luis Fernández Rocha durante la
clandestinidad, hoy no estamos en condiciones ni de hacer la guerra ni
de firmar la paz.
Mientras, la dirigencia raulista, en contra de los pronósticos de los
cubanólogos, se mantiene sólida y sin una fisura, y es que allá saben
que si pestañean, pierden. Y como una paradoja de nuestra realidad, son
el petróleo de Hugo Chávez y las remesas de este exilio de Miami quienes
apuntalamos la economía castrista.
Malas noticias. Lo sé de memoria. Prometo que para el próximo miércoles
volveré a escribir que el comunismo está a punto de colapsar en Cuba.
Pero hoy, al contrario del resto de los 364 días del año, he amanecido
lúcido y esa lucidez deseo trasmitírsela a mis lectores, aunque no me lo
agradezcan.
nicop32000@yahoo.com
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