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Thursday, March 10, 2016

Sobre la política exterior hacia Cuba

Sobre la política exterior hacia Cuba
ANTONIO G. RODILES | La Habana | 10 Mar 2016 - 7:40 am.

Cuando el presidente Barack Obama anunciaba su nueva agenda respecto a
Cuba esgrimió como motivación fundamental la necesidad de empoderar al
pueblo cubano y de concluir con una política supuestamente errada. Para
muchos, el argumento resultaba cuando menos ambiguo, partiendo de que
durante todo el proceso que se había dado, se ignoró el criterio de un
amplio grupo de actores políticos dentro y fuera de la Isla. No
comprendíamos que se pudiera empoderar al cubano si el régimen era el
único que tenía representación en el nuevo proceso político.

No ha tomado mucho tiempo mostrar que quienes dudábamos estábamos en lo
cierto. Un año y tres meses después, los hechos hablan por sí solos.
Raúl Castro ha cumplido con su palabra empeñada: no ceder ni un milímetro.

Sin embargo, es necesario señalar que la nueva dinámica no solo ha
marcado las relaciones de EEUU y el régimen de La Habana, sino que ha
marcado pauta también en Europa.

Cuando la nueva agenda se hizo pública ya existía un camino recorrido en
el proceso de diálogo político entre el régimen y la Unión Europea (UE).
Existían claros referentes que debían, de una forma u otra, dar guía
para el resultado final de dicho proceso. El acuerdo de asociación con
América Central pautaba el papel fundamental que debe jugar el tema de
DDHH y promoción de la democracia.

Durante el viaje realizado por el canciller español García-Margallo,
este mencionó con claridad la importancia de que el régimen se acogiera
a dos importantes herramientas internacionales, los Pactos de Derechos
Humanos de Naciones Unidas y las normativas de la Organización
Internacional del Trabajo. La molestia fue evidente, el canciller no fue
recibido por Raúl Castro.

La señal fue más clara: la nueva ronda de conversaciones, a celebrarse
en pocos días, era suspendida por el régimen hasta nuevo aviso.
Evidentemente, estas dos herramientas estarían en la mesa de discusión y
no eran del agrado del régimen.

Lo que pocos esperaban era que el anuncio del día 17D cambiaría
notablemente el camino de dicho proceso. El tema de derechos humanos
quedaba a un lado para dar vía a temas económicos. Y los europeos
seguirían la nueva línea trazada por la diplomacia norteamericana.

La semana pasada tuvo lugar en forma discreta otra ronda de
conversaciones de la UE con el régimen. Por supuesto, los derechos
humanos siguen en un segundo plano y la ausencia de la oposición sigue
siendo un elemento obvio y, lamentablemente, ya rutinario. Las presiones
del régimen han surtido pleno efecto.

También se han revelado las discrepancias del régimen con la
Administración norteamericana en referencia a la presencia de algunos
disidentes y opositores durante la visita del presidente Obama.

El resultado concreto y real es que la nueva política tanto de la UE
como de EEUU no han logrado ningún empoderamiento de la sociedad civil
independiente, de la oposición, ni tampoco de los cuentapropistas,
quienes ni siquiera han obtenido una personalidad jurídica. Lo que sí se
ha logrado es que el régimen exija con más fuerza que los únicos actores
políticos son ellos y que, si no se aceptan sus reglas, el proceso no
avanza.

Resulta un delirio que dos dictadores decrépitos, que han secuestrado y
convertido nuestra Isla en una ruina, puedan marcarle la agenda a EEUU y
a la UE.

El régimen de los Castros carga un pasado desastroso y de violaciones de
los derechos humanos. Un amplio récord de relaciones con regímenes
violatorios, despóticos y enemigos de las democracias occidentales.

Legitimar la transferencia de poder implica dificultar el camino a la
democracia en Cuba. Quienes piensan que los cambios del régimen deben
conducir a la democratización del país, se equivocan. Raúl Castro y su
equipo trabajan para mantener el control de la sociedad en aras de
lograr un tránsito a una dictadura maquillada donde los herederos
continuarían en la cima del poder.

El empoderamiento de la población solo es posible en el marco de un
Estado de derecho, que propicie libertad de expresión y asociación. Este
entorno debe derivar en un proceso electoral donde el voto del ciudadano
exprese la voluntad popular. Mientras esto no ocurra, la sociedad será
una caldera que puede estallar. La verdadera opinión se encuentra en las
calles, en ese clamor en contra del discurso oficial. Los desastres del
régimen se reflejan en la apatía y la insatisfacción de todos.

La nueva política hacia Cuba no ha contribuido al surgimiento de un
verdadero empresariado. El 85% de las empresas cubanas está en manos de
directivos nombrados por la junta militar, o es administrada por
oficiales activos o retirados de las Fuerzas Armadas. En lo referido a
la economía no estatal, la legalidad del sistema constituye una
herramienta coercitiva que impide el desarrollo de la iniciativa en esa
área por los cubanos emprendedores. Esta dinámica afecta también el
desempeño de los inversores extranjeros.

Mientras más pasa el tiempo la falta de resultados lleva a la mayoría de
los cubanos a un rechazo silente a cualquier promesa oficial. Un año y
tres meses de deshielo entre Washington y La Habana deja como saldo más
poder para el régimen y menos posibilidades de mejoría para el pueblo.
El cubano se apresta a participar del impacto mediático que traerá
consigo la visita de Obama a la Isla, pero no espera mucho de este
acontecimiento.

La insatisfacción con un proceso que margina a la mayoría genera
malestar. Esto se traduce en una creciente tensión social. Desconocer
constantemente la voluntad ciudadana conduce a un callejón sin salida.

La actual política de la UE y EEUU quiere ver en el régimen un factor
positivo en la construcción de una sociedad democrática. Se convalida,
en la política internacional respecto a la Isla, el autoritarismo
electoralista. Este va aderezado con supuestas transformaciones
económicas que, como muestran la experiencia china, vietnamita y
birmana, no siempre conducen a más libertades. En este contexto, EEUU y
la UE les dan la espalda a los actores prodemocráticos para facilitar el
clima de dialogo distendido con la dictadura.

El giro en las relaciones con la Isla solo conduce a la supervivencia
del sistema, en tránsito a una etapa aparentemente distinta, pero tan
represiva y dictatorial como de costumbre. La verdadera apertura solo
puede ocurrir implementando el reconocimiento de los derechos humanos
como vía de empoderar a los cubanos.

Los verdaderos actores a favor de la democracia se encuentran entre
quienes demandan las libertades fundamentales enfrentando la represión.
Desconocer lo anterior, tiene un alto costo para el pueblo cubano.

Adrián Sosa y Camilo Ernesto Olivera son también autores de este artículo.

Source: Sobre la política exterior hacia Cuba | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1457560116_20809.html

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