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Friday, January 19, 2007

Un paseo por la calle Obispo

HISTORIA
Un paseo por la calle Obispo
Richard Roselló

LA HABANA, Cuba - Enero (www.cubanet.org) - Quienes transitaban por la
calle Obispo en 1840 encontrarían a ambos lados varios establecimientos
italianos. Pensemos en un hipotético transeúnte: Ha salido del almacén
de partituras e instrumentos musicales ubicado en el No. 53 de la
concurrida calle. Se detiene entonces en La Ingenuidad, peluquería de
Floricio Fazali, estilista de la ópera. Tras un buen corte del cabello,
nada mejor que un sombrero de paja de Italia. Y allá va nuestro amigo a
recogerlo. ¿Será blanco, negro? Lo estará esperando en la sombrerería de
Obispo 105, conocida como "Tienda de Florencia". Guillermo Corsini
poseía en dicha calle una fábrica de objetos de ornato y bronce,
mientras Fernando Rogusa era dueño de la galería de pintura Panorama.

Los comerciantes italianos formaban un grupo pequeño comparado con los
españoles y criollos. Se ubicaban después de los norteamericanos,
franceses, ingleses y alemanes, concentrándose mayormente en La Habana.
Su presencia fue más predominante en la primera mitad del siglo XIX.

El amigo paseante va de almacén en almacén recorriendo La Habana
intramuros. Más tarde atravesará la muralla por la puerta de Monserrate
y enrumbará hacia la calle Águila, esquina a San Rafael, donde el
maestro Juan Galleta, maestro de esgrima, aficionado al tiro al blanco,
es dueño de una tienda especializada en la venta de armas.

Cronistas e investigadores ofrecen ejemplos concretos de
establecimientos y comerciantes italianos asentados en otras ciudades.
En las Crónicas de Santiago de Cuba, Emilio Bacardí nos dice que la
confitería, repostería y restaurante La Meridiana, que pasó a manos de
los italianos Fazzoli y Bottiglio, se convirtió en el mayor
establecimiento de aquella ciudad oriental.

A pesar de no estar insertadas entre los mayores mercados de
abastecimiento de la Isla (Estados Unidos, Gran Bretaña, España,
Alemania, Francia, Holanda y Bélgica) las mercaderías italianas
compitieron con éxito. Lencerías, vinos, aceites, morteros de mármol y
metales eran parte de las principales mercancías que Italia canjeaba con
la Isla durante las tres últimas décadas del siglo XVIII. Los navíos
genoveses partían a su regreso cargados con azúcar y tabaco. Desde las
primeras décadas del 1800 los buques arribaban directamente a los
puertos cubanos para surtirlos de los más disímiles artículos: zapatos
de Génova, semillas, juguetes, quesos, pastas, papel, medicinas,
azulejos, municiones, sombreros de Toscana, ladrillos, camisas, libros.
La continua importación de estos y otros géneros contribuyó a asentar
gustos e incluso pautas culinarias. Fueron italianos quienes difundieron
en la Isla la preferencia por el helado, así como otros platos ya
tradicionales en la cocina cubana.

Un italiano, Vicente Cerdero, era propietario en 1829 de la nevería
Atenas, contigua al Paseo del Prado. A mitad del siglo se venden helados
de todos los sabores (piña, limón, chocolate, fresa), y no hay café que
no ofrezca el refrescante aperitivo.

Detrás de estos alimentos hubo también buenos cocineros radicados en la
capital y otros sitios del país. En Diario de La Habana del 5 de enero
de 1841, se da cuenta de un acreditado cocinero italiano que ofrece toda
clase de manjares en la Gran Fonda de la Bella Europa.

El 6 de diciembre de 1841 el mismo diario informó que "en la Calzada de
San Luis Gonzaga No. 14, frente al mercado de Tacón, se ha abierto una
nueva fonda llamada La Bella Italia". Por supuesto, un italiano era el
maestro de cocina.

http://www.cubanet.org/CNews/y07/jan07/19a9.htm

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