2007-01-29
Miriam Herrera, Periodista Independiente
Durante largos años los cubanos, hemos oído hasta con cierto orgullo la
calificación que somos una potencia médica, categoría otorgada por
Castro a la sensible esfera de la salud pública. Lo anterior se ha
tornado irreal y amargo para la mayoría de los residentes en la Isla que
sean nativos.
Los hospitales provinciales como el Calixto García no tienen la mayoría
en sus salas luces, falta agua potable, pintura y sabanas; estas últimas
deben ser llevadas por los pacientes. A lo anterior se suman la
población de cucarachas y mosquitos que hacen del hospital su predio de
elección, sellado por la deficiente calidad y cantidad de los alimentos
que se ofertan a los enfermos.
En escala descendente hay que visitar los consultorios de familia que
años atrás eran la niña de los ojos de Castro. ¿Qué ha pasado? Están
decaídos al igual que su progenitor; la estructura deja mucho que
desear, son pocos los que cumplen medianamente su función las
principales causas son las salidas masivas de los médicos para varios
países, mayoritariamente para Venezuela.
Los que quedan no tienen deceos de prestar sus servicios a la población
debido a que se sienten discriminados por los que están en el exterior
ganando divisas y acumulando equipos electrodomésticos, vedados estos
últimos para los que se quedaron.
Sin embargo, los lugares de atención médica para extranjeros tienen
todas las normas requeridas, además de un confort sin límites. Esta
política de salud discriminatoria que el régimen lleva a cabo no es
justa y viola los más sensibles derechos humanos existentes. Valemos los
cubanos menos que los venezolanos para el régimen, cubanos que lucharon
por su independencia y continúan luchando de varias formas hasta ver su
tierra libre de cualquier yugo opresor.
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