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Monday, March 03, 2014

El duro destino de quienes llegan a viejos

El duro destino de quienes llegan a viejos
Ancianos enfermos deben trabajar en condiciones precarias y a veces
fuera de la ley, para cubrir gastos elementales
lunes, marzo 3, 2014 | Alberto Méndez Castelló

PUERTO PADRE, Cuba.-El viejo Raúl era obrero de Servicios Comunales,
pero una dolencia cervical irreductible, a la edad de 54 años, hizo a la
Comisión Médica licenciarlo. Ahora tiene 74 años y una pensión de
doscientos cuarenta y dos pesos, "pero sólo en los medicamentos de mi
esposa se me van más de cuarenta", dice. La mayor parte del tiempo
permanece sentado en la acera, frente a un mercado de productos
comestibles liberados, vendiendo especias y bolsas de confección casera
para llevar los mandados.

Raúl se transporta en bicicleta, pero el viejo Gilberto debe luchar a
pie, a pasitos cortos, para vender algún que otro sobre de comino de
empaque casero. Era chófer de camión. Pasó cuarenta y un años detrás del
timón: "Yo manejaba tirando cañas desde que tenía once o doce años", aclara.

Dolencias en el esqueleto sacaron a Gilberto del trabajo. Ya
septuagenarios, él y su mujer "viven" con una pensión de doscientos
cuarenta y dos pesos, de los que unos sesenta se van en medicinas. Los
retirados por enfermedad no pueden obtener licencia para trabajar por
cuenta propia: "El otro día un inspector quería ponerme una multa de
setecientos pesos. Llévame para la policía, para decir allí todo lo que
tengo que decir. Al final me dejó tranquilo".

Mariano tenía mejor posición que Raúl y Gilberto, y a diferencia de
ellos, no se retiró por enfermedad, sino al cumplir con sus años de
trabajo. Al momento del retiro, ocupaba un cargo administrativo en el
hospital municipal. Tras la jubilación, otras instituciones lo
aprovecharon, hasta que la salud le jugó una mala pasada. Ahora Mariano
es un parapléjico. Pedaleando con las manos un triciclo, procura ganarse
la vida vendiendo prú, un refresco de hierbas y raíces fermentadas.

Blanco también pedalea un triciclo con las manos. Es un ex operador y
conductor de grúas, a quien dos trombosis lo transformaron en
parapléjico balbuceante. Ahora debe pasarla con una pensión de
doscientos cuarenta y dos pesos para él y su anciana madre: "En
medicinas nada más, se van más de cuarenta pesos, si no vendo cuchillas
nos morimos de hambre", me dijo, al tiempo que se lamentaba de lo
difícil que resulta encontrar cuchillas para vender, pues la Aduana ha
restringido su entrada al país.

En Puerto Padre existe una Casa del Abuelo, donde, por veinticinco pesos
al mes, los ancianos reciben desayuno, almuerzo, comida y dos meriendas.
"En ocasiones aquí tenemos hasta carne de res, hoy tenemos pollo", me
dijo Jiménez, un albañil jubilado. Pero esta Casa del Abuelo sólo tiene
capacidad para unos cuarenta ancianos, los que deben ir a dormir a sus
casas. De modo que no es más que un escaso remedio sobre esta gran
herida que resulta la vejez, no sólo en Puerto Padre, sino en toda Cuba.

Cientos de ancianos, casi todos enfermos, casi siempre en condiciones
precarias y no pocas al margen de las leyes, tienen que proseguir
trabajando para ganarse la vida en esta ciudad. Los falsos razonamientos
no producen una buena sopa. Según la Ley No. 117 del Presupuesto del
Estado para el año 2014, los ingresos por la contribución a la Seguridad
Social son de 3 034,5 millones de pesos, pero los gastos ascienden a 5
122,7 millones de pesos, por lo que existe un déficit de 2 088,2
millones de pesos, a cubrir por la cuenta del presupuesto central. Eso
está bien si las cifras fueran reales. Pero no lo son.

Source: El duro destino de quienes llegan a viejos | Cubanet -
http://www.cubanet.org/opiniones/el-duro-destino-de-quienes-llegan-a-viejos/

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