El tabaco sale desde hoy de la cartilla de racionamiento cubano, de la 
que también salieron las papas en 2009, dentro de la lógica de la 
"actualización del socialismo" del presidente Raúl Castro que pretende 
poner fin a los excesos del estado asistencial.
El fin de la cuota de cigarrillos negros y rubios que recibían los 
cubanos, según la edad, casi a precio de costo, atiza ahora la polémica 
sobre si es pertinente o no mantener la cartilla, y refuerza las 
expectativas de nuevos cambios en ese sentido.
Vigente desde 1962, la cartilla de racionamiento entrega a precios 
simbólicos granos, azúcar, pollo, pescado, huevos, arroz, café, aceite, 
pastas, pan entre otros productos -cuando hay- a los 11,2 millones de 
habitantes del país, mediante un meticuloso sistema de regulaciones por 
gramos en función de la edad del receptor, incluso del municipio en que 
reside.
Muchos cubanos aseguran que lo suministrado a precios subsidiados no les 
dura más allá de una o dos semanas por lo que tienen que acudir a las 
tiendas de precios liberados, a las que venden en divisas, o al mercado 
negro.
Para Magalys Huerta, una obrera de 43 años, la mejor opción sería 
eliminar la cartilla pero que el Estado garantizase una oferta constante 
de todos los productos con precios en pesos cubanos acordes con los 
salarios.
"Nada de lo que da (la cartilla) es suficiente. Al final tengo la 
presión de buscar a un bodeguero que me venda lo que me hace falta antes 
de que se le acaben las cosas. Yo preferiría comprar lo que necesito, 
cuando lo necesito", dijo Huerta a Efe.
Según Beatriz, de 29 años, definitivamente la cartilla "no cumple las 
expectativas" y resulta "absurdo" que productos como las almohadillas 
sanitarias aún sean distribuidos dentro de ese sistema que desde hace 
años propicia "ilegalidades".
"Nada de lo que da (la cartilla) es suficiente. Al final tengo la 
presión de buscar a un bodeguero que me venda lo que me hace falta antes 
de que se le acaben las cosas. Yo preferiría comprar lo que necesito, 
cuando lo necesito".
Mientras que algunos venden -ilegal pero abiertamente- lo que les sobra 
de la cuota mensual, son más los que tienen que acudir al mercado negro 
para conseguir los productos que a través de la cartilla no les 
alcanzan, y muchas veces es el mismo bodeguero que distribuye las cuotas 
quien ofrece "por la izquierda" aceite, azúcar o arroz.
Más allá del tabaco, que para muchos es un producto no necesario, el 
verdadero debate en Cuba versa sobre la posibilidad de que se acaben 
eliminando otros que sí son indispensables, como pan, huevos y granos.
El presidente Raúl Castro ha llamado a eliminar el "exceso de 
gratuidades" y los "subsidios indebidos", a controlar y administrar 
mejor los escasos recursos nacionales y a reducir las importaciones, en 
un país que importa más del 80 por ciento de los alimentos que consume.
En los últimos meses varios medios oficiales se han hecho eco de 
opiniones que indican que un sector de la sociedad cubana no está 
preparado para sobrevivir sin la cartilla, y otras que ven su 
permanencia como un freno que perpetúa el "paternalismo" estatal.
El economista disidente Óscar Espinosa Chepe cree que la desaparición de 
los cigarrillos de la cartilla es una decisión que apunta al "camino 
correcto", pero tiene que ir acompañado "por medidas colaterales".
"Está claro que hay una política de liquidar paulatinamente el 
racionamiento en Cuba, pero pienso que es necesario buscar 
compensaciones para determinados sectores de la población que van a ser 
muy perjudicados por esas políticas", dijo Espinosa a Efe.
Además de las medidas relacionadas con la cartilla salen a relucir otras 
regulaciones para disminuir los gastos estatales y reducir 
importaciones, como el cierre de comedores obreros.
Tras la polémica que supuso el cierre parcial de esos comedores, el 
periodista cubano Ariel Terrero, especializado en temas económicos, 
mencionó cómo las "rutinas" de "paternalismo extremo" se malinterpretan 
como sinónimo de socialismo.
"Los cambios suelen provocar escozor, saltos de estómago y polémicas. 
Más aún, si apuntan hacia la comida. No importa que el consenso social 
clame por transformaciones económicas en Cuba", indicó Terrero en la 
revista Bohemia.
En su opinión, la economía cubana tiene ahora el desafío de "superar la 
práctica del Estado como gran y sagrado administrador de todos los 
recursos, para avanzar hacia una participación efectiva de los 
trabajadores en la ejecución y el control de gastos y beneficios".
Vía EFE
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