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Wednesday, August 08, 2007

EL ASCENSO DEL CASTRISMO AL PODER

EL ASCENSO DEL CASTRISMO AL PODER
2007-08-07. www.lahistoriaparalela.com
Lino B. Fernández
Publicado el 6 de Agosto, 2007 en Internacional

La noche estaba oscura y yo no lo sabía… Nadie lo sabía…La realidad
política y social de nuestro pueblo giraba en el espacio estelar de una
galaxia y el pueblo cubano era miope y no tenía conciencia de ello.
Todos creíamos estar con los pies en la tierra esa mañana del 1 de Enero
de 1959 menos Batista y su corte que volaban fuera del país para no volver.
La escena del tirano escapando fuera de Cuba después del dominio sobre
la política nacional por 25 años era sin embargo símbolo de la diáspora
de nuestro pueblo que comenzaba ese mismo día y que se prolongaría por
décadas hasta el momento actual, abarcando a millones de cubanos,
desintegrando la familia, transformando la esencia de la nación en un
"no se qué" que a todos nos afecta negativamente.

¿Qué nos ocurrió a los cubanos?

En los primeros 57 años de historia de la República de Cuba hubo un
diferendo Cuba-USA que influyó notablemente en la historia de los 50
años siguientes. Este diferendo afloró en la agenda de la Revolución
Cubana como una oportunidad para que la cúpula revolucionaria asumiera
una política reivindicativa de la soberanía nacional, que de hecho
convertía al régimen de facto en un valeroso David que se proponía
luchar contra el poderoso Goliath del Norte. Claro que como una injusta
añadidura, e invocando esta política de confrontación, el gobierno
revolucionario se arrogó el derecho de oprimir y subyugar al pueblo
cubano como una necesidad para sus objetivos.

Durante la década de los años 50 hubo una lucha violenta por el poder
político que había sido usurpado descaradamente por un dictador con
mucha influencia en las fuerzas armadas. Durante esos años los
demócratas cubanos acompañábamos esa lucha con un gran descontento por
la corrupción política y el deseo de promover socialmente a las clases
más necesitadas del país. Ello explica las expectativas con que se
recibió la huída de Batista y el triunfo revolucionario.

En 1956, una institución que no era de izquierda, la Agrupación Católica
Universitaria (ACU), procedió a la realización de una encuesta nacional
sobre el nivel económico-social del trabajador agrícola cubano. Con ella
se pretendió conocer las condiciones reales de vida de ese sector tan
importante y casi siempre muy desatendido por los gobiernos. Los
gestores de la encuesta, no buscaban el poder político con ello, sino
enfrentar a la opinión pública del país con ese sector de nuestras
realidades, para que pudieran ser enfocadas y resueltas. Como resultado
de esa encuesta de 1956 resultaba que había dos Cubas.

La que aparecía en la encuesta, y otra Cuba, la que estaba en desarrollo
y tenía verdaderos logros con avanzadas leyes sociales, una sociedad
civil fuerte, una extensa clase media y una moneda estable y fuerte.

Al advenimiento del período revolucionario, la tesis de los demócratas
cubanos era mantener los logros de la república visible y resolver los
remanentes del subdesarrollo. Sin embargo la élite revolucionaria que
conculcó todas las libertades y el derecho en nombre de la soberanía
nacional, procedió increíblemente a la destrucción sistemática de la
segunda Cuba, que ya era territorio económico firme en el que se podría
articular los nuevos planes de desarrollo. No era fácil juzgar por qué
lo decidían así. Pero nosotros sí estábamos muy seguros de que lo
sensato y racional era corregir sin destruir lo que había costado el
esfuerzo de muchas generaciones.

Una histeria masiva se creó en Cuba, murió el derecho a disentir.
Terminó la prensa libre. Las estaciones de radio fueron unificadas para
prevenir discrepancias con la línea de la revolución. Otros sectores
políticos fueron ignorados aun dentro del 26 de Julio. Así se pavimentó
la vía para incesantes intervenciones que destruyeron los poderes
civiles, económicos, políticos y judiciales.

Cesó el Estado basado en la Ley así como en la Sociedad Civil. No había
formas políticas de expresar el derecho a disentir. Si discrepabas eras
calificado como un seguidor de Batista, un contrarrevolucionario o un
agente del imperialismo. El disenso no tenía otra alternativa, que el
expresarse mediante la fuerza de las armas.

Desde su inicio el régimen revolucionario cubano ignoró la oposición,
¡tal como lo sigue haciendo ahora al cabo de 47 años! Pero debe decirse
la verdad completa, el régimen la oprimió dentro de Cuba, pero también
los Estados Unidos la oprimieron con una manipulación constante, ¡y esto
también ha continuado siendo después de 47 años!

Muchas veces ha venido a mi mente el convencimiento de que la historia
podría haber sido muy diferente si los elementos ajenos a Cuba no
hubieran participado en ella como lo hicieron. Quizás fue ineptitud
nuestra el no saber resolver la diversidad de enfoques para organizar la
opinión del país. Es incuestionable que hubo errores nuestros, pero
también un intrusismo culpable que ha venido estorbando la solución del
problema cubano.

Desde esa ventana de mi realidad personal, durante casi tres años, viví
otra experiencia: Yo fui testigo y compartí el nacimiento de una lucha
con muchos hombres que no esperaron por otros para tomar responsabilidad
por sus propias decisiones, y que ansiaron algo diferente de la
revolución cubana, y no la frustración que sufrieron. Ellos no eran
mercenarios ni defendieron intereses personales o foráneos y sabían que
tenían poderosos enemigos. Algunos eran educados otros analfabetos;
procedían de todos los niveles de la sociedad, y con gran variedad de
creencias.

Su mayoría no estaba representada por los "generales y doctores" que
dirigieron la República anterior, y mucho menos, podían ser considerados
como defensores del régimen de Batista. Fueron simples ciudadanos que
reaccionaron contra algo que les disgustaba y preocupaba profundamente.
No fue una insurgencia que sostuviera muchos debates, ni que brillara
por su paciencia. ¡Fueron acciones bien sangrientas! Porque unos pocos
pretendieron decidir el destino de todos mediante un torbellino de
cambios sociales, políticos y económicos que afectaban la idiosincrasia
del pueblo cubano.
Que yo sepa los cubanos no fueron a la Embajada Americana en La Habana a
consultar la opinión del cónsul o del embajador para hacer su decisión
de lucha o de no oponerse al gobierno. La nuestra fue una reacción
espontánea, y conste que el número de opositores era masivo.

Nunca hubo un brote de entusiasmo tan grande por un futuro mejor como el
que se experimentó al comienzo de la revolución, como tampoco ha habido
una frustración tan grande como la que muchos experimentaron al final de
1959. Y la causa fue que nunca una élite de gobierno cambió su agenda en
tan corto tiempo.

Fue fácil, aunque costoso, conspirar en Cuba. Eran incontables las
personas dispuestas para hacerlo. Desde los mismos puestos de mando de
la revolución y de los antiguos luchadores contra Batista, surgieron
cuadros que aun existían en 1966. La idea principal de la mayoría
opositora de entonces no fue escapar del sistema sino organizarse contra
él. Con más frecuencia se iba a la montaña que se buscaba asilo
político, a pesar de ser obvio para todo el mundo que cientos de miles
de milicias habían sido llamadas para integrar las fuerzas armadas futuras.

A pesar de que sabían que la revolución estaba armada hasta los dientes,
aunque su líder pregonaba embusteramente un "¿armas para que?". Se veían
los cañones y tanques por doquier; los discursos acerca del poder y el
poder real nunca cesaban, tampoco los tribunales callaban un día y el
número de sentencias capitales decretadas llegó a cifras increíbles. Sin
duda todo cubano estaba consciente del riesgo que afrontaba. Nadie se
imaginaba que lo que pretendía hacer era una tarea fácil, sino que la
mayor parte tenía la certeza de que no sobreviviría el intento.

Aún a la mitad de 1961, en la Isla de Pinos solamente había 6000
prisioneros, 15% de los cuales eran ex-guerrilleros. Todas las grandes
prisiones de Cuba, que eran numerosas, se encontraban abarrotadas.
Calculando a dos por provincia, que eran más, albergaban dos mil
prisioneros políticos cada una, lo que sumaba 24,000 prisioneros. Esto
sin contar con La Isla de Pinos, que haría un total de 30,000
prisioneros. Añádase luego los invasores, y las incontables cárceles
menores y vivacs que proliferaban a todo lo largo del país. Que pronto
se incrementarían con las granjas y sitios de construcción donde
trabajaban prisioneros. ¡Cuba era ya una gran prisión! Los números
indican que la resistencia interna en Cuba fue masiva, y generalizada.

Es imperativo apuntar la existencia de otra vasta área de resistencia
interna que no califica en ninguna de las categorías mencionadas, pero
que fue reconocida como hostil al régimen por servir de apoyo logístico
para las guerrillas, y que en los primeros años de la revolución, fue
masivamente desplazada desde su asentamiento tradicional en las lomas
del Escambray y otras áreas montañosas similares, a provincias lejanas.
Esta emigración compulsiva de los residentes del Escambray copiaba la
odiosa estrategia de "la reconcentración" concebida por Valeriano Weyler
para reprimir la lucha de los mambises para la independencia de Cuba.
Estos cubanos obligados también deben ser contados en las filas de la
resistencia, porque de otro modo se hubieran sumado a las filas de la
oposición, y podrían haberse mantenido en su región como apoyo a las
guerrillas en las ofensivas de las milicias.

¿Qué hizo que tantos arriesgaran sus vidas? ¿Qué motivó tanta
insurgencia en Cuba en aquellos años? Puede decirse que las raíces de la
oposición al sistema opresivo político comenzaron en Cuba desde antes de
la revolución. Los cubanos no toleraban el abuso de la fuerza. Nos
habíamos acostumbrado a repudiar la fuerza con la fuerza. Los cubanos
esperábamos soluciones democráticas a los problemas nacionales, que no
negaremos que eran bastantes. Había una conciencia de luchar por las
libertades políticas y los ideales de justicia social, lo que condujo a
muchos al sacrificio propio.

Enrique Baloyra recordó en una ocasión un discurso de Fidel Castro al
Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba en 1975, en que hablaba
del espíritu de la gente joven en aquel tiempo, y la pureza de
intenciones en los comienzos de 1959, su deseo de construir un país, de
hacerlo bien, de poner límite entre lo que no había funcionado y lo que
se había comenzado a construir para el futuro. Enrique, que estaba
enseñando en Chapel Hill, pensó para sí: "¡Yo conocí mucha gente como
esta!… El único problema es que todos ellos lucharon contra el Sr. Castro".

Lo habían hecho durante la tiranía de Batista y estaban insatisfechos
con la farsa de las nuevas libertades de que se jactaba el régimen,
mientras reprimía la expresión de ideas políticas diferentes a las
suyas. A esa época pertenece la aparición de las "coletillas" como
expresión de la censura del régimen en contra de la prensa que lo
criticaba con sobrados motivos. Los trabajadores eran expulsados de sus
centros de trabajo e inmediatamente eran incluidos en la lista de los
enemigos de la revolución, y sólo por disentir de las medidas
revolucionarias. Era constante la "penalización de las ideas" y total
la centralización del poder político. Así se eliminó de la vida pública
de la nación a las otras fuerzas que luchaban para restablecer el orden
constitucional y lo cual no podía llevarse a cabo sin poder organizar
una opinión pública mayoritaria.

Así se fue desarrollando la progresiva destrucción de la sociedad civil
cubana. Esa delicada e indispensable red de asociaciones de hombres
libres, necesarias para vivir, crecer, desarrollarse, producir, crear,
expresarse, proteger a todos y poder vivir en paz. Pero el maratón
revolucionario continuaba malbaratando los logros de la república
democrática, que a pesar de muchas imperfecciones brillaba en el
conjunto latinoamericano. Resistir era la palabra de orden. Pero la
avalancha de los acontecimientos y la carencia de una palanca política
en que se pudieran apoyar los opositores, permitió que la realidad
nacional se convirtiera en el desierto cívico actual.
¿Qué ha logrado Cuba perdiendo tantos de sus hijos? ¿Somos capaces de
decir que hemos ganado algo después de tanta pérdida? ¿Es aún posible
avanzar dentro del camino de una sociedad cuando la espontaneidad y la
pluralidad no son partes de la vida pública, cuando la familia está
dividida y la juventud no espera nada de sus antecesores?

Algo es cierto, y es que los cubanos quedamos atrapados dentro de la
lucha de las grandes potencias por su supremacía militar. El equilibrio
de los grandes poderes era lo que contaba. Y claro Cuba estaba demasiado
cerca del imperio como para no jugar un rol importante. Yo no creo que a
pesar de la arrogancia del discurso castrista, nuestra soberanía fuera
factor a considerar dentro del debate de las superpotencias... ¡Si
poseer a Cuba era realizable, la URSS tenía que lograrlo!, y ¡bien valía
Berlín el que se hipotecase el futuro de la República de Cuba y la
felicidad de los cubanos!


Lo que se desarrollaba dentro de la Resistencia Cubana no era de interés
para la CIA, excepto si esta podía ser controlada, dirigida, detenida o
manipulada. Como apuntó Enrique Baloyra profesor de Ciencias Políticas
de la Universidad de Miami en la Conferencia de Musgrove acerca de
"Bahía de Cochinos y eventos relacionados", celebrada en Georgia en
1995, "El error de la CIA consistió en inmiscuirse en la lucha,
conformarla de manera que se lograran sus objetivos con nuestros medios,
no nuestros objetivos con nuestros medios".

Tras la llegada del poder revolucionario, y en muy poco tiempo, los
servicios de inteligencia extranjeros estaban preparando el camino para
otros planes. Hay innumerables documentos, sin duda, sobre la
penetración extranjera en Cuba. La oposición primera al régimen conoció
su arribo y manejos, y nosotros específicamente, la sentimos de muy cerca.

Es difícil hacer un estricto seguimiento del proceso de enajenación de
la oposición por la propaganda oral que ambas partes hicieron. Aparte de
ser difícil de seguir el proceso, su crítica ya no tiene la posibilidad
de cambiar los acontecimientos escritos en la Historia. Han abundado las
excusas, pero las razones esgrimidas por ambas partes como explicación
han sido tan ambiguas que no merece la pena ir sobre ellas.

Si algún beneficio podría derivarse de discutir esta parte de nuestra
historia sería el arribar a conclusiones como éstas:

* La guerra real en Cuba no debió ser aprovechada como elemento de
disputa entre las dos potencias que competían por la supremacía mundial.

* Tampoco fue entre un Goliath que asechaba a noventa millas de
distancia y un David que defendía los derechos de su pueblo.

* La guerra entre ese supuesto David y el Goliath duraría 72 horas con
el sacrificio inocente de muchos cubanos, y la abstención traicionera
del gigante. Pero la guerra entre el régimen tiránico y los cubanos que
se opusieron y le presentaron una resistencia militar, duró seis años. Y
esta guerra ni es conocida ni respetada. Sin embargo y a pesar de su
vergonzosa derrota, el Goliath ha persistido en interferir en esta lucha
digna y desigual, más no para enmendar sus perjuicios a la causa cubana,
sino para el exclusivo beneficio de sus propios intereses. Nos consta y
existen documentos que avalan lo dicho, porque pasaron por las manos de
la primera oposición que se lanzó a la lucha en Cuba sin pedir permiso
para comenzar, organizar, sostener o dirigir su lucha ni los métodos
para lograrlo.

Desde el principio la resistencia en Cuba sabía que tenía que ocuparse
de sí misma, aunque tuvo que soportar los intentos de manipulación como
añadidura a las demasiadas complicaciones que le exigía la organización
de la clandestinidad. Escuchábamos con frecuencia que cada vez que
alguien dejaba Cuba porque su trabajo ya resultaba imposible por la
persecución, los servicios de inteligencia americana exploraban sus
posibles ambiciones personales con promesas de reconocerles una
jerarquía mayor en el tinglado de su cuestionable apoyo al clandestinaje
cubano. Con lo que su verdadera labor era fomentar un divisionismo que
restara organización y poder efectivo a los cuadros operantes en la isla.

A los que caían en esa tentación se les impartía una autoridad que
realmente no se les podía dar, como era la de tomar decisiones que
involucraban las vidas de quienes luchaban en la isla. No hay pueblo que
pueda conducir una lucha desde fuera de sus fronteras. Esta debe ser
conducida desde dentro, por aquéllos que la están peleando. Algunos
soñaban, y aún sueñan, que los Estados unidos no iban a permitir un país
comunista a 90 millas de sus costas. Y de esa idea surgió un corolario
mucho más peligroso, el "que los cubanos les estaban dando permiso a los
norteamericanos para decidir por ellos, y dirigir su guerra desde dentro
de las oficinas de la CIA".

Los que así soñaban estaban otorgando un permiso implícito pero tácito,
a los norteamericanos, para que controlaran el curso de la lucha y el
acta de la victoria. Y a pesar de que la primera oposición responsable
no cayó en esa trampa, los norteamericanos fueron convirtiendo en
estéril todo el sacrificio cubano. Los grupos políticos en el exterior
nombraban a nuevos líderes de la resistencia de dedo y con el apoyo de
los servicios de inteligencia americanos. Estos nuevos grupos o
movimientos carecían de organización eficiente y de la posibilidad de
lograr nada útil con los equipos que les suministraba la CIA, al mismo
tiempo que facilitaban la infiltración de las fuerzas de inteligencia
del régimen en el movimiento clandestino.

Así, todo lo que se desarrolló por la primera oposición no interesaba a
los encargados de suministrar los medios que se lloraban para la lucha.
Los que les interesaban eran quienes se dejaran controlar, dirigir y
manipular, pero nunca los que luchaban en el terreno.
Después de escuchar a varios hombres de los grupos de infiltración que
se entrenaban antes de Bahía de Cochinos, uno se da cuenta de que aún
ellos, tan interesados como estaban en obtener el entrenamiento
necesario para unirse a la guerra dentro de Cuba, no controlaban el
envío de la ayuda disponible, y ni siquiera conocían si sus gestiones
obtenían algún resultado para el activismo interno.

Aunque lo cierto es que esos hombres que tenían como principal interés
el ayudar a sus compatriotas cubanos de la resistencia, se preguntaban
el por qué esta ayuda tardaba tanto en implementarse.
Mientras la oposición aumentaba y la situación se hacía más crítica
dentro de Cuba, el régimen también perfeccionaba su sistema represivo en
contra de la oposición. Era notable la disparidad entre los recursos con
que contaba la resistencia y los de las fuerzas organizadas por el
régimen. Y a esto hay que añadir el desconocimiento y mala información
sobre la lucha interior que tenía la oposición fuera de Cuba.

En Julio de 1960 el tiempo apremiaba y las necesidades crecían. La falta
de visión sobre lo que estaba ocurriendo en Cuba aumentaba. La comunidad
exiliada ya estaba infiltrada, mas la resistencia interna aun estaba
intocada. La estrategia general, tanto la interna como la externa,
parecían coincidir en principio, pero cada vez se fueron diferenciando
más por el control norteamericano de las comunicaciones, los abastos
miserables y el inevitable control sobre el entrenamiento de hombres.

¿Qué se preparaba en la isla?

Expandir la organización y aumentar la preparación para la Guerra.
Adentro ofrecíamos entrenamiento mientras extendíamos la red de
seguridad interna y la protección general, y prioritariamente conocer
sobre el recién fundado aparato de inteligencia enemiga. Buscábamos
saber cuánto nos conocía, ¿cómo actuaba?, ¿cómo reconocerlos y
detectarlos?, ¿cómo penetrarlos? ¿Que hacían tantos extranjeros en Cuba?
¿De qué eran técnicos?

Logramos compartamentalizar la resistencia. Creamos más de un MRR en
Cuba. Uno para organizar la guerra, otro para ejecutarla. Ambos
separados. Ambos coordinados a la altura del alto mando.
Expandimos la presencia de la mujer en la clandestinidad, sobre todo en
inteligencia, organización y coordinación de la seguridad y protección
interna así como en comunicaciones y propaganda. Ellas desarrollaron
actividades indispensables, y lo hicieron de una manera única en la
historia de Cuba.

Cuando las guerrillas comenzaron enseguida establecimos contactos con
ellas para apoyarlas. Nos dedicamos a establecer comunicación, llevarles
ayuda material, medicinas armas y parque, para ir estableciendo un plan
general de integración que apuntaba en esencia a envolver al país en una
guerra general de guerrillas apoyadas por hombres entrenados o que
habían sido guerrilleros. No existía la idea de una invasión armada. Con
lo que contábamos era con la decisión de innumerables cubanos dispuestos
a luchar en contra de la implantación del comunismo en nuestro país, y
lo que planeábamos era tener a cubanos ayudando a cubanos en una lucha
progresiva, que por cierto tomó cuerpo demasiado rápido y antes de que
se pudiera organizar plenamente.

Lo que faltaba, y no podíamos proveer por nuestro propio esfuerzo, era
el aseguramiento logístico de armamento y parque con el que materializar
nuestra guerra, y esto tenía un tiempo óptimo de ocurrir o se corría el
riesgo de que desapareciera la oportunidad si no era apoyada. Los
cuadros civiles y militares del MRR intentaron apoyar las guerrillas ya
integradas a lo que diera lugar. Se acordó no expandir los frentes
armados a menos que se les pudiera apoyar en sus necesidades o corríamos
el riesgo de perderlo todo. Finalmente la mayoría de nosotros
continuaríamos engrosando las guerrillas en tanto se desarrollaran, o
porque nos fuera muy difícil seguir operando debido a la persecución, o
porque los esfuerzos de la guerra lo requirieran.

Mas el apoyo no llegaba. Todo esto provocó un enorme sentimiento de
frustración Se desconocía, o no se tenía en cuenta, el enorme potencial
que se había generado en el país. La visión que se daba a través de los
medios era en términos de propaganda panfletaria y no concebida como un
apoyo a la lucha que se sostenía en condiciones muy precarias por los
miembros de las distintas guerrillas. Es bueno señalar que el gobierno
americano no nos abandonó, sino que simplemente nos ignoró. Nunca creyó
en una revolución democrática desde dentro de la revolución comunista.

De nada valió que nosotros arrancáramos primero y buscáramos su ayuda
desinteresada, pero sencillamente no le interesamos. Nos desconocieron
porque no nos dejábamos manipular. No midieron el alcance de nuestra
fuerza, porque Cuba no era la Guatemala de 1954, ni nosotros un Castillo
de Armas instrumental. Y con el tiempo, tanto los norteamericanos como
muchos cubanos, fueron cayendo en el error de creer que había dos
oposiciones, la de dentro y la de fuera. La de dentro nutría a la de
afuera con sus acciones dentro del territorio nacional, pero la de fuera
no podía hacer nada para suministrar a los de adentro. Y con esa
incomunicación operacional, ninguna de las dos partes podía obtener la
victoria.

La obsesión de controlarlo todo desde las oficinas centrales de la CIA
fue la razón de incontables confrontaciones y conflictos dentro de las
fuerzas del Frente Revolucionario Democrático (FRD), y aún dentro de los
grupos destinados a la infiltración y que intempestivamente fueron
convertidos en una brigada de asalto mal preparada, con un número
insuficiente de tropa, y que por ello estaba expuesta al fracaso. No se
puede hablar de falta de coraje en la tropa porque el alistamiento había
sido voluntario, y hasta se había viajado al extranjero para
incorporarse a ese cuerpo armado.

Pero toda la maniobra militar tenía un pecado original que se había
sembrado en la mente de los oficiales de la CIA que atendían a los
cubanos. Y esta mala semilla fue que no se debía contar con el pueblo
que estaba llevando la lucha adentro. Ni siquiera fue alertada cuando se
acercaba el día de la invasión. Nunca fue más evidente que la oposición
interna no había sido, ni iba a ser escuchada nunca.
Ya desde fines de Octubre de 1960, después del fracaso del alzamiento
del comandante Plinio Prieto en el Escambray, quedó muy claro que era
necesario a toda costa repetir la operación planeada por él o el
Escambray se desintegraría ante el gran cerco que preparaba el ejército
y que cada vez se iría ampliando más.

Esto provocaría una lógica crisis del sostén material y la cooperación
que habían venido prestando los campesinos de la zona. Como
efectivamente ocurrió, y ya hemos hablado de ello anteriormente. Así
sería más difícil mantener el contacto con ellos, como el llevarle los
suministros y las medicinas que necesitaban los alzados.
El plan que se empezó a desarrollar consistía en apresurar la entrada de
hombres de los grupos de infiltración para enviarlos al Escambray, o
usar en su lugar a prácticos confiables de la zona, para que hicieran
contacto con los grupos de alzados y así se pudieran coordinar el sitio,
el día y la hora para la recepción de armas por aire. Y como tercera
opción, se procedería a una recopilación de todas las armas posibles
para coordinar un alzamiento conjunto con el Mov. 30 de Noviembre.

Sus militares y los nuestros, provistos con todos los equipos
necesarios, permitirían establecer unas comunicaciones seguras con el
Escambray, y fortalecerían a las guerrillas que ya operaban en el área.

El 29 de Noviembre de 1960 el jefe de la CIA de entonces, Allen Dulles,
informó al presidente Kennedy sobre el concepto y los pormenores del
desembarco para liberar a Cuba del comunismo. La vida era tan apresurada
entonces que no podíamos detenernos a sacar conclusiones sobre la falta
de seriedad con los envíos de apoyo por aire a la resistencia. Para
rematar la poca fe que ya se iba teniendo en esos envíos, ocurrió que
unas pocas armas que se enviaron fueron lanzadas fuera de las montanas,
doce millas al norte del Salto del Hanabanilla, y donde se encontraba un
enorme campamento de las milicias del gobierno cubano. La ridícula
noticia salió con abundantes fotos en toda la prensa cubana y mundial, y
desacreditando la seriedad de la lucha que se sostenía. Y sin embargo
las guerrillas eran tan heroicas que permanecían a pesar de que no
llegaban los abastos.

A fines de noviembre de l960 el Escambray no era el único foco de
insurgencia pues existían numerosos grupos guerrilleros en casi toda la
isla. En el Escambray estaba Evelio Duque con sus hombres, la guerrilla
comandada por Osvaldo Ramírez, la del comandante César Páez, la de
Membribe, la de Merejo Ramírez y otras, se calcula que ya para esa época
había cerca de tres mil hombres alzados en el Escambray y que estaban
agrupados en 82 guerrillas, muchos de ellos sin armas. Calculamos en 150
mil los hombres que rodearon al Escambray por su mayor concentración de
guerrillas.

También hubo el grupo de hombres recién venidos del exterior, casi todos
de la sección estudiantil del MRR, y que desde entonces se nuclearon en
una organización denominada el Directorio Revolucionario Estudiantil,
con vistas a alzarse en las montañas del Escambray y de Oriente.

En la provincia de Camaguey estuvo la guerrilla de Tomás San Gil en la
Sierra de Cubitas. Hubo varias guerrillas en Pinar del Río, Matanzas y
las Villas, que antes de Bahía de Cochinos llegaron a sumar más de 30. A
pesar del fiasco militar de Bahía de Cochinos y durante los años 1961 y
1962, estas guerrillas, lejos de disolverse, crecieron en número y en
tropa a lo largo del territorio nacional y sin reparar en la total
carencia del apoyo exterior. En ese momento todavía había guerrillas por
toda Cuba, y que eran ayudados por el campesinado. También se mantenían
conspiraciones importantes dentro de las fuerzas armadas hasta los
finales de Agosto de 1962, en que hubo una gran redada con juicios
sumarios y fusilamientos masivos de los que aún falta mucha información.

La rama militar del MRR duró hasta 1966 cuando el grupo central de sus
dirigentes más importantes fueron arrestados y ejecutados. Un grupo
numeroso de ellos había luchado en la Sierra Maestra con Castro en los
tiempos de Batista. Formaron parte de la columna # 1 y lucharon por más
de un año en las llanuras de Camagüey como era el caso de José Vásquez.

De los grupos de infiltración llegaron hombres entrenados sobre todo en
guerra de guerrillas y en comunicaciones radiotelegráficas, que se
fueron distribuyendo por todas las provincias y se mantenían en la
clandestinidad en espera de la intensificación de la guerra en el
interior del país. Aparentemente el enlace exterior de estos hombres era
una base de comunicación desconocida que nunca tuvo real enlace con los
hombres de los campamentos en Guatemala. Lo sabemos porque los hombres
que el MRR había introducido, y los que le habían asignado como
telegrafista del comandante Plinio Prieto, estaban bajo nuestras
órdenes, y habíamos experimentado de primera mano que nuestras
trasmisiones no se enlazaban con otros hombres de los campamentos de
cubanos.

El control estaba todo en las manos de los servicios de inteligencia de
la CIA. Esos agentes de la inteligencia profesional actuaban desde
lugares desconocidos, sin mediación de cubanos, y por tanto muy
desconocedores de todas las realidades de nuestro país, y de la guerra
que nunca quisieron reconocer. Así los cubanos resultaban piezas
desechables de un ajedrez ajeno.

Las conversaciones sostenidas con la inteligencia americana que se nos
acercaba, ya desde Marzo de 1960, eran bien diáfanas en aclarar sobre
quiénes debían dirigir, sobre quiénes decidirían con quién se debía
contar dentro de Cuba para hacer crecer la oposición. Hubo aclaraciones
sobre como se había de conducir la guerra dentro del país, nuestro
rechazo a que nos diesen cuadros de ex militares del régimen de Batista
que ya habían entregado las armas con anterioridad. Esas discusiones
-todas ellas en definitiva- reclamaban dar prioridad a los
acontecimientos que ocurrieran dentro del territorio nacional cubano. Y
la razón de nuestra lucha era la recuperación de una revolución que
había sido desvirtuada y traicionada. Sin compromiso con el pasado
corrupto y sin vasallaje a ningún poder exterior. Si habían de ayudarnos
tenía que ser sin condicionar nuestras acciones y respetando la
jerarquía cubana del proceso.

El alto mando de la CIA, prefería a los militares del régimen de Batista
como gente mas confiable para ser integrada a la nueva lucha cubana, y
obviamente no les gustó que le informáramos en contrario a su gente en
La Habana. Reconocíamos que tenían todo el derecho de luchar por la
democracia de su país, por lo que las puertas de las organizaciones
clandestinas estaban abiertas para ellos, pero que no estábamos
dispuestos a integrar una fuerza armada que pudiera confundirse con el
ejército que había sostenido a Batista en el poder.

La CIA también se resistía a aceptar que la lucha fuera dirigida desde
Cuba y no desde el exterior. No aceptaba el razonamiento de que una
duplicidad de mando traería confusión y propiciaría la penetración por
parte de la inteligencia cubana. Uno de los héroes de la resistencia,
"Francisco", solía decir que la resistencia no estaba en campaña
política. Hay un documento de fecha Enero de 1961, donde él predice,
poco antes de ser capturado en Marzo junto con múltiples líderes, de qué
manera se estaba amenazando la sobre vivencia de la resistencia.

Jorge Domínguez, profesor de Ciencias políticas de Harvard, me preguntó
en la conferencia sobre la primera oposición sostenida en Musgrove,
Georgia en 1995, si yo no pensaba que nuestra concepción sobre la lucha
había sido demasiado militar. ¡Yo asentí!- Y hoy en día añadiría que no
fue una concepción, sino una combustión espontánea. ¡Así respondió un
considerable número de cubanos!

Las razones que había en 1960 para oponerse al régimen despótico siguen
vigentes aún hoy.- O dicho de otra manera: Las razones de una oposición
actual al sistema opresor no se distancian de las razones primigenias.
¡No hay ninguna nueva razón! Como no sea recalcar que todas ellas están
multiplicadas por 48 años de lo mismo.

http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=11080

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