Pages

Thursday, May 14, 2009

Jinetes

Jinetes

Frank Correa

LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - El "jineterismo" es un arte
de supervivencia, inventado por el cubano para contrarrestar la crisis
inacabable que encara. Como arma nada tiene que ver con la prostitución
ramplante, conocida como "el oficio más antiguo del mundo"; tampoco con
la estafa, esa recurrencia utilizada por los adelantados en los
procesos de crisis. Cuando hay extranjeros con solvencia económica
frente a ciudadanos desprotegidos víctimas de una casta militar que
preconiza una revolución socialista para su uso y beneficio, entonces el
nuevo arte de supervivencia llamado popularmente "jineterismo", toma
facetas de heroísmo. Viene a ser un recurso humanamente permisible.

Pero lo ocurrido al mexicano Federico Núñez en su segundo viaje a Cuba
se pasó de castaño. Su primera visita se produjo un año antes, de manera
tranquila. Vino a Cuba por una semana como invitado al Congreso
Internacional de Pedagogía, donde gastó sus ahorros de varios años. El
último día, los empleados del hotel Acuario lo "jinetearon" con una
efusividad increíble, sacándole bebidas, alimentos, cigarrillos.
Incluso le trajeron una chica que liquidó su presupuesto, le sacó hasta
la tapa de la maleta y lo hizo jurar ante las oscuras aguas del tercer
canal de Marina Hemingway que regresaría a Cuba, para librarla de este
país y darle la vida de reina que se merecía.

Cuando llegó a Guanajuato, el humilde maestro de escuela trabajó a
tiempo completo durante tres meses. Vendió el auto. Pidió prestado.
Con un presupuesto que triplicaba el invertido en su primer viaje,
Federico Núñez montó otra vez el avión de Cubana el 26 de abril de 2009.

A catorce mil pies de altura, desinhibido, ingenuo hasta la saciedad,
aceptó un trago de su compañero de asiento, un compatriota del distrito
federal que había visitado la Isla catorce veces, malogrado dos
matrimonios, y un historial mujeriego casi delictivo en los barrios
marginales de La Habana. Cuando Federico le contó de la cubana y las
promesas de amor recíprocas, le dijo:

-¡Me vale madre! Te vienes conmigo.

Federico no pudo zafarse de su coterráneo. Cada vez que esgrimía sus
argumentos de amor, que añoraba cumplir su promesa solemne realizada
bajo la luna llena en un canal marinero, el otro mejicano le increpaba:

-¡Me vale madre! Olvida a esa chica.

El avión tocó tierra, Federico tuvo que prestarle trescientos cincuenta
dólares a su nuevo amigo para pagar su exceso de equipaje y otros cien
para sobornar al empleado de la aduana para que le dejara pasar varios
DVD que traía. También tuvo que pagar el taxi que los llevó a Matanzas.

Entre borracheras y préstamos continuos de dinero a su paisano (bajo la
promesa de devolverlo en cuanto le situaran una transferencia que nunca
vino), el hombre de Guanajuato gastó todo lo que traía. Cuando se
convirtió en un pobre diablo insolvente, el mejicano del distrito
federal desapareció y él tuvo que regresar solo a La Habana.

En La Rampa, con su maleta a cuestas y casi borracho, buscó un teléfono
y se comunicó con su amada. Casi a gritos le contó que llevaba tres
días en Cuba, que otro mexicano lo embaucó, pero que al fin se pudo
liberar del yugo. Aunque ya no le quedaba ni un peso convertible, si
ella sentía amor verdadero él podía pasarse el tiempo que le quedaba en
Cuba viviendo como un cubano.

-Si no hay pan comeremos casabe -dijo Federico a su amada, frase que
utilizó la muchacha cuando el primer viaje-. Aunque tengamos que vivir
debajo de un puente, pobres pero felices -enfatizó el mejicano.

Al escuchar las miserables perspectivas anunciadas por el extranjero, la
muchacha dijo, casi en un murmullo, pero con la entonación necesaria
para que la oyeran del otro lado de la línea:
-¡Pa' su madre! -y colgó el teléfono.

Cuba: Jinetes (14 May 2009)

http://www.cubanet.org/CNews/y09/mayo09/14_C_5.html

No comments: