La Intransigencia Castrista
2006-06-26 	www.nuevaprensalibre.com
Ismael Sambra
La intransigencia de la dictadura castrista empuja a sus opositores 
pacíficos a pagar cuotas extraordinarias de sacrificio con ilimitadas 
huelgas de hambre que provocan la muerte o dejan secuelas imborrables en 
los que la realizan.
El psicólogo y periodista independiente Lic. Guillermo Fariña agoniza en 
estos momentos a causa de su prolongado ayuno iniciado el pasado 31 de 
enero. Parece tener un triste final su viril protesta de no ingerir 
alimentos hasta que el régimen castrista permita al cubano, y sobre todo 
a él que es director de una agencia de periodistas independientes, a 
conectarse desde su casa con las informaciones y el resto del mundo a 
través del Internet.
Pero parece que esto es mucho pedir para un régimen obsoleto y criminal 
que le teme más a la libre expresión, comunicación e información que a 
las bombas.
Guillermo Fariña se está muriendo ante la mirada indiferente de Fidel 
Castro y de muchos, entre ellos, supuesto defensores de derechos humanos 
que se organizan en el mundo para supuestamente defender la justicia y 
los derechos de todos sin que medien intereses políticos, religiosos o 
raciales. Estas "organizaciones de derechos humanos" formados en su 
mayoría por izquierdistas y comunistas disfrazados que cínicamente 
chillan y patalean con singular desenfado cuando unos soldados 
americanos por equivocación o por venganza matan a supuestos civiles en 
Irak al tiempo que guardan silencio cómplice cuando los terroristas 
iraquíes asesinan con sus coche-bombas a cientos de inocentes ciudadanos 
para imponernos sus doctrinas y aberraciones. Del mismo modo guardaron 
silencio cuando en un solo día los comunitas chinos mataron a cientos de 
jóvenes estudiantes que protestaban en la plaza Tianamen.
Guillermo Fariña se está muriendo y todavía recuerdo el triunfo de 
Lucius Walker y su grupo "Pastores por la Paz" cuando protagonizaron un 
simulacro de huelga de hambre dentro de un autobús amarillo en la 
frontera de Nuevo Laredo, para que el gobierno americano le permitiera 
llevar el autobús y otros equipos y donaciones a Cuba a pesar del 
llamado "Bloqueo yanqui". ¡Con qué facilidad se obtienen estas demandas 
en los países democráticos donde hay respeto a las minorías y una prensa 
libre siempre dispuesta a ganarse el sello de la autenticidad ante 
cualquier acontecimiento!
Guillermo Fariña se muere, y prefiere morir antes que doblegarse a una 
dictadura y su vil censura, antes que continuar fingiendo adhesión 
política como hacen muchos para tratar de sobrevivir en la isla-cárcel. 
Su determinación debe ser respetada y admirada. Dijo que si el régimen 
no cedía a sus demandas estaría dispuesto a morir y "convertirse en un 
mártir de la Internet". Pienso en los terribles momentos que están 
pasando él y su familia, porque yo viví en carne propia similar 
situación junto a otros seis prisioneros políticos en la prisión de 
Boniato. Estuvimos dispuesto a morir en una huelga de hambre que sólo se 
detuvo 40 días después cuando los represores se comprometieron a cumplir 
nuestras justas demandas delante de nuestros familiares: la de recibir 
un trato humano, la de considerarnos como prisioneros políticos y no 
como delincuentes comunes como impone el régimen hasta el punto de 
imponernos el mismo uniforme y obligarnos a convivir con los criminales 
en sus celdas. Pero no cumplieron. Hasta ese riesgo tenemos que correr 
los que nos lanzamos a estas protestas, el de ser engañados o ignorados.
Teníamos el antecedente de Pedro Luis Boitel, un prisionero de 
conciencia que había muerto el 25 de mayo de 1972 después de 53 días de 
huelga de hambre en la prisión política aferrado a sus convicciones, un 
joven lleno de vida, un mártir más por culpa de la tiranía castrista. 
Sabíamos que podían dejarnos morir tal como hicieron con él, pero 
resistimos.
Su inseparable compañero de celda, que describió en su diario la 
tragedia, estuvo con él hasta el último momento y en uno de los últimos 
días no pudo resistir más el sufrimiento y la depauperación física de su 
amigo y le dijo: "¡No sigas con esta huelga, no comprendes que lo que 
quieren es matarte!", a lo que Boitel casi sin aliento, contestó: 
"Podrán matar mi cuerpo, pero no mi espíritu".
En Cuba hay más de 300 prisioneros políticos y entre ellos 27 
periodistas independientes que reciben un trato degradante y están 
sufriendo infinidades de torturas físicas y sicológicas que los empujan 
a acciones suicidas como éstas pues no tienen otra alternativa frente al 
abuso y la impotencia. En contraste vemos el trato que recibió Fidel 
Castro, el mayor cínico de la historia, cuando estuvo preso después de 
su asalto armado a un hospital y a un cuartel militar en Santiago de 
Cuba. El mismo confiesa en una carta:
  "...dormimos con la luz apagada, no tememos recuentos ni formaciones 
en todo el día, nos levantamos a cualquier hora; mejoras éstas que yo no 
pedí desde luego, agua abundante, luz eléctrica, comida, ropa limpia, y 
todo gratis. No se paga alquiler. ¿Crees que por allá se está mejor? 
Visitas dos veces al mes. Reina ahora la más completa paz. No sé sin 
embargo, cuánto tiempo más estaremos en este 'paraíso'..." (La Prisión 
Fecunda, La Habana, p.149).
No olvidaremos a Boitel como tampoco olvidaremos el grito de su madre 
contra los servidores del régimen que impera en Cuba por casi medio 
siglo: "¡Asesinos, ustedes han matado a mi hijo!".
El régimen comunista de Fidel Castro nos tiene acostumbrado a sus 
intransigencias y a sus engaños, a lidiar con funcionarios y déspotas 
que golpean, que torturan, con lacayos y fanáticos que cierran los ojos 
frente a las circunstancias paupérrimas que viven los prisioneros y el 
pueblo cubano. Estos sacrificios y estas muertes declaran culpables del 
crimen a estos engendros comunistas capaces de odiar a sus propios hijos 
y hasta fusilarlos cuando se les oponen. Son seres insensibles y ateos 
que superponen los principios políticos sobre los principios humanos.
Guillermo Fariña se muere en aras de la libertad, su estado se hace 
irreversible y el régimen no cede frente a su demanda. No se trata de un 
simple autobús amarillo, sino de algo más justo, digno y humano que 
conquistar, se trata de la libertad de expresión y comunicación que 
Fidel Castro y sus lacayos suprimen
Para ellos tenemos esta respuesta enérgica. <>. Para ellos y para los 
indiferentes la misma respuesta, porque como dijo José Martí: "ver en 
calma un crimen es cometerlo".
http://miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=5907
 
 
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