El nuevo Mesías
La mística de Grau y Obama, y el sueño de los cubanos.
Rafael Alcides, La Habana | 05/05/2009
Oigo a la gente por ahí hablar del presidente Obama con el fervor con
que oí hablar del doctor Ramón Grau San Martín cuando yo era muchacho.
Al sonriente profesor de Medicina de la Universidad de La Habana le
decían "el Mesías". La prensa gubernamental, en son de burla, y porque
se lo creía; ellos estaban seguros de que lo era. Y con razón.
En 1933, el estudiantado, protagonista en el derrocamiento del gobierno
del general de la guerra de independencia, Gerardo Machado, lo sentó en
la silla presidencial. Y a Grau y su gabinete, como si todavía fueran
muchachos, les dio por ponerse a inventar. Consagran la jornada laboral
de ocho horas, le otorgan el voto a la mujer y osan encarar a un
poderoso monopolio norteamericano. Todo esto, coincidiendo con un
peliagudo momento del mundo.
Es el instante en que Hitler inflama con su verbo el corazón de
Alemania, Mussolini es dueño de las calles de Italia, el experimento
ruso sigue propagándose por el planeta, y Washington, que aún no se ha
repuesto de las averías morales y materiales que le dejaran la reciente
crisis económica y la prolongada ley seca, siente su imagen amenazada en
este mundo.
Cuando el día 127 de su entusiasta gobierno, Grau abre las ventanas de
palacio que dan al mar para ver salir el sol, ve ahí, a un tiro de
piedra del malecón, cuatro acorazados. A diferencia del general Machado,
él no huye. Sabe que no entender aquel aviso es invitar a esos cowboys a
ocupar de nuevo el país, hacer correr la sangre, y de todos modos tener
que irse. Renuncia.
Yo crecí en medio de la mística del doctor Grau, yo vi personas hincadas
en el suelo rezándole y encendiéndole velas. Conocí a una embarazada
que, buscando al varoncito, parió dieciocho hijas y le escribió al
doctor Grau pidiéndole que en el nuevo parto le concediera un varón, y
él no le falló.
En su misión de hacer del diferendo Cuba-Estados Unidos historia,
arqueología, cuentos para contarle a los nietos, ya hubo un primer
milagro de Obama; pero, los creyentes cubanos se preguntan: ¿habrá otros?
Es verdad que Grau, por cubano, estaba obligado con Cuba, y San Obama,
por norteamericano, estaría obligado "contra Cuba". Pero también que los
Mesías no lo son de una patria, sino del mundo —como el hijo de María—.
De modo que no siguen tradiciones políticas locales, también como el
hijo de María.
Y la gente de la calle, que como de costumbre vive con los ojos puestos
en el cielo, eleva sus preces a Obama. Lo que los malos anteriores no
pudieron a la fuerza, San Obama, que por algo es el ungido, lo hará a
las buenas, con ramos benditos y todo. Ante esos homenajes, el actual
gobierno cubano quizás empiece a abrir la mano, y entonces eso será como
cuando un ladrillito cede en una represa.
Pero, supongamos que Obama no es el ungido. Para él, como "prieto",
obtener el cambio en Cuba es un desafío. Una victoria de su raza. ¡Decir
mañana que uno de ellos logró aquí en cuatro años, lo que en medio siglo
no pudieron los blancos!
Por lo que he oído, hasta ese extremo llega el sueño de algunos. Sin
embargo, quienes recuerdan las pocas ganas de volver a soñar que dejó
Grau, cuando gobernó de nuevo entre 1944 y 1948, han juntado gravemente
las cejas al oír a los "soñadores-del-cambio-empujado-desde-afuera"
adivinar el sueño para Cuba del nuevo Mesías.
El nuevo Mesías - Artículos - Cuba - cubaencuentro.com (5 May 2009)
http://www.cubaencuentro.com/es/cuba/articulos/el-nuevo-mesias-175311
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