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Saturday, September 20, 2014

Un área (des)protegida

Un área (des)protegida
INALKIS RODRÍGUEZ, La Habana | 19/09/2014

El área natural protegida Sierra del Chorrillo está ubicada en el
municipio Najasa, provincia de Camagüey. Tiene una extensión de más de
324 caballerías y centenares de trabajadores que a veces cobran por
proteger la flora y la fauna, pero en otras ocasiones cobran por destruirla.

Quienes lleguen hasta este lugar encontrarán extraordinarias riquezas
forestales, árboles endémicos, maderables, medicinales y exóticos.
También aves migratorias de diferentes partes del mundo que, escapando
de las bajas temperaturas, se refugian en Sierra del Chorrillo y atraen
un turismo apasionado por la ornitología.

Entre los mamíferos que habitan en la zona están los antílopes de la
India, venados, cebras, búfalos, ankoles, jutías, jabalíes, caballos y
vacas de diferentes razas, y una variada población de murciélagos
cubanos. No menos importantes son el mayor bosque fósil de Cuba y la
cueva Rosa La Bayamesa, que en los tiempos de las guerras de
Independencia sirvió como hospital a los mambises y donde se imprimieron
los periódicos El Cubano Libre y El Mambí, entre otros. Además, estos
terrenos fueron sede del Gobierno de Cuba en armas de aquellos años.

El visitante queda maravillado con tanta tranquilidad natural y debe
pagar 15 pesos para admirar el lugar, en caso de ser cubano y de
permitírsele entrar, algo que no siempre está garantizado. Si se trata
de un turista extranjero, entonces la entrada asciende a 5 CUC. Una vez
que se accede y, aunque toda la apariencia muestra un sitio protegido,
en realidad se está pisando un lugar muy mal manejado.

Uno de los problemas principales de la reserva es la inestabilidad en el
pago a los trabajadores. A veces pasan hasta tres meses sin que el
Estado les entregue salario alguno a quienes laboran allí. ¿De qué viven
los empleados? La respuesta es dolorosa: se mantienen con el robo de
maderas, la caza furtiva de jutías, venados, antílopes, guineos y todo
lo que pueda resolver el problema de sobrevivir el día a día. Ellos
prefieren robar, antes que exigir sus derechos.

Un Comandante de la Revolución, depredador de la naturaleza

El mal funcionamiento se debe a la Empresa Nacional para la Protección
de la Flora y la Fauna, dirigida a nivel nacional por el comandante de
la revolución Guillermo García Frías. Este último, sólo visita el lugar
una vez al año y siempre llega en helicóptero, pues las carreteras de
acceso están destruidas. Su actitud de maltrato hacia los trabajadores
–que incluyen palabras obscenas– se materializa también en colocar un
cordón de seguridad que no deja acercarse nadie a 500 metros de donde
decida pasar la noche. Aquí disfruta de su mansión, piscina, carne de
res y lo que se le antoje.

A Guillermo García parece no preocuparle que el jefe de los proyectos de
Conservación de la Flora y la Fauna de esta empresa viva mejor cada día
y que en su casa no le quepan los muebles de maderas preciosas. Ese
hombre sabe el trabajo que le daría a cualquier otro cubano cortar un
árbol de manera legal, para lo cual –en teoría– se necesitan más papeles
y permisos que para hacerse ciudadano español.

Tampoco le preocupa a Guillermo García que los proyectos de conservación
de la flora y la fauna no funcionen. Hay carencia de trabajadores para
realizarlos, pero alguien cobra los salarios como si realmente se
ejecutaran estas labores. No solo esto. Los familiares de los
comandantes de la revolución que llegan hasta el lugar, si se les antoja
comerse una jicotea –cuya pesca está prohibida–, se la comen y no pasa
nada. Si se les antoja una vaca, un antílope o un venado, pasa lo mismo.
¡Qué ironía: un área protegida cuyos recursos son manejados para
satisfacer a los hijos, nietos y jefes del Gobierno!

Los guardabosque no hacen honor a su nombre en Sierra del Chorrillo,
pues no guardan el bosque. Ellos también tienen sus casas amuebladas con
maderas preciosas, sin tener fincas particulares de donde puedan
justificar que sacan los árboles y la materia prima. Casualmente, nunca
atrapan a los que cortan un cedro, caoba, baría, ébano negro, y mucho
menos al que fríamente se lleva los pichones de cotorras y cateyes para
después venderlos. Tienen oídos sordos a los tiros de los cazadores
furtivos.

Sin embargo, cuando un visitante llega a esta área (des)protegida, le
hacen creer que todo está cuidado y atendido. Le llenan la cabeza de
fantasías, cuando la realidad está muy alejada de ese paraíso terrenal
que le cuentan a los turistas.

Source: Un área (des)protegida -
http://www.14ymedio.com/blogs/origenes/area-desprotegida_7_1636706314.html

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