Nueva y vieja represión
Mientras el espectro amplio del sector más inconforme con la realidad
cubana se transforma y no se limita a la oposición activa, la represión
continúa anquilosada en sus formas más burdas
Redacción CE, Madrid | 09/03/2016 2:12 pm
Un joven sale de su casa, a comprar cigarrillos a la esquina, y un auto
policial se le acerca, lo detienen y por 24 horas permanece en el
calabozo, sin formularle encausamiento alguno. Transcurrido ese tiempo
lo ponen en libertad. Del totalitarismo de Fidel Castro al autoritarismo
de Raúl, la represión en Cuba transita esa cuerda floja entre el control
gubernamental extremo y la abulia y desesperanza de la población. Además
de perpetuar un patrón al mismo tiempo miserable y de miseria, destruye
o al menos aleja las posibilidades de un civismo ciudadano.
No es que la agresión impune no se ejerciera en la Isla
sistemáticamente, pero por lo general se recurría a ella en momentos de
crisis —como durante el éxodo del Mariel. Ahora la crisis se ha vuelto
permanente y ese sector soez de la población, donde el lumpen proletario
ha recibido carnet de represor, y al resentido y envidioso le han dado
carta libre para desahogar su frustración, ha sido seleccionado para
llevar a cabo el trabajo sucio, ese donde la represión es más burda ⎯el
golpe, el insulto y la humillación⎯ y visible.
Asistimos a una táctica con al menos dos objetivos claros: amedrentar y
limpiarse las manos. Raúl Castro quiere mantener a las fuerzas armadas
fuera del ejercicio cotidiano de amedrentar a la población, al tiempo
que convierte al terror en una práctica cotidiana, pero sin una
institucionalización aparente.
Así el aparato coercitivo del Gobierno se presenta como una institución
protectora, que garantiza el orden, y no como una maquinaria destinada a
crear miedo y hasta pánico. La policía y las fuerzas de seguridad están
para "proteger" a las Damas de Blanco de la ira del pueblo. Los
opositores no son sancionados con largas condenas ⎯a no ser que
traspasen ciertas barreras, tras varias advertencias⎯ sino amenazados
constantemente, detenidos unos pocos días, "desaparecidos" por unas
cuantas horas.
Uno de los problemas con este tipo de táctica ⎯más allá, por supuesto,
de la condena elemental⎯ es que llega el momento en que se torna difícil
de controlar. No hay ocurrido hasta ahora en Cuba, pero es un peligro
latente.
Esa mujer que insulta y araña, ese hombre que sale con una cabilla en un
cartucho, aquellos que forman parte de las turbas que agreden a varios
ciudadanos indefensos que realizan una protesta pacífica, constituyen un
grupo hetereogéno, al que aparentemente se maneja fácilmente, tanto por
medio de esos mismos mecanismos de terror, como con pequeñas prebendas y
algún que otro beneficio monetario o emocional, y alimentando sus
frustraciones y resabios, pero que al mismo tiempo resulta poco
confiable, de gran inestabilidad emocional e irracional por naturaleza.
Es decir, gente peligrosa que al tiempo que se alimenta y vive del caos
es incapaz de comportarse con responsabilidad e independencia.
Hay que reconocer que hasta el momento el Gobierno cubano ha podido
controlar a sus turbas, pero hasta cuándo ello será posible resulta
difícil de predecir.
Lo que llama la atención es que mientras el espectro amplio del sector
más inconforme con la realidad cubana se transforma de acuerdo a las
características de la sociedad actual, y se podría hablar de una
disidencia tradicional ―vertical en buena medida e ilustrada― y de un
fenómeno post disidente —como son los blogueros y una oposición que
proviene de las capas más desfavorecidas de la población, de baja
escolaridad y bordeando o dentro de la marginalidad social⎯, la
represión continúa anquilosada en sus formas más burdas.
En última instancia, el "recurso perfecto" para acallar cualquier voz
independiente en Cuba son los actos de repudio.
En ese sentido, se podría afirmar que el Estado cubano se comporta con
una tacañería extrema y no admite la menor manifestación de independencia.
Donde la función opositora ha evolucionado de un enfrentamiento radical
al desacuerdo, la disidencia y la simple búsqueda de una vida propia, el
Gobierno continúa plantado en no permitir la menor apertura de un
espacio político.
Bajo una óptica represiva, es lógico que una negativa tan burda a
cualquier tipo de reforma necesite de acciones y mecanismos igualmente
burdos para sostenerse en el poder.
Del agente de seguridad sagaz y de mentalidad fría al matón de esquina,
dispuesto siempre a golpear al indefenso, como la forma perfecta de
demostrar su poder.
Ante el más leve temor de amenaza, el régimen cierra filas. El terror es
el único instrumento en que confía. La turba que golpea y veja se apoya
en el policía listo para encarcelar y en el tribunal sin decoro que condena.
Pero al mismo tiempo se asiste a un fenómeno de desgaste, en que la
represión más elemental e inmediata va quedando cada vez más en manos de
sujetos irresponsables y agresivos por naturaleza. La conducta de estos
sujetos son la cara más turbia de un monstruo con varias cabezas, y no
debe verse de forma aislada: constituye la esencia del sistema imperante
en Cuba.
Source: Nueva y vieja represión - Noticias - Cuba - Cuba Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/cuba/noticias/nueva-y-vieja-represion-325033
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