La persistencia de la miseria
Mulloy no mira a la ciudad con nostalgia ni con la compasión
condescendiente del turista, ni con la anticipada nostalgia de quienes
van a abandonar el país
Roberto Madrigal, Cincinati | 02/09/2013 2:10 am
Si se obvia la desafortunada secuencia inicial, que comienza con un
plano de un palmar distante, subrayado por música popular cubana,
mientras unos angloparlantes recorren una carretera en un descapotable
de los años cincuenta y se escucha la voz en off de la actriz
puertorriqueña Aris Mejías, leyendo un texto de risible lirismo
melancólico, una vez que uno se sumerge en la trama de Una noche, cuesta
trabajo creer que no se está viendo una película cubana.
Hace unos diez años, recién egresada de la prestigiosa universidad de
Oxford, tras realizar estudios centrados en política, filosofía y
economía, la británica Lucy Mulloy, intrigada por el sistema político,
decidió aterrizar en La Habana para indagar lo que sucedía. Lo que se
suponía fuera una corta visita se extendió por más de un año y lo que
allí pudo observar, según cuenta, cambió su vida y su vocación. Al
finalizar su estancia, se mudó a Nueva York y fue admitida en la escuela
Tisch de New York University, para estudiar cine. Su experiencia cubana
la utilizó para escribir un guión de tesis. Luego regresó a la Isla y
emprendió una pequeña odisea de cinco años para filmar otra idea, que
resultó ser el filme Una noche.
Mulloy es obviamente una mujer brillante. Con extraordinaria locuacidad
se las arregla para, en sus entrevistas, expresarse en términos vagos y
generales como "el lugar", "la gente", "el ambiente" para explicar su
fascinación por Cuba, pero para una realizadora que ha dicho claramente
que toda decisión en el proceso cinematográfico, desde la selección del
tema hasta la de los actores, es un hecho político, el decidirse a
narrar la historia de tres adolescentes del sector medio bajo de la
población habanera, quienes deciden lanzarse al mar en una maltrecha
balsa para llegar a Miami, dice mucho y de mejor manera las causas de su
compromiso.
La película sigue las penurias de los mellizos Lila y Elio y de su amigo
Raúl. Lila, a juzgar por el uniforme que no se quita en toda la cinta,
estudia probablemente en un Pre-Universitario. Raúl y Elio trabajan en
la cocina de un hotel para turistas (se muestra la entrada del hotel
Nacional). Lila y Elio mantienen una relación de dependencia fraternal
que roza con el incesto. Elio, secretamente, está enamorado de Raúl,
quien es heterosexual en el sentido más rígido del término. Raúl está
harto de vivir en Cuba, un país en el cual, según dice, lo único que se
hace es "sudar y singar". Elio, desde su armario, está dispuesto a
ayudarlo a convertir su deseo en realidad y a sumársele en la empresa.
Lila, sin que ellos lo sepan, los acecha. Para Raúl la partida es la
oportunidad de rencontrarse con su padre, para Elio es la posibilidad de
liberarse sexualmente y para Lila es mantener la simbiosis con su hermano.
En la primera hora, la narración se desarrolla con fluidez y agilidad, a
pesar de algunas torpezas del guión, que hace las relaciones entre los
personajes, a ratos pueriles. La trama mantiene el interés y en su
discreto afán de mostrar un mosaico de la ciudad, evita, con bastante
éxito, caer en el pintoresquismo (aunque a veces hay demasiadas imágenes
de niños harapientos moviéndose entre escombros). A pesar de su calidad
musical, la banda sonora a veces se oye ininterrumpidamente hasta el
cansancio y resulta de una estridencia molesta. Los personajes se mueven
entre ruinas, en un ambiente de sordidez cotidiana, entre griterías y
gente que lucha por la supervivencia.
Mulloy no mira a la ciudad con nostalgia ni con la compasión
condescendiente del turista (como hacen Kusturica, Benicio del Toro,
Gaspar Noe y Laurent Cantet en 7 días en La Habana), ni con la
anticipada nostalgia de quienes van a abandonar el país en Habana Blues,
el apto filme de Benito Zambrano. En Una noche la miseria persiste en
cada una de las tomas amplias de la ciudad, vista desde techos y
ventanas, una depauperación que se extiende con naturalidad hasta que se
acaban los encuadres, como añicos infinitos. La pobreza material se
extiende al espíritu de los personajes. Aquí todo el mundo es miserable.
Todos se expresan con ira y resentimiento. Nadie tiene una palabra
amable ni una expresión feliz. Incluso los momentos de sexo carecen de
disfrute erótico. La indecencia penetra cada minuto de sus vidas.
Los padres de Elio y Lila tienen una relación de confrontación y odio.
El padre, un militar de baja categoría, engaña a la madre con otra
militar en circunstancias penosas. La madre de Raúl, es una prostituta
que es VIH positiva. Raúl la descubre en plena felación con un turista y
tras un arranque de furia, hiere gravemente al extranjero, lo que
acelera su necesidad de irse. La policía siempre se muestra al asecho,
como guardianes del horror, para impedir la supervivencia del individuo.
Parecen necesitados de ejercer el poder simplemente por saber que lo
poseen, cayendo atrás de los delincuentes en desvencijados e irrisorios
carros patrulleros. Su imagen es peripatética. Son represores gratuitos.
La última media hora se concentra en el viaje en balsa y esta es la
parte más floja de la película. Narrada convencionalmente en tono de
thriller, pierde todo su realismo anterior, se vuelve una mala fábula de
Disney y los diálogos y las situaciones resultan infantiles, fuera de
contexto y facilistas. No hay credibilidad y los personajes llegan a
sentirse caricaturas de los que se desarrollaron en la primera hora.
Todo se vuelve predecible y traído por los pelos.
La labor que ha hecho la directora con los actores es extraordinaria.
Considerando que solamente contó con algunos profesionales como Katia
Caso, Félix Beatón y la narradora en off, Aris Mejías, resulta casi
incomprensible y más que admirable el dramatismo y la naturalidad que
logró extraer, trabajando según dice con unos diálogos estrictos, de
aficionados como Anailín de la Rúa de la Torre en su papel de Lila,
Javier Núñez Florián como Elio y Dariel Arrechaga como Raúl. Estos
últimos ganaron el premio de actuación en el Festival de Tribeca de 2012
y la pareja de mellizos ejecutaron un acto en el cual la naturaleza no
solo imitó al arte, sino que lo mejoró, ya que sin quitarse la arena de
los zapatos y sin advertirle a nadie, de Miami cambiaron rumbo a Las
Vegas y al exilio, en vez de ir a Nueva York a participar del festival.
Los tres actores principales se desempeñan con frescor y espontaneidad.
La fotografía de Trevor Forrest y Shlomo Godder, utilizando un Moviecam
SL, filmando en 35 milímetros, es excelente, nunca las ruinas se han
visto tan fotogénicas. Las canciones, en cuya composición intervino la
propia Mulloy, son muy buenas. La película, que ha ganado más de doce
premios, desde Atenas hasta Estocolmo, incluyendo un premio de
popularidad en La Habana, es el resultado de la voluntad de Lucy Mulloy,
que la escribió y la dirigió y que debe haber trabajado en condiciones
impensables, filmando en La Habana, a espaldas del ICAIC. La película no
recibió un centavo de Cuba y fue financiada por capitales americanos y
británicos, Ahora ha encontrado la ayuda de Spike Lee para su
distribución (aunque este estuvo vinculado al proyecto desde sus
inicios, cuando no era más que un libreto). En los agradecimientos no
aparece ninguno de los sospechosos usuales.
Dada su temática y su enfoque, quisiera decir que es una buena película,
pero no lo es. Tiene muchos fallos típicos de debutantes, le sobra media
hora. Con su ópera prima, Mulloy demuestra talento y creatividad, además
de un ojo agudo para observar un ambiente ajeno y hacerlo suyo. Logró, a
través de medios convencionales, presentar con originalidad un tema
trillado, aunque por la reacción que ha tenido en la prensa, desconocido
para los americanos. Como Drew Pearson le presentó a El Chori al mundo,
y Herbert Matthews lo hizo con Fidel Castro, quizá Lucy Mulloy revele a
todos el deterioro físico y moral que puede ocasionar la persistencia de
la miseria económica y política.
Una noche (EEUU, 2012). Guión y Dirección: Lucy Mulloy. Fotografía:
Trevor Forrest y Shlomo Godder. Con: Anailín de la Rúa de la Torre,
Javier Núñez Florián y Dariel Arrechaga. Estrenada el 23 de agosto en
Miami y Nueva York. Disponible OnDemand en los sistemas de cable y
satélite. Pronto se extenderá a otras ciudades del país.
Source: "La persistencia de la miseria - Artículos - Cultura - Cuba
Encuentro" -
http://www.cubaencuentro.com/cultura/articulos/la-persistencia-de-la-miseria-300111
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