El mismo Castro, la pobre Cuba
By DANIEL MORCATE
Es un axioma de la realidad cubana que el debate entre quienes exigen 
mano blanda y quienes exigen mano dura contra la dictadura de los 
hermanos Castro termina decidiéndolo la propia dictadura. Y que 
invariablemente lo decide a favor de los segundos. Con su predilección 
por las acciones represivas, el régimen deja una y otra vez en ridículo 
a sus compañeros de viaje, quienes perseveran en su fe por obstinación, 
obcecación u otras razones todavía menos edificantes. Mientras tanto, 
las azoradas víctimas del castrismo continúan aguardando con paciencia 
bíblica, la de Job, que en el mundo democrático surja el merecido 
consenso de repudio a la tiranía que padecen.
Entre las más recientes hazañas represivas de los Castro se cuenta el 
arresto comprobado de decenas de desafectos a quienes ha aplicado el 
principio estaliniano de la ``peligrosidad predelictiva'', principio que 
Human Rights Watch califica de ``la más orwelliana de las leyes 
cubanas'' en una denuncia que elocuentemente titula Un nuevo Castro, la 
misma Cuba. Muchos de esos arrestos se han practicado en Oriente, 
bastante lejos de la mirada de los diplomáticos que residen en La Habana 
y de los pocos periodistas extranjeros que se atreven a informar, en 
crónicas prudentemente anónimas, sobre estos atropellos.
Con leyes como la Resolución 79 del año pasado, que restringe el uso de 
internet, el régimen también sentó las bases para la brutal represión 
que ha desatado contra los valientes blogueros que informan sobre las 
crudas realidades de Cuba. Esas medidas coercitivas pretenden justificar 
la estrecha vigilancia a que se somete a esos comunicadores 
independientes, los ataques físicos que padecen y el uso de turbas 
fascistoides, integradas por policías camuflados de civiles y maleantes 
de las brigadas de respuestas rápidas, que intimidaron y golpearon al 
periodista Reinaldo Escobar y a otros colegas en La Habana la semana pasada.
Estas acciones del régimen castrista responden a la lógica del poder 
absoluto, la única por la que se rige. Es una lógica que se alimenta no 
sólo de la vulnerabilidad de sus víctimas indefensas, sino también de 
las debilidades que le demuestran democracias influyentes como la 
norteamericana y la española. Los arrestos de opositores, el maltrato a 
los prisioneros políticos y las golpizas a blogueros son actos 
deliberados para intimidar a los rebeldes en la isla y burlarse de ``la 
flojera'' de las democracias. Otro aspecto de la misma estrategia son 
los ``intercambios culturales'', mediante los cuales la dictadura 
permite la visita controlada de artistas que le demuestran simpatías y a 
cambio envía al extranjero a canes amaestrados en el cinismo oficial. En 
Miami acabamos de sufrir a dos de esos visitantes, Amaury Pérez y Juan 
Formell, personajes con más talento para el cinismo que para la música, 
lo que ya es mucho talento para tan pocos personajes.
Alguien, alguna vez, calificó la fascinación y debilidad ante los 
tiranos como ``el menos viril de los vicios''. Ese vicio hizo que 
algunos, incluso en la capital del exilio, se entusiasmaran con la 
leyenda de un Raúl Castro ``más pragmático, humano y familiar'' que, al 
heredar el mando de su hermano Fidel, emprendería reformas aperturistas. 
Más de dos años después de que asumiera formalmente el poder, el segundo 
Castro en efecto ha hecho reformas, pero para intensificar la represión. 
Hasta la ecuánime Human Rights Watch, en su penetrante informe, se suma 
a quienes siempre les hemos exigido a las democracias que ejerzan ``la 
presión necesaria'' para aflojar el puño de los dos tiranos unidos por 
el mismo apellido, la misma sangre y la misma maldad.
DANIEL MORCATE: El mismo Castro, la pobre Cuba - Columnas de Opinión 
sobre Cuba - ElNuevoHerald.com (27 November 2009)
http://www.elnuevoherald.com/noticias/mundo/columnas-de-opinion/story/596436.html
 
 
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