“Sinsabores de una sindicalista independiente”
Juan Carlos Linares Balmaseda
Bitácora Cubana, 7 de junio de 2006
Olga Borrero Coello culmina la licenciatura en enfermería a mediados de
la década de los noventa. Comienza a ejercer la especialidad en el
Pediátrico de Centro Habana y después la trasladan para la Clínica de
Impedido Físico del Cerro. En el 2000 se afilia a un gremio
independiente de la Industria Ligera y en la actualidad funge como su
secretaria de ayuda a los presos políticos. Tiene 35 años:
“A partir de que me integro de manera efectiva al gremio independiente,
soy cesanteada de la clínica, y más nunca he podido ejercer mi
profesión. He laborado como panadera, cocinera y repostera hasta donde
me lo han permitido nada más. Donde quiera que comienzo a trabajar me
despiden en menos de un mes. Una vez empecé en una carpintería que
pertenecía a las obras del Casco Histórico en la Habana Vieja. De mañana
vino uno de la seguridad del estado habló, con el administrador y por la
tarde me cerraron la contrata alegando falta de presupuesto”
Olga tiene un hijo de 19 años con problemas psiquiátricos. En el año
2000 se mudan a un cuartucho obtenido en calidad de usufructo gratuito,
porque el edificio en que habitaban antes había sido dictaminado de alto
riesgo a derrumbarse. Ahora, por su convicción política, vuelve a
acechar el fantasma del desalojo:
“Un día vinieron buscando a mi hijo tres patrullas. No me dicen el
motivo del arresto, por eso lo escondí. Luego me presenté con él en la
estación policial de Zanja. Lo acusaban de proferir amenaza. Indague y
nadie sabia quien lo acusaba. Les presenté todas las certificaciones de
su enfermedad y que constan que no es agresivo. Una teniente llamada
Rosa, injuriándome, me dijo que ella no era médico, que su función era
sólo meterlo preso, y que por ese delito le echarían hasta 10 años. Lo
llevaron a una celda. Entonces, frente a la estación, me declare en
protesta. Eso fue el 16 de abril de este año. Por la noche vine a la
casa a buscar provisiones y una turba de emisarios del gobierno me
esperaba en una esquina. Me insultaron y hasta me dieron golpes. Solo
reconocí a una persona, los demás no eran de por aquí. Me gritaron
gusana, contrarrevolucionaria…
“Esa misma noche acudí a una policlínica, cerca de aquí en Centro
Habana, para hacerme un certificado de lesiones y no me quisieron
entregar la copia de la certificación. Un policía que estaba de guardia
en la entrada de la policlínica me lo quitó para según él, por si se
presentaban cargos. A casi dos meses, todavía tengo marcas de la
golpiza. Antes de llegar a mi casa, de regreso de la policlínica, otra
vez me intercepta una patrulla. Los policías habían sido incitados por
las mismas gentes que me habían hostigado un rato antes. Me llevaron
para la estación de Dragones y me dejaron detenida. Al otro día me
liberaron, el 17 por el medio día. Vuelvo a la estación donde estaba mi
hijo. Al rato me llama desde adentro un agente. Era para comunicarme,
entre amenazas, que soltarían a mi hijo...
“Cuando llegamos a nuestro apartamento noto la falta de corriente, de
agua y de gas. Noto, que habían cortado los conductos suministradores.
No se quien fue y nadie vio nada. También habían roto el candado de la
puerta y se habían llevado toda la documentación sindical, la
bibliografía política, un radiecito de los que entregan en la sección de
intereses norteamericana, documentos de solicitud de refugio político,
apuntes cronológicos de represiones conmigo y los resúmenes médicos y
académicos de mi hijo. Hice la denuncia y nadie acudió, incluyendo el
jefe de sector…
“Estoy segura que eso no fue obra de ladrones comunes. Tiene que tener
un respaldo de altas instancias. Me están presionando para que abandone
la vivienda. Una vez me condicionaron a 72 horas para que la abandonase.
Yo no tengo para donde ir. Me han amenazado como 4 veces policías y
funcionarios de la Oficina de la Vivienda. Parece que ahora cambiaron
los métodos. Llevo casi dos meses sin corriente, agua y gas. ¿Quién
puede vivir así?”
Olga guarda los duplicados que prueban la legalidad de su residencia. Ha
acudido a diversas instancias, a la Asamblea Municipal y Provincial del
Poder Popular, a oficinas del Partido Comunista de Cuba, a la Oficina
Municipal de la Vivienda. Ella nota un tratamiento de indiferencia por
parte de los funcionarios a quienes reclama. Emiten criterio negativos
sobre su persona, concernientes a su actividad sindicalista. La tildan
de “ser una de los derechos humanos” y de estar en contra del gobierno.
“Me atienden por rutina, aunque aquí el maltrato a los ciudadanos es un
fenómeno generalizado en todas las instituciones”, exclama con
entonación quejumbrosa.
Narra como en febrero de 2005 perdió un embarazo en un calabozo:
“Ese día vino primero un policía vestido de civil a llevarme. Yo exigí
la orden de detención. Después vino el jefe de sector de esta zona, un
tal Vladimir. Me condujo hasta un calabozo en la estación de Zanja. Les
advertí que estaba en cintas. Me respondieron que eso no les importaba
mucho, que allí había médico. No me informaron el por qué me apresaban,
es más, me dijeron que ellos tampoco lo sabían, que había sido una orden
de arriba.
“Al tercer día decidí que no comería si no me soltaban. Al cuarto me
sentía muy débil y vomitaba. Me llevaron a un policlínico en esta zona.
Me atendió malamente un doctor apellidado Gutiérrez. Me hizo la prueba
del tacto y confirmó tres meses el embarazo. Me devolvieron a la celda.
Continué con la huelga. Recuerdo que algunos guardias de buenos
sentimientos me pedían que comiera. Al séptimo día comencé a sentir unos
dolores fuertes y a sangrar. Me metieron en la enfermería y una tal
Zoraida, la que atendía servicios médicos en esa cárcel, me dio
algodones y dijo que eso era normal. Solo después que me ponen en
libertad es que puedo acudir a un ginecólogo para que me limpiaran los
restos del embarazo. Al octavo día fui presentada al tribunal provincial
de Centro Habana. No pudieron levantar cargos en mi contra”
“Luego del incidente pude atar cabos sueltos”, refiere Olga sentada en
su cama; único mueble en medio de la estrechez del cubículo.
“Resulta que en el 2003, nuestro sindicato había denunciado diversa
arbitrariedades que acontecían en el Tribunal Municipal de Centro
Habana, el que está en la calle Reina. En aquel tiempo había un juez de
ejecución en la sala segunda llamado Victorino Cuesta
Mazorra. Las denuncias las basábamos en consecuencia con la represión
que el gobierno estaba propinando por esos días a los sindicalistas
independientes, y de cuestiones discriminatorias con ex-presos políticos
y comunes.
“En esencia, que en la mayoría de los ex-convictos no le permitían
trabajar, o las ofertas de trabajos que le brindaban eran de las peores.
Poco menos que humillantes, para muchos que eran profesionales y estaban
totalmente marginados. Parece que a ese juez no le gustó aquello y actuó
por cuenta suya o lo mandaron. Lo cierto es que cuando me presentan
aquel día, después de ocho días detenida, recuerdo que los del tribunal
negaron la denuncia sindical que habíamos puesto en su contra, o a lo
mejor la desaparecieron, pero yo tenia la copia guardada, como
constancia, y mi mama las buscó y las mostró. Se derrumbaron.
Posteriormente descubrí que el primer policía que había ido a buscarme a
la casa, con ropa de civil, es hijo de ese juez de ejecución”
Absorto en los tantos sin sabores de esta sindicalista se me atisba la
preocupación, mientras ella, sin alterar la impotencia tallada en su
rostro prorrumpe adelantándose a mí pregunta: “¿Si me desalojan?, me
plantaría en la Plaza Cívica José Martì. O en el medio de la calle. Te
repito, yo no tengo para donde ir”.
http://www.bitacoracubana.com/desdecuba/portada2.php?id=2218
No comments:
Post a Comment