Oscar Espinosa Chepe
14 de agosto de 2007
La Habana – Hoy, cuando en Cuba se habla de posibles transformaciones 
económicas, aún no especificadas, resulta imprescindible considerar 
también el indispensable debate interno, sin exclusiones, sobre la 
gravedad de la situación nacional y las medidas a aplicar para salir de 
la crisis.
Cuando alguien enferma, y es el caso de la sociedad cubana, es 
insoslayable alcanzar un diagnóstico real para diseñar las medidas 
efectivas a tomar. En el caso de Cuba, deberá realizarse de forma 
respetuosa, responsable y civilizada, con la participación activa de 
todas las personas de buena voluntad, incluidos los compatriotas 
residentes en el extranjero. Los cambios que urgentemente necesita el 
país no pueden aplicarse impensadamente. La gravedad del paciente no 
admite nuevos errores.
A la vez, la nación cubana en modo alguno está preparada para cambios 
bruscos, que puedan desembocar en un proceso de inestabilidad social, 
del cual todos saldríamos perdedores. En esta etapa, las puertas del 
debate deben estar abiertas a todos los cubanos, sin exclusiones por 
motivos ideológicos o de otro tipo, que tanto daño han causado al 
espíritu nacional en el pasado. Es más que evidente que los odios 
prevalecientes durante tantos años, y viejos conceptos absolutamente 
desfasados, constituyen obstáculos que deberán ser superados.
Por otra parte, no existe contradicción entre el diálogo abierto a todos 
los cubanos y la negociación, sobre bases de respeto mutuo, con el 
exterior, fundamentalmente con Europa y Estados Unidos. El paulatino 
relajamiento de las tensiones con el gran vecino del norte ayudaría a 
eliminar, poco a poco, las absurdas políticas seguidas respecto a Cuba; 
adicionalmente, aportaría una contribución muy importante al 
fortalecimiento del diálogo interno, así como a la profundización y el 
desarrollo de las transformaciones estructurales urgentemente necesarias.
Al mismo tiempo, el inicio del diálogo interno acrecentaría el crédito 
de Cuba a nivel internacional y haría más difícil mantener 
contraproducentes políticas de aislamiento, únicamente útiles para 
servir de coartadas y fortalecer las posiciones de los sectores más 
duros e intransigentes. Podría ayudar en tal sentido, la inmediata 
liberación de los presos de conciencia y políticos pacíficos que luego 
de las palabras del General Raúl Castro el 26 de Julio pasado, más que 
nunca, constituyen una aberración jurídica que debe repararse. A este 
proceso de entendimiento podría apoyar de forma sustantiva la 
suscripción de todos los documentos internacionales de derechos humanos, 
abrumadoramente suscritos por la mayoría de las naciones, entre ellas 
algunas que avanzan en la senda de las reformas económicas, como China y 
Viet Nam.
Désele vía libre al entendimiento entre los cubanos, sin prejuicios ni 
odios. Debe mirarse hacia el futuro, como han hecho otros pueblos, que 
incluso pasaron por situaciones mucho más terribles, por ejemplo 
Sudáfrica y España. La grandeza política no está en el resentimiento y 
siempre mirar hacia el pasado, sino en construir un país próspero y 
feliz para las nuevas generaciones. Existen condiciones para ello. Los 
cubanos somos merecedores de ese destino.
http://www.bitacoracubana.com/desdecuba/portada2.php?id=5353
 
 
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