Mujeres, siempre postergadas
YOANI SÁNCHEZ, Washington | 08/03/2016
A pocos días del asesinato de dos jóvenes turistas argentinas en
Ecuador, un hombre en la ciudad de Santa Clara prendía fuego a la casa
con sus dos hijos dentro, como venganza hacia su exesposa. La violencia
contra las mujeres sigue campeando a sus anchas en América Latina y en
la mayor parte de este planeta. Una jornada como este 8 de marzo, de
homenajes, flores y discursos llenos de halagos, no borra ese horror, ni
lo empequeñece.
La agresión constante que sufrimos las féminas cobra forma en el golpe
de un marido abusador, pero también está presente en cada minuto de
nuestras vidas, tanto en el orden profesional como social. Caminar sola
de noche por una calle, sentarse sin compañía en un parque o tomar el
sol en una playa sin estar "escoltada" por la pareja, son momentos que
muchas mujeres cubanas viven con más inquietud que disfrute.
Los límites en los que podemos movernos quedan claro desde muy temprano:
¿Decente o puta? ¿Buena esposa o cuestionable solterona? ¿Madre dedicada
o mala madre? ¿Sumisa o peleona? ¿Maquillada o desaliñada? ¿Buena
cocinera o inútil frente a la hornilla? Cada intento de salirnos de esos
estrechos marcos implica el doble de esfuerzo que para un varón y una
cantidad proporcional de improperios ajenos.
La violencia comienza desde que somos pequeñas, cuando nos preparan para
ser "hermosas y delicadas", forzando nuestros gustos, afinidades y
vocaciones. Nos imponen ser condescendientes y dulces, recatadas y
silenciosas; subordinadas a la iniciativa masculina y "aguantonas". La
formación familiar y el sistema educativo, imperante aún en nuestro
país, nos encierran en estrechos y decimonónicos roles de género.
A nosotras se nos mide con las escalas más exigentes y se nos piden las
cuotas de paciencia más altas. Si una mujer es víctima de un abuso
lascivo en la calle, la primera reflexión de la mayoría será señalar que
llevaba una "ropa muy provocativa" o se contoneaba en exceso. El agresor
es presentado como alguien que "hizo su papel de hombre" y la fémina
recibe los peores adjetivos.
Las presentadoras televisivas deben verse lozanas y atractivas, mientras
a sus colegas masculinos les cuelgan las canas, las papadas y las
barrigas, sin que nadie se moleste por ello. En el Gobierno pasa otro
tanto. A este poder "macho y machista", bajo el que vivimos hace casi 60
años, le gusta retratarse con caras bonitas y hacer melosas ceremonias
en el Día Internacional de la Mujer. Regala flores y nos llama
"compañeras", mientras el resto del año frena las reivindicaciones
femeninas y la independencia de cualquier iniciativa por la igualdad de
género.
Al feminismo cubano le ha ocurrido lo que a una mujer profesional que
termina encerrada en la casa con un marido celoso y de pocas luces. Le
quitaron sus mejores años, le impidieron experimentar la vivencia de
tomar las calles para reclamar sus derechos y ahora le exigen que se
quede tranquila, mansa, apoyando a esos que mezclan la testosterona y el
poder, la subestimación a las féminas y un empalagoso cortejo, que es
otra forma de violencia enmascarada en supuestos elogios y piropos.
Si apropiarse de nuestros cuerpos a la fuerza es un delito execrable, lo
es también adueñarse de nuestra libertad, imponernos un modelo de lo que
debemos ser y prolongar esos esquemas discriminatorios, ese falso
mercado de valores, donde los ovarios siguen cotizando por debajo de los
testículos.
Source: Mujeres, siempre postergadas -
http://www.14ymedio.com/blogs/generacion_y/Mujeres-siempre-postergadas_7_1958274154.html
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