El caso Tokmakjian, las trampas de la ley
IGNACIO VARONA, La Habana | Septiembre 30, 2014
Ex viceministro del Azúcar condenado a 20 años de cárcel por corrupción
Pocos esperaban un gesto magnánimo de los tribunales cubanos con el 
empresario canadiense Vahe Cy Tokmakjian. Desde que fue arrestado en 
septiembre de 2011, este hombre de 74 años se había convertido en un 
botón de prueba para quienes piensan invertir en la Isla. "Si Tokmakjian 
es juzgado con demasiada severidad, pocos querrán poner su dinero aquí", 
susurraban muchos encargados de negocios de embajadas y otros 
profesionales del mercado y el capital.
La sentencia a 15 años para el presidente de Tokmakjian Group puede 
parecer ahora un gesto de fuerza de Raúl Castro, pero el saldo principal 
es el debilitamiento de la confianza de los inversores y el retiro de 
capital de la Isla. La idea ha ido ganando fuerza en los corrillos 
diplomáticos y empresariales, que colocaron todas sus esperanzas... y 
sus suspicacias en el proceso judicial que comenzó en junio pasado.
Según la fiscalía, Tokmakjian ha sido juzgado por los delitos de 
cohecho, actos en perjuicio de la actividad económica y la contratación, 
estafa, tráfico de divisas, falsificación de documentos bancarios y de 
comercio, además de evasión fiscal. Otros dos ciudadanos canadienses y 
directivos de la misma empresa, Claudio Franco Vetere y Marco Vinicio 
Puche, resultaron condenados a 12 y 8 años de cárcel, respectivamente.
Las excesivas penas de cárcel no solo recayeron en los acusados 
extranjeros. Los 14 altos funcionarios y ejecutivos cubanos que fueron 
juzgados durante el mismo proceso recibieron penas entre 6 y 20 años de 
prisión. Nelson Labrada, ex viceministro del Azúcar pasará las próximas 
dos décadas de su vida en prisión, según determinó el Tribunal 
Provincial Popular de La Habana.
Al conocer las sentencias, los familiares y abogados defensores han 
dejado escapar el grito de horror que llevaban aguantando desde hace 
casi tres años. La compañía radicada en Ontario ha denunciado "la falta 
de un debido proceso legal" y el vicepresidente financiero ha confesado 
que las autoridades cubanas han exigido al grupo unos 55 millones de 
dólares canadienses para que Tokmakjian vuelva a caminar por las calles.
La libertad tiene un precio para este empresario extranjero, aunque en 
el caso de los acusados cubanos poco podrán hacer para aminorar las 
condenas. Si se trata de una acción ejemplarizante para detener la 
corrupción, como algunos aseguran, la severidad del castigo ha sido 
mayor para quienes no ostentan un pasaporte de cualquier otro confín del 
planeta.
La sentencia se ha hecho pública después de meses de espera y toneladas 
de especulaciones. Algunos aventuraban que con la nueva Ley de la 
Inversión Extranjera, que entró en vigor en junio pasado, el Gobierno 
cubano iba a "pasar el caso por debajo de la mesa" para no provocar 
temores en los potenciales empresarios que quisieran instalarse en 
nuestras tierras.
Otros creían que solo una condena ejemplarizante contra este grupo 
pondría las reglas claras para evitar futuras corruptelas. Para quienes 
creen que las acusaciones contra Tokmakjian están fundamentadas, la ley 
que ha caído sobre él con todo su peso disuadirá a otros de hacer 
jugarretas con los impuestos, apelar al clientelismo o adulterar las 
cuentas.
Esta segunda línea de opinión, que considera a Tokmakjian culpable y 
merecedor de una fuerte sanción, obvia que similares acciones son 
realizadas por figuras del propio Gobierno y del clan familiar que rige 
los destinos de la nación. "Haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago", 
parece que dicen desde sus puestos los generales y tenientes coroneles 
convertidos en empresarios a la carrera. No llevar grados militares es 
una condición peligrosa para los negocios en esta Isla.
Casi un cuarto de siglo de presencia en Cuba no le valió de nada a 
Tokmakjian para que la fiscalía fuera clemente. Su grupo empresarial 
calcula en 100 millones de dólares los activos de la empresa que ya han 
sido confiscados durante todo el proceso judicial. Encima de eso la 
fiscalía acaba de exigir unos 91 millones como resarcimiento por los 
daños económicos supuestamente infringidos a la economía nacional.
Solo la empresa canadiense de níquel Sherritt International iba por 
delante del Tokmakjian Group en cuanto a operaciones comerciales en 
Cuba. Especializado en equipamiento para la construcción y la minería, 
este último llegó a facturar hasta 80 millones al año e introdujo una 
buena parte de los autos Hyundai que aún circulan por nuestras calles. 
El nicho de mercado que aprovechó incluyó el reemplazo de piezas y 
motores de viejos vehículos de transporte importados de la Unión Soviética.
Podría decirse que Tokmakjian pescó en las aguas revueltas de la 
ausencia de derechos empresariales de los cubanos. Hizo crecer su 
fortuna cuando nosotros no podíamos, aunque eso no es un delito sino, 
más bien, una omisión ética que le permitió lucrar allí donde están 
vetados los nacionales. Sin embargo, un día molestó a alguien, y los 
tribunales se encargaron de recordarle quién manda en casa.
Ahora, con sus oficinas en La Habana cerradas y precintadas, Tokmakjian 
Group reclama ante los tribunales canadienses unos 200 millones de 
dólares al Gobierno cubano. El caso augura ser una interminable 
secuencia de capítulos donde se sumarán denuncias, negociaciones y 
gestos de clemencia o de arrogancia. Sin embargo, lo sucedido trasciende 
la suerte de los 17 encausados que acaban de sufrir en carne propia la 
falta de autonomía de los tribunales cubanos y la lamentable ausencia de 
separación de poderes.
Las duras condenas contra Tokmakjian y otros enjuiciados es una señal 
directa a quienes creen que en Cuba se puede ganar dinero fácil con el 
beneplácito de las autoridades. La realidad es un mundo de trampas: 
algunas se activan de inmediato y otras tardan veinte años en cerrarse 
sobre la víctima.
Source: El caso Tokmakjian, las trampas de la ley - 
http://www.14ymedio.com/nacional/caso_Tokmakjian_0_1643235662.html
 
 
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