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Sunday, January 21, 2007

La Libertad Traspasa la Barrera

La Libertad Traspasa la Barrera
2007-01-19
José Vilasuso

En torno a Narrativa y Libertad.

Treinta años han transcurrido desde que Julio Hernández Miyares se
entregó a la recopilación de cuentos y cuenta cuentos cubanos dispersos
por el mundo hasta sobrepasar los doscientos. Parece acertijo o cifras
de Microsoft o Windows, pero es prueba de la creatividad que el exilado
ha desplegado en más de cuatro décadas. Desde luego, no todos son
Guillermo Cabrera Infante, Reynaldo Arenas o Severo Sarduy, aunque se
les incluye.

Se trata de una selección donde se insertan desconocidos cuyos dones el
lector podrá comprobar. Ya que el primer merecimiento de Hernández
Miyares ha consistido en marchar contra la corriente. Es decir,
presentar autores cuyo único requisito descansa en su profesionalidad.
Pues para los perros viejos en el oficio, no es secreto que dicha
pericia no basta para ser reconocido.

Cuando decimos escritores, normalmente nos referimos a quienes
descollaron pluma en ristre, y críticos, editores y público otorgan su
beneplácito. Ahora bien, a escribir bien, se aplica el adagio: "no son
todos los que están ni están todos los que son. "El anonimato se devora
insospechados virtuosos que tal vez, a alguno después de muerto, -Franz
Kafka- la posteridad le hace justicia. Si bien siempre habrá un
incalculable remanente de imposible identificación. Hace días, por
ejemplo y casualidad, me enteré del fallecimiento de otro vate incluido
en la obra, cuya labor debe ser objeto de atenta exégesis. Me refiero a
René Ariza, autor de "Cuentos Breves y Brevísimos," quien poseyó un
verdadero arte de la síntesis. Pocos narradores dicen tanto con tan poco.

Pues bien, tal ha sido uno de los empeños del incansable profesor del
Kingsboro College, avalado por su acendrada prosapia literaria desde los
tiempos de Julián del Casal. La república de las letras posee un encanto
y raigambre que tradicionalmente acogió a un puñado de selectos. Hace
cien años configurábamos al artista de la lengua bajo verdaderos
"logos": las imágenes de Bécquer, Wilde o Lord Byron reencarnaban en
paradigmas fuertemente grabados en nuestro subconsciente. Don Benito
Pérez Galdós diseñó aquel romántico don Paquito Ponte Delgado, melenudo,
vistiendo su veintiúnico gabán, tuberculoso por obligación, prototipo
del poeta y protomiseria por añadidura.

Pero el periodismo moderno, computación, enseñanza, TV, Internet y lo
que nos espera, agigantaron esos esquemas hasta alturas, profundidades y
lejanías más allá del mejor telescopio. El mundo de las comunicaciones e
informática se ha convertido en la primera industria del planeta. Ya
pronto vamos a engordar demasiado, a base de sólo trabajar los dígitos.
Luego la oportunidad para entrañarse como profesional en el manejo del
idioma, ha adquirido dimensiones desconocidas.

Los autores lanzados en Narrativa y Libertad se ganan la vida en
universidades, radio, cine, etc. Sin embargo, la tradición de ver una
obra engastada en gruesos volúmenes, es un afán intelectual arraigado
desde los papiros egipcios y palimsestos veroneses. El libro sigue
siendo un garante de prestigios no menguados. En medio del orbe
tecnológico, el hacedor de la belleza literaria repunta cual antigüedad
de precio elevado. Automóvil Ford modelo 1920.
En otra dirección, cuando don Julio inició los primeros pasos de la
antología, efectivamente, la mayor parte de sus escogidos, eran
desconocidos. Pero tres décadas no transcurren en vano.

Precisamente ahí entraña el ojo clínico que distingue al crítico de
puntería a estilo sargento York. No busca apoyo de terceros, para
afirmar; "ése es bueno." Qué distinto a los queridos impenetrables que
para obtener su merced, hay que llamarse Mario Vargas Llosa o Alfredo
Bryce Echenique. Nuestro hombre hizo lo que en cualquier profesión es
siempre plausible. Correr el riesgo. Apostó por incontables anónimos,
que hoy no lo son.

Octavio Paz legó un consejo irrebatible. Formemos críticos. América
Latina los reclama dramática, urgentemente. Nuestra enanez no se
superará dependiendo del bautizo europeo o norteamericano, para
reconocer cristianos a nuestros poetas y novelistas. Pero salta a la
vista otro factor de peso para poner puntos de oro sobre las íes.

Aquellos desconocidos de los setenta, eran disidentes del comunismo. Su
caso hoy se contempla cual niebla en lontananza. Pero a la sazón, en
pleno mundo libre, su postura ideológica se convirtió en verdadero
sambenito. Para ellos no había espacio dentro ni fuera de su país. La
ceguera partidarista se posesionaba de los editores con rigores de
trinche tales que, alguien inconscientemente, pudo anexar literatura a
partido.

Sería curioso inventariar las pérdidas en volúmenes y ediciones de tal
cariz, que han merecido el baratillo, arrinconamiento o convertirse en
almuerzo de las polillas y cucarachas. La lección ejemplarizante se
halla en el catálogo de trovadores dotados, que comenzando su odisea
bajo el castrismo, hoy escriben más acá de su censura. Pero hay más. Los
otros que permaneciendo en la isla, ya no comulgan con el sistema y sin
empacho manifiestan su discrepancia y descontento a costo alto en
vigilancia, hostigamiento, cárcel y palizas, mientras pacientemente
aguardan el instante inevitable del amanecer a la liberación cada hora
más cercano. Ellos como Julio Hernández Miyares, son hombres y mujeres
de fe, para los cuales también muy pronto brillará el sol del
reconocimiento por la obra imperecedera y sin acuerdo común llevada a cabo.

http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=8502

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