Shelyn Rojas
Bitácora Cubana, 28 de enero de 2007 - La Habana
Adolfo nació en el año 1958, fue bien recibido y mimado por sus padres.
Cinco años después nació otro varón, lo llamaron Daniel. Ambos fueron
pioneros por el comunismo y juraron ser como el Che. Crecieron entre
desfiles, consignas y extensos discursos en la Plaza de la Revolución.
Adolfo era un alumno excelente. Sus padres estaban orgullosos de él.
Daniel, por su índice académico, apenas se hacía notar en la familia.
Más que los estudios le interesaban las novias, las fiestas, la música
americana y vestir a la moda.
Llegó el año 1980 y con él, el éxodo del Mariel. Daniel no reparó en la
turba que lo repudiaba y le gritaba escoria. Tampoco tuvo tiempo de
despedirse de sus padres. Lo montaron a empujones en una embarcación
donde ondeaba la bandera americana. Había oleaje y ardía el sol en la
espalda. Daniel sólo pensaba en llegar a "la Yuma".
Tantos años que su familia le dedicó con amor y ahora la abandonaba sin
mirar atrás. "Era de esperar", comentaba su padre indignado.
Adolfo siguió repitiendo consignas, cumpliendo emulaciones y agitando
banderines en cuanta marcha lo convocaran. Además, se graduó de
ingeniero en la CUJAE; contrajo matrimonio con una licenciada y fueron a
vivir a un pequeño apartamento en la casa de los padres de él, donde,
con la llegada de una niña, se sintieron hacinados.
Los primeros pasos de Daniel en la Florida fueron trabajando en una
factoría. Al año ya tenía carro y apartamento, y hablaba suficiente
inglés. Dos años más tarde, ascendió en su trabajo… Era un país de
oportunidades…
Daniel se casó con una americana. A los cinco años de estar en ese país
se hizo ciudadano americano. Esperaba un lindo bebé. Se mudaron para un
apartamento más espacioso.
Llegaron las navidades y fin de año. Días de fiesta. Adolfo comenzó a
construir una barbacoa de madera en los altos de su cuarto. Apenas sin
altura, con el techo rozándoles las cabezas. Al fin su hijo tendría un
"cuarto".
Con el dinero que su hermano le había enviado para la fiesta de fin de
año, Adolfo compró las tablas y otros materiales. Recibieron el nuevo
año brindando con alcohol porque todo fuera mejor los próximos doce meses.
Adolfo y su mujer llamaron por teléfono a Daniel la tarde del primer día
del año. Querían felicitarlo y disimuladamente decirles que el dinero no
había alcanzado. Que la vieja está sin zapatos, el viejo necesita los
espejuelos bifocales y la barbacoa sigue a medias.
Daniel salió al teléfono alegre, como siempre. Adolfo no creyó lo que
oyó. Daniel decía, con música de KC and the Sunshine Band de fondo, que
estaba preparando una barbacoa. "¿Cómo, tú también?", preguntó Adolfo
estupefacto. "Sí, un bar-BQ en el patio", le contestó Daniel.
Luego Adolfo se despidió y colgó. Lo invadió la depresión. En el radio,
Pedrito Calvo y los Van Van preguntaban: "¿donde quieres que te ponga la
barbacoa, mamá?". Recordó el patio de la escuela donde juró ser como el
Che. Nunca sintió tantos deseos de dejar la barbacoa a medias y largarse
lejos.
http://www.bitacoracubana.com/desdecuba/portada2.php?id=3875
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