Pages

Wednesday, January 17, 2007

El Comienzo de un Fin

El Comienzo de un Fin
2007-01-14
Foreign Affairs En Español, Octubre-Diciembre 2006
Jorge I. Domínguez*

Resumen: A pocos días de cumplir 80 años comenzó el ocaso de la vida del
presidente del Consejo de Estado de la República de Cuba, Fidel Castro
Ruz. Tras una hemorragia intestinal delega sus poderes políticos y
militares. Así, resulta factible considerar que Raúl Castro pueda llegar
a ser presidente, no por encargo de su hermano sino por sus propias
capacidades. Al promover la transición económica, aumentará las
probabilidades de una eventual apertura política.

Pocos días después de la celebración pública del 53 aniversario de su
entrada en el panteón histórico de Cuba, mediante el ataque que encabezó
contra el cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, y a pocos días de
cumplir 80 años, comenzó el ocaso de la vida del presidente del Consejo
de Estado de la República de Cuba, Fidel Castro Ruz. Tras una hemorragia
intestinal delega sus poderes políticos y militares.

En el momento en que escribo, no sé cuál es su estado de salud. Según
los partes oficiales, se recupera. Su educación en colegio de jesuitas
quizás le permita pensar en su resurrección una y otra vez: después del
Moncada, después del naufragio del barco Granma (que inició por
accidente la guerra revolucionaria), después de la victoria asombrosa en
Playa Girón, después de la crisis de octubre de 1962, después de...

Fidel Castro hace rato dejó de ser meramente parte de la historia, y se
convirtió en un mito mundialmente compartido de la segunda mitad del
siglo XX. ¿Quién no reconoce su foto? ¿Quién no le reconoce como un
descendiente lineal de Don Quijote que se enfrenta a gigantes? ¿Y,
quién, aún, en su Buró Político, en su Consejo de Ministros, en su
equipo personal, no sabe que esos gigantes fueron a veces imaginarios, a
veces molinos de viento?

Honrar honra: frase noble de José Martí que ingresó al vocabulario
cultural cubano hace más de un siglo. Honremos, pues, a Fidel Castro
mientras observamos el sol poniente de su vida, no sólo quienes lo
apoyaron, sino también quien, como yo, no lo hicimos. Él fue el
transformador de un pueblo en una nación; quien modernizó decisivamente
esa sociedad; quien mejor entendió que los cubanos querían "ser gente,"
no sólo apéndices de Estados Unidos. Fue él quien comprendió que ese
pueblo hipocondríaco requería más médicos y enfermeros por centímetro
cuadrado que cualquier otro en la faz de la tierra. Fue él el arquitecto
de una política de inversión en capital humano, que convierte a los
niños cubanos en los campeones olímpicos de la educación latinoamericana
y que, por tanto, permite vislumbrar un mejor futuro para Cuba. Fue el
diseñador de una política que permite a los cubanos de todas las
características raciales tener acceso a la salud pública, a la
educación, a la dignidad que le corresponde a todo ser humano, al
derecho a pensar que yo, mis hijos, y mis nietos, cualquiera que sea el
color de la tez, merecemos el respeto y las mismas oportunidades que los
demás. No fue él quien inventó que las mujeres tenían derechos
igualitarios en la sociedad, pero sí un promotor de la igualdad de
género en el desempeño ciudadano.

Fue el responsable de un gesto que la humanidad agradece: poner en
riesgo la sangre de sus soldados por la causa noble de contribuir
poderosamente a impedir que el régimen racista del apartheid sudafricano
se expandiera sobre Angola. Fue él, igualmente, quien se merece el
reconocimiento por contribuir al fin del apartheid en Sudáfrica, a la
independencia de Namibia y a defender la independencia de Angola. El día
que Fidel muera, las banderas de esos países africanos deberán reflejar
duelo nacional.

¿Fue cruel? Sí. ¿Fue dictador? Sí. ¿Atropelló el poder público? Sí.
¿Cometió crímenes en nombre de la revolución, la patria, la soberanía
nacional y el socialismo? Sí. ¿Fue un obstáculo para la prosperidad de
los cubanos, el ejercicio de los derechos humanos de ese pueblo, y la
realización de una democracia plena? Sí. Y, la historia, ¿lo absolverá,
como dijo en 1953 que así sería? No. Pero no entremos en más detalles.
Honrar honra, y es preciso que en este artículo más renglones se
dediquen a honrar a la figura más importante de la historia de Cuba, a
la única persona en la historia de ese país con trascendencia mundial.
Ámesele, u ódiesele, merece respeto.

¿Qué pasó, entonces, el 31 de julio de 2006 cuando, por primera vez, se
comprendió que, en algún momento, habrá una Cuba sin Fidel? El gobierno
de Estados Unidos confesó públicamente su desconocimiento de lo que
estaba ocurriendo en Cuba. Jorge Más Santos, figura clave de la
Fundación Nacional Cubano Americana, una de las más políticas y
económicamente poderosas organizaciones de la diáspora cubana, instó a
la población en Cuba a sublevarse con las armas en la mano. Raúl Castro
fracasó en su primera prueba de fuego como el sucesor de su hermano. En
vez de comparecer en televisión, escoltado por la bandera nacional, una
palma real y la foto de su hermano, para garantizar a sus conciudadanos
que la patria se salvaría, brilló por su ausencia.

Hubo un solo héroe en ese interludio del verano de 2006: un pueblo que
ponderaba su futuro, honraba, inclusive quienes no lo querían, a su
presidente, y demostraba su preferencia por la paz y una Cuba para los
cubanos, no para Miami ni Washington.

Con Fidel en el hospital, los sucesos no permiten atisbar la realidad
futura de Cuba sino uno de sus futuros posibles. Fidel designa a quien
quiere que gobierne Cuba: no es George W. Bush, ni tampoco algún cubano
que no viva en Cuba; es su hermano, pero no sólo su hermano, quien ya
tiene 75 años, sino una dirección colegiada que incluye a dos grupos de
personas. En el primero, con responsabilidad ejecutiva, se encuentran
los siguientes miembros del Buró Político del Partido Comunista de Cuba
(PCC): José Ramón Balaguer, Carlos Lage, Esteban Lazo y José Ramón
Machado. En el segundo grupo, con responsabilidades financieras,
encontramos de nuevo a Lage y a Francisco Soberón, y a Felipe Pérez
Roque. Con la excepción de Soberón, presidente del Banco Central, quien
asume responsabilidades financieras importantes en este escenario de
sucesión, todos los demás son designados por sus características
políticas, no por sus destrezas profesionales.

Si bien es cierto que se transfiere a Balaguer, actual ministro de Salud
Pública, la responsabilidad principal sobre ese tema, no es menos cierto
que Balaguer ha sido principalmente un político y que su especialidad es
la ortodoxia ideológica y el entorno internacional de Cuba. Machado y
Lazo puede que sepan de educación, pero son especialistas,
respectivamente, en la organización interna del partido y el gobierno de
las provincias. Lage, médico por entrenamiento al igual que Balaguer y
Machado, es responsable de los asuntos económicos desde hace 15 años y
ahora se encarga de los temas energéticos. Pérez Roque, líder juvenil
del partido en su juventud, ha sido el canciller. Es decir, a todos,
menos a Soberón, se les ha seleccionado por razones políticas, no por su
conocimiento profesional del asunto que ahora se les asigna.

Ese gobierno colegiado, sin embargo, lo encabeza Raúl Castro. ¿Quién es
este hombre poco conocido? En cualquier otro país del mundo, si no
hubiera vivido bajo la sombra de su hermano mayor, reconoceríamos que es
una figura de grandes logros profesionales. Es Raúl Castro el arquitecto
de la institución más eficaz en la historia de Cuba, es decir, las
Fuerzas Armadas Revolucionarios (FAR). Fue Raúl Castro quien transformó
a un puñado de semianalfabetos en una fuerza profesional, disciplinada,
muy bien entrenada, fiel y eficaz, capaz de lograr tres veces en África
lo que Estados Unidos no logró en Vietnam, lo que la Unión Soviética no
logró en Afganistán: las FAR de Raúl Castro ganaron las tres guerras que
pelearon en el continente africano. No hubo ningún otro ejército de país
comunista, durante la Guerra Fría, que lograra desplegarse, con éxito, a
miles de kilómetros de su patria.

Sin embargo, Raúl Castro no ha sido un mero "militarote". Fue Raúl, y no
Fidel, quien se dedicó a la cuidadosa y pertinente construcción, núcleo
por núcleo, del PCC, institución civil hermana de las FAR, cuyo buen
funcionamiento se requerirá para gobernar Cuba. Fue Raúl, y no Fidel,
quien intentó con esmero mejorar el mediocre funcionamiento de los
ministerios del gobierno. Fue Raúl, en medio de la grave y desesperante
crisis de 1994, quien rompió públicamente con Fidel y abogó por la
liberalización de los mercados agrícolas porque, como claramente indicó
en aquel momento en su calidad de ministro de las FAR, la principal
amenaza a la seguridad nacional de Cuba era la incapacidad en aquella
coyuntura de alimentar al pueblo.

Raúl Castro conoce, por lo tanto, personalmente y de cara a cara, a toda
la plana mayor de las fuerzas armadas, del Comité Central del partido y
de la burocracia gubernamental; es decir, las mil personas, más o menos,
que son miembros de la élite cubana con poder de influir en esta primera
transferencia de mando después de Fidel. Es la suma de sus logros
profesionales, su capacidad de trazar y ejecutar una estrategia, su
reputación de ser alguien que logra lo que se propone y su participación
en las redes de poder en Cuba, lo que constituye las bases políticas
para encabezar esta sucesión presidencial.

Raúl Castro también ha sido innovador. A principios de la década de 1990
supo hacer frente a la crisis que golpeó a la Cuba comunista por el
derrumbe de la Unión Soviética: redujo el personal de las fuerzas
armadas, reorganizó su forma de actuar y redujo su presupuesto. La
reducción del peso de las fuerzas armadas sobre la economía y la
sociedad cubana no es un tema importante de la agenda del futuro, es ya
un logro de Raúl Castro.

En ese tiempo, también desarrolló las empresas militares para lograr que
las fuerzas armadas fueran económica y productivamente autosuficientes.
Y desarrolló empresas para promover y servir al turismo que emplean a
los jubilados de las fuerzas armadas y generan fondos para su dueño, es
decir, el Estado cubano.

Raúl Castro es, sin embargo, un pésimo político en la palestra pública.
No sabe siquiera cómo leer un discurso. Su estilo es aburrido o chillón,
pero nunca convincente. Reconoce no ser una figura pública, sino el
engendro de un régimen. Quizás por eso evitó comparecer en público
durante tanto tiempo después de recibir la delegación de poderes de su
hermano el 31 de julio pasado.

¿Cómo gobernar a una Cuba que no le conoce, a una Cuba que nunca le
otorgará el galardón de líder carismático? Prosperidad. Cuando Raúl
Castro ha visitado China, ha dedicado gran tiempo a intentar comprender
cómo se explica y se produce el auge de esa economía. Crecimiento,
crecimiento y crecimiento de la economía, son sus tres principales
conclusiones para diseñar la estrategia para su posible futura
presidencia, por derecho propio y, por supuesto, para retener, como en
China y Vietnam, un sistema unipartidista bajo la égida de un partido
comunista. En esta hipótesis, un Raúl Castro presidente cambiará los
elementos fundamentales de la política macroeconómica en Cuba, rumbo a
una rápida aproximación a una economía de mercado, pero retendrá las
estructuras políticas que impidan un tránsito del régimen político a una
democracia pluralista y representativa en que se respeten los derechos
humanos.

Sus "aliados" incluirán aquellos en la diáspora cubana quienes, al
exigir la lucha armada, alentarán a la gran mayoría cubana a rechazar
una opción sangrienta. Un gobierno estadounidense, tan torpe como el
actual, será también su aliado. Señalemos algunos ejemplos de esa
torpeza. En el informe de gobierno de Estados Unidos publicado,
precisamente, en julio de 2006, días antes de la delegación de mando de
Fidel a Raúl, que prevé la asistencia que el gobierno brindaría a Cuba
en el futuro, se menciona una asistencia para impedir las enfermedades
infecciosas, sin darse cuenta de que el sistema de salud cubano puede
brindar mejor tales lecciones al estadounidense.

Más asombroso es que Estados Unidos propone asistir a Cuba para hacer
frente a los desastres naturales, sin tener en cuenta que Cuba es el
país más eficaz del Caribe y del Golfo de México para enfrentarse con
las depredaciones de los huracanes -- a diferencia del comportamiento de
la administración Bush cuando el huracán Katrina destruyó Nueva Orleáns
en 2005 -- . La diáspora cubana y el gobierno de Estados Unidos podrán
desempeñar, en un futuro democrático de Cuba, un papel útil e
importante, pero por el momento, entre el extremismo y la torpeza,
contribuyen a postergar el momento de esa transición, generando más
miedo de Estados Unidos que esperanza en la población cubana.

Así pues, resulta factible considerar que Raúl Castro puede llegar a ser
presidente, no por encargo de su hermano sino por sus propias
capacidades. Será una presidencia que evite la transición política pero,
al promover la transición económica, aumentará las probabilidades de una
eventual apertura política.

* Jorge I. Domínguez es profesor de la cátedra Antonio Madero Professor
of Mexican Politics and Economics, y vicerrector para los asuntos
internacionales, en Harvard University. Ha sido presidente de Latin
American Studies Association (LASA). Entre otras publicaciones, es autor
de Cuba: Order and Revolution y To Make a World Safe for Revolution,
ambos editados por Harvard University Press.

http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=8386

No comments: