2009-07-11.
Pedro Corzo, Escritor, Editor y Periodista
(www.miscelaneasdecuba.net).- La toma del poder político por parte de
los militares no es una novedad en el hemisferio. Ejemplos
lamentablemente sobran y sin temor podemos decir que no hay país en el
continente que en uno o varios periodos de su historia no haya padecido
la voluntad cuartelaria de un general transformado en presidente, sin el
apoyo del pueblo que dice representar.
No obstante todo parece indicar, a pesar del reciente golpe militar que
tuvo lugar en Honduras, que en el siglo XXI los cuarteles han dejado esa
triste historia atrás, y que han asumido la conciencia de que sus
deberes están limitados a lo que las constituciones y los políticos
electos determinen.
Mas aun, ya a finales de la última década del pasado centenio fueron
pocos los golpes de estado y sin dudas el más recordado, a pesar de que
fracasó estruendosamente, fue el que personificó Hugo Chávez en
Venezuela. Promotor en la actualidad de otro tipo de estrategia, que
aunque no usa a los militares como escudo, no deja de ser una estrategia
antidemocrática.
Otro ejemplo que también tiene como escenario a Venezuela y que tal vez
fue el primer reflejo del cambio de mentalidad entre los militares, fue
el golpe de estado contra el presidente Chávez en abril del 2002.
Los militares ante la orden de Chávez de sacar los tanques a la calle
para aplastar la masiva protesta popular contra su gobierno, demandaron
la renuncia del mandatario, quien nada perezoso y más preocupado por su
vida que por la dignidad de su cargo, presentó la renuncia, la que hizo
conocer con extrema rapidez su ministro de Defensa de entonces, el
general Lucas Rincón.
Lo peculiar es que los generales y almirantes venezolanos, 2002, no
buscaron el gobierno como habían hecho unos años antes sus pares de
Argentina, Brasil y Chile. Se estableció un gobierno civil, que aunque
efímero, no fue militar. Después se produjo un contragolpe en el que de
nuevo los militares tuvieron un papel trascendental, pero en esa ocasión
para restituir al presidente Chávez.
Todas estas situaciones complejas, contradictorias y novedosas, han
conducido a muchos analistas a considerar que Venezuela se ha convertido
en una especie de laboratorio político que crea un virus específico para
el tipo de desestabilización que demande cada país. Una estrategia de la
subversión en la que es vital la generación del caos social, la
provocación de la violencia oficial y por supuesto la cooperación de los
gobierno y fuerzas políticas internacionales que formen parte del
denominado proyecto del socialismo del siglo XXI.
Es interesante destacar que Venezuela que en su momento estuvo a la
vanguardia de la independencia americana gracias al liderazgo de Simón
Bolívar, está otra vez a la delantera en un peligroso debate entre
conceptos ideológicos y políticos excluyentes, que al parecer van a
ocupar las posiciones más preeminentes en la política continental en los
próximos años.
Otro ejemplo del aparente cambio de mentalidad de los militares que
también tuvo lugar en Venezuela, fue que el sector castrenses
venezolanos que se oponía a Chávez no intentó un golpe militar cuándo el
gobernante traicionó el compromiso de respetar las diferencias políticas
a su retorno al Palacio de Miraflores, pocas horas después de su
derrocamiento.
En noviembre del 2002, en un hecho sin precedentes que muchos dirigentes
cívicos son incapaces de tener, una amplia representación de los
institutos armados venezolanos se congregó por más de un mes en la Plaza
de Altamira, Caracas, para reclamar sus derechos y los del pueblo que
habían jurado defender.
Si Venezuela ha sido el país donde se han instrumentado con éxito las
formulas para imponer un despotismo que pasa por elecciones, pero que no
por eso es democrático - Bolivia, Ecuador y Nicaragua- quizás la clase
dirigente de Honduras decidió instrumentar por si misma un antídoto de
shock, que a pesar de sus graves repercusiones secundarias, consideran
mejor que la enfermedad mortal de la democracia que significa el modelo
chavista.
El presidente Manuel Zelaya estaba en la ruta del chavismo. Control de
los poderes del estado. Descrédito y exterminio de la oposición.
Liquidación de la libertad de prensa. Supresión de las organizaciones de
la sociedad civil que le confronten. Polarización de la nación.
Un discurso de odio y revancha que lleva a la intimidación de la
ciudadanía por una minoría militante que solo tiene como divisa el odio
y la revancha. Reforma constitucional. Reelección indefinida. Cese de la
propiedad privada, salvo aquella que se coluda con los intereses que
representa el poder político.
Que Manuel Zelaya no era un monje carmelita es más que evidente. Preparo
una consulta electoral que le daba la posibilidad de argumentar a favor
de la reelección presidencial y cuando el Ejército declaró que no
favorecía esa comisión depuso a su comandante, lo que demuestra que
demandaba en su gestión no el respeto a la Constitución de la República,
sino incondicionalidad a su mandato.
En otros tiempos el general Romeo Vásquez, jefe del Estado Mayor
Conjunto, hubiera organizado un golpe militar contra el Presidente
Constitucional, sin embargo en esta ocasión no fue así. Se dice que los
militares depusieron a Manuel Zelaya por mandato de la Corte Suprema de
Justicia, con el respaldo casi absoluto de la mayoría de la Asamblea
Legislativa y con la aprobación de todas las fuerzas políticas del país,
incluyendo el partido del presidente.
Lo ocurrido en Honduras pudo haber sido más aséptico. El Poder Judicial
y el Congreso pudieron haber dictado una destitución del mandatario
siguiendo los mecanismos legales, y de no existir estos, una actitud
refrendada por dos de los tres poderes del estado, habría tenido una
fuerza moral, si se tienen en cuenta los antecedentes de Zelaya, una
fuerza moral incontrastable. Pero no fue así, los acontecimientos tienen
una dinámica propia que a veces supera la voluntad de sus actores.
En fin, con las variantes que cada uno apreciemos y en base a los
criterios y opiniones políticas que defendamos, se ha producido un
evento singular: El populismo chavista ha confrontado con la asociación
de instituciones gubernamentales y privadas que rechazan ese proyecto.
Hay que impugnar los golpes militares, sin ser miope, pero no sin antes
entender que el Socialismo del Siglo XXI promueve una legalidad que se
ajusta perfectamente a la unanimidad soviética, los cristales rotos
hitlerianos y la censura, represión y campos de concentración de Cuba.
LOS MILITARES ENTRE LA LIBERTAD Y EL MIEDO - Misceláneas de Cuba (11
July 2009)
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=21659
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